Crítica: Yakuza (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA / Japón, 1974: Robert Mitchum (Harry Kilmer), Ken Takakura (Ken Tanaka), Brian Keith (George Tanner), Herb Edelman (Oliver Wheat), Richard Jordan (Dusty), Keiko Kishi (Eiko Tanaka), Eiji Okada (Toshiro Tono), James Shigeta (Goro)

Director: Sydney Pollack, Guión: Paul Schrader, Robert Towne y Leonard Schrader

Trama: George Tanner ha estado haciendo negocios con el Yakuza (la mafia japonesa) y éstos han comenzado a presionarle, para lo cual han secuestrado a su hija y a su novio. Desesperado, Tanner le pide ayuda a su amigo Harry Kilmer, un ex marine que vivió durante años en el Japón y posee contactos en la mafia local. Pero el viaje sólo sirve para refrescar el triste pasado de Kilmer, quien se enamoró de Eiko – una japonesa a la que rescató durante los duros tiempos de la ocupación en la post guerra -, y cuya negativa a aceptarlo como esposo motivó que él regresara a Norteamérica. Ahora Kilmer se ve obligado a contactar a Ken, el hermano de Eiko, que se encuentra enrolado en el Yakuza desde la postguerra y que es el único que puede interceder para liberar a la hija de Tanner. Pero Ken sólo atina a decirle que el Yakuza es inflexible, y que la única maniobra posible es rescatar por la fuerza a la chica. El problema es que el operativo termina convirtiéndose en una matanza, y ahora todo el Yakuza ha puesto precio a las cabezas de Ken y Kilmer, para lo cual sólo poseen dos opciones: huir o enfrentarse en un duelo a muerte con la organización criminal más letal del Japón.

Yakuza Esta pelicula posee un equipo de creativos de lujo; anoten: Robert Towne (Fachada, Barrio Chino, Misión Imposible, y un largo etcétera), Paul Schrader (Taxi Driver, Toro Salvaje, y otro largo etcétera), y Sydney Pollack (Sabrina, Los Tres Dias del Condor, Fachada, Tootsie, … y un nuevo y extenso etcétera). Por supuesto el resultado le va en saga, aunque en su momento Yakuza pasó desapercibida y debió pasar el tiempo para ser redescubierta y valorada como corresponde. A mi juicio es uno de los mejores policiales de los 70, y es un título memorable e influencial; a partir de este filme supimos qué era el Yakuza, y cuáles eran los códigos de honor que mantienen los criminales japoneses, una caterva de leyes no escritas e inquebrantables y que está inspirada en el bushido de los samurais de la edad media.

En sí, Yakuza se puede describir como un drama salpicado con dosis de acción. Hay algo trágico en toda la historia, la cual puede resumirse como un encadenamiento de deudas de honor que termina por quebrarse cuando alguien comete una traición en el medio. Así es como sabemos que Robert Mitchum rescató del fango a una muchacha japonesa y su pequeña hija durante las duras épocas de la ocupación de la post guerra; que la chica tenía un hermano que jamás le perdonó el hecho de convivir con un invasor (si bien valoró el gesto de Mitchum en proteger a las chicas); que, ante la negativa de la chica a aceptar su propuesta de matrimonio, Mitchum decidió irse del Japón, no sin antes ponerle un negocio a la muchacha (y con dinero prestado por Brian Keith); que ahora debe pagar la deuda con Keith, rescatando a su hija; y que, para ello, le reclamará la deuda de honor al hermano de la chica japonesa, el cual ha sido miembro del Yakuza y conoce al dedillo los códigos de la mafia japonesa. Ciertamente llega un punto en que todo el proceso se ve demasiado forzado, casi como un melodrama adornado por una tonelada de balaceras y duelos con katanas, pero aún así no deja de ser efectivo. Cuando ocurre la traición, las deudas por honor se acumulan por docenas, y todos estos personajes se comportan bajo un estricto código de nobleza que resulta admirable.

Si hay un punto flojo en Yakuza, es la inflexión de la mitad de la trama, cuando Brian Keith termina por darse vuelta de una manera sorprendente. Es una vuelta de tuerca que bordea lo bizarro, especialmente porque descubrimos que el líder del Yakuza tiene muy buena comunicación con Keith, y que prefiere saldar el problema del honor antes de preocuparse del desfalco del norteamericano. Es como si el dinero hubiera perdido importancia y sólo primara recuperar el prestigio frente a los otros clanes, pero – aún así – uno no deja de preguntarse: si el tema de la malversación de fondos lo arreglaron en cinco minutos, ¿no hubiera sido mejor que se fueran a tomar un cafe y conversaran sobre eso, antes de reclutar a Mitchum y Takakura Ken?.

Salvo por ese detalle, Yakuza es un filme excepcional. Explora a fondo las costumbres japonesas, posee un gran nivel misticismo y, a su vez, es un policial violento y efectivo. Las performances son notables – en especial Robert Mitchum, un actor enorme que nunca obtuvo el reconocimiento que le corresponde -, el suspenso es alto, y las secuencias de acción son memorables (en especial la larga batalla campal del final). Todo lo que vino después – como, por ejemplo, Lluvia Negra – no hace más que reciclar los elementos seminales que se encuentran en esta película, un clásico que necesita ser redescubierto y colocado en el lugar que se merece dentro de la historia del cine.