Crítica: La Ciudad Sumergida (War-Gods From the Deep) (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1965: Tab Hunter (Ben Harris), David Tomlinson (Harold Tufnell-Jones), Vincent Price (Capitán Sir Hugh Tregathian), Susan Hart (Jill Tregellis), John Le Mesurier (Reverendo Jonathan Ives), Derek Newark (Dan)

Director: Jacques Tourneur, Guión: Charles Bennett & Louis M. Heyward, basados en el poema “La Ciudad en el Mar” de Edgar Allan Poe

Trama: Fines del siglo XIX. Ben Harris se dirige a visitar a su amiga Jill Tregellis, la que posee un castillo en las costas de Inglaterra. Pero llega justo en el momento en que es raptada por un grupo de desconocidos. Con la ayuda de un amigo, Ben logra rastrear la pista de Jill hasta un pasadizo secreto que lo lleva a una serie de cavernas bajo el mar, en donde yace una ciudad sumergida. Allí mora el capitán Hugh Tregathian, un antiguo pirata que en su época se vio obligado a refugiarse en la ciudad subterránea y que, gracias al aire especial que se respira en ella, se ha vuelto inmortal. Ben intentará por todos los medios rescatar a Jill de las garras de Tregathian… pero el tiempo se le acaba, ya que el inestable volcán submarino que se encuentra cercano a la ciudad amenaza con entrar en erupción de un momento a otro.

La Ciudad Sumergida (1965) En general las películas de matineé suelen ser potables a pesar de sus defectos, pero hay casos como La Ciudad Sumergida en donde bordea lo intragable. Tomaron un poema minúsculo de Edgar Allan Poe, y lo expandieron a proporciones elefantiásicas. Y, lo que es peor, es que toda la historia se puede ver como una suerte de versión de tercera mano de alguna aventura típica de Julio Verne, sólo que con menos inspiración, sets muy pobres y una dirección de cámaras que a veces bordea lo caótico.

El libreto es malo. Tenemos al héroe bonito, osado y fuerte, y tenemos al compañero idiota de turno – que junto a su insufrible mascota, hacen las veces de comic relief -. Tab Hunter es un ladrillo actuando y, lo que es peor, su personaje tiene ráfagas de actitudes infantiles. Pero si bien uno puede tolerar a Hunter, el que resulta soportable como un martillazo en las gónadas es David Tomlinson – un tipo que hizo toda una carrera gracias a su cara de nabo y que todo el mundo lo recuerda por Mary Poppins -. Tomlinson se la pasa protegiendo y haciendo chistes sobre su pollo – mascota, los cuales suenan fuera de lugar el 99% de las veces. Para dar una muestra de lo tonto que es el libreto, les cuento que hay una escena en donde el trío principal huye por el fondo del mar, enfrascado en esos trajes de buzo gigantes y ornamentados al estilo victoriano (otro robo a la imaginería de 20.000 Leguas de Viaje Submarino). Y, como el pollo no puede contener la respiración (!), no les queda más remedio que ponerlo dentro del casco del traje de Tomlinson. Si; van los dos dentro de la misma escafandra y viendo por el visor como si estuvieran en una navecita.

La historia no tiene nada de excitante. Arranca bien – hay un par de mutantes anfibios que secuestran a la damisela de turno -, pero el resto es pura charla inútil en medio de decorados de cartón pintado. Es la misma historia que 20.000 Leguas de Viaje Submarino, pero permaneciendo estáticos en un lugar… y sin submarino. El personaje de Price tiene un corte similar a Nemo – otro tipo egoísta y amoral -, con la diferencia que Nemo tenía alguna especie de causa justiciera y era un científico, y acá Price es un vulgar criminal rodeado de su banda y cuya máxima aspiración es que el volcán cercano a la ciudad no explote y termine por arrasarla. Lo que sigue es un licuado de ideas que nunca terminan por desarrollarse, y que pareciera que el libreto las vomita a mansalva como para llenar el tiempo que queda hasta cumplir los 90 minutos reglamentarios de proyección. Desde que los piratas se convirtieron en inmortales gracias al aire especial que respiran, hasta que éstos descubrieron una ciudad ultramoderna sumergida en el mar, construida por una civilización extinguida (¿los Atlantes?); la obsesión del villano por la chica, que parece la reencarnación de su amada fallecida hace 100 años; la presencia de mutantes que asolan la ciudad… y un largo etcétera. Ni siquiera se da una explicación como la gente de cómo estos tipos llegaron hasta ahí abajo. Y todo lo que sigue son persecuciones interminables por decorados baratos, que siempre son los mismos pero tomados con otro ángulo de cámara. La frutilla del postre la pone una eterna persecución por el fondo del mar, la que está filmada de manera caótica e incompetente.

La Ciudad Sumergida es un pastiche mediocre y aburrido. No hay nada que sirva para redimirla o hacerla minimamente recomendable. En todo caso, lo único especial que tiene es la performance de Vincent Price, la cual es extremadamente sobria y lineal. Usualmente Price le da un costado risueño a sus personajes – que va desde lo simpático hasta lo cínico -, pero aquí es un tipo malo e implacable, sin otra vuelta de tuerca. Lástima que ese único detalle no alcance como para aconsejarle a alguien que malgaste 90 minutos de su tiempo en ver un bodrio como éste.