Crítica: Los Vengadores (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 2/5: mediocre USA, 1998: Intérpretes: Ralph Fiennes (John Steed), Uma Thurman (Dra Emma Peel), Sean Connery (Sir August de Wynter), Jim Broadbent (Madre), Fiona Shaw (Padre), Eileen Atkins (Alice), Patrick MacNee (voz del coronel Invisible Jones), Eddie Izzard (Bailey)

Director: Jeremiah Chechik – Guión: Don MacPherson, basado en la clásica serie de TV creada por Sydney Newman

Trama: El “Ministerio” es una poderosa y ultrasecreta agencia de inteligencia. Bajo su mando tiene un arma conocida como Proyecto Próspero, la cual funciona como escudo climático capaz de destruir – via tormentas y rayos – cualquier tipo de ataque misilístico contra Gran Bretaña. Pero el comando central de Próspero ha sido destruido y todas las pruebas indican que la responsable es la doctora Emma Peel, una de las científicas encargadas del proyecto. Curiosamente la coartada de Peel es válida, con lo cual el Ministerio la deja bajo vigilancia y a cargo del experimentado agente secreto John Steed. Pronto comienzan los atentados contra la vida de Peel, los cuales dejan pistas que conducen hasta Sir August de Wynter, el científico creador de Próspero. Y es que de Wynter planea utilizar el arma climática para chantajear a todos los paises del planeta, bajo la amenaza de arrasar sus tierras bajo el peso de devastadoras tormentas. Es el turno de que Steed y Peel detengan a de Wynter antes que concrete sus planes.

Los Vengadores (1998)Durante un tiempo fui uno de los escasos defensores (en todo el planeta Tierra) de la remake de Los Vengadores. No es que fuera una buena película, pero tampoco me parecía tan horrenda. También debo haber sido uno de los pocos que la deben haber visto varias veces – digamos que tenía cierta fascinación viciosa por el desastre -. Quizás la mayor utilidad del filme haya sido despertarme el interés por la serie original, la cual nunca había visto (bah, sólo tenía unos recuerdos fugaces de Los Nuevos Vengadores1976 / 1977 – la cual entra dentro de las primeras impresiones de mi niñez). Después grabé una parva de capítulos, la vi por el canal Retro, e incluso investigué en la web cuando tuve oportunidad. Y mientras que la química de la dupla original Patrick McNee / Diana Rigg sigue siendo insuperable, el conocimiento de la serie sólo me hizo lamentar el desperdicio de recursos y talentos que supuso esta versión para la pantalla grande.

Para quien no conozca, Los Vengadores fue una serie sensación de la década del 60. Comenzó como tira policial, donde un cirujano (Ian Hendry) tomaba revancha contra la mafia por la muerte de su esposa, aliándose con un oscuro agente de inteligencia (McNee). Hendry se tomó el piro, creyendo que iba a hacer una gran carrera cinematográfica – cosa que nunca ocurrió – y dejó a la serie en banda, la cual pasó a ser protagonizada por McNee junto a la fémina de turno. Cuando entró Honor Blackman, la tira se transformó en un éxito; pero no sería hasta la partida de Blackman (para rodar Goldfinger junto a Sean Connery) y el reemplazo por Diana Rigg que la serie se convertiría en un fenómeno de culto. Es que a los libretistas se les comenzó a soltar la chaveta, y empezaron a meter científicos dementes, robots asesinos, invasores alienigenas y disparates de todo tipo y color, lo cual convirtió al show en un delirio excitante que era aguardado con ansias a ambos lados del Atlántico todas las semanas. Lamentablemente la chica de turno volvió a irse – otra vez para rodar un filme Bond, Al Servicio Secreto de Su Majestad (1969) -, y la ausencia de Rigg resultó irremediable. La sustituta Linda Thorson resultó ser una monumental sopa boba en comparación a la bomba sexy Rigg (y sus ajustadísimos cat suits de cuero), lo que le dió una estocada de muerte a la tira, cerrando su última temporada en 1969. Después hubo un débil intento de resucitarla – con muchisimo menos locura en la ya citada Los Nuevos Vengadores -, amén de varios radio teatros en diversas partes del globo. Pero siempre quedó latente esa sensación de que la tira daba para más y que tendría algún tipo de regreso, siquiera para algún telefilm reunión.

30 años después del fin de su emisión original llega esta remake. El problema es que el proyecto quedó en manos de norteamericanos y, para peor, de los menos talentosos. El primero en la lista de gente a fusilar es Jeremiah Chechik, un tipo que ya había torpedeado la remake norteamericana de ese enorme clásico que fue Las Diabolicas y que – gracias a Dios – salió de circulación después de rodar el aborto que ahora nos ocupa. El otro es el libretista Don MacPherson, que no hizo nada decente antes de esto y que – de alguna manera milagrosa – logró convencer a Jerry Weintraub para que – con los ojos cerrados – pusiera la plata para este engendro. MacPherson merece ser fusilado por partida doble, ya que tiene el agravante de ser inglés y haber actuado en contra de uno de los monumentos históricos más importantes de su patria.

Los problemas con Los Vengadores 1998 son varios, diversos e importantes. El primero es intentar recrear a la serie como vehículo de acción, algo que va contra la naturaleza del show. La tira se basaba en investigar, disparar algunos chistes – especialmente cuando intentan matar a Steed y la Sra. Peel de alguna manera ridícula -, y coreografiar algunas peleas con Diana Rigg revoleando tipos por encima de sus hombros. Pero aún dentro de toda su pavada sicodélica, Los Vengadores escondía un misterio y uno lo iba resolviendo con los protagonistas. Acá todo son pirotecnicas disparatadas y diálogos plenos de fanfarronadas, con el agravante que el guionista es un vago de aquellos y no se ha calentado en crear el más minimo misterio en todo el asunto que deben investigar. A los cinco minutos sabemos que Sir August de Wynter es el malo y, lo que es peor, los protagonistas parecen no saberlo, demorando 90 minutos más en giros argumentales inútiles hasta convencerse que el tipo del peluquín es el villano.

El otro gran problema es el casting. Ralph Fiennes es demasiado pasmado y Uma Thurman es demasiado afectada. Los vengadores originales – McNee y Rigg – tenían la química propia de un matrimonio conocido desde hace años, y no eran dos párvulos vomitando fanfarronadas e intentando llevarse mutuamente a la cama. En vez de buscar los músculos, el cartel o las curvas, los productores deberían haber contratado a dos veteranos con quimica – siempre dije que mis ideales hubieran sido Kenneth Branagh y Emma Thompson, incluso cuando tuvieran 40 años para la fecha del rodaje y no fueran las personas más sexys del planeta -, y dejar que los tipos improvisaran en el set enriqueciendo el diálogo. Pero acá la dupla protagonista bobea todo el tiempo, se pavonea mutuamente y, lo que es peor, jamás demuestra tener ni dos dedos de frente a la hora de razonar. Todo el mundo parece abocado a sobreactuar, como si eso fuera sinónimo de estilo o encanto. Incluso el siempre sólido Sean Connery tiene su cuota de escenas terribles.

Tercer punto es el enfoque de Chechik. Convencido de que era un banana de aquellos, Chechik creyó que podando la presencia de extras – o sea, tipos que hacen bulto en pantalla – iba a crear una sensación de irrealidad. El problema es que sólo da la impresión de película barata (o peor aún, de una serie de TV barata), cuando no crea un clima absurdo. De Wynter desata el caos en todo Londres y sólo se ve a Steed y Peel corriendo por las calles. No hay ejército, no hay autoridades, ni siquiera público. Es una decisión creativa realmente estúpida que sólo sirve para hundir aún más una producción pobre en creatividad.

Y por último está el libreto, el cual es un rejunte carente de lógica. Es como si hubieran escrito un puñado de escenas cool – acordes a la sicodelia de la tira original – y después vieran cómo cacso hacer para empalmarlas en una trama medianamente coherente. Es cierto que algunas de esas escenas captan parte del espíritu de la serie (como la reunión con los trajes de osos gigantes, o la mansión laberinto de De Wynter), pero es un despliegue de pirotecnia que no contribuye en nada a la trama. Si a los 5 minutos de comenzada la proyección Steed va a la mansión De Wynter y le mandan una tormenta nevada… ¿qué otra prueba precisa para saber que Sir August es el villano y posee el arma del clima?. ¿Por qué, si le encomendaron vigilar a Emma Peel, ésta termina involucrada como agente encargada de su propia investigación?. ¿Por qué el villano – que posee una fortuna incalculable – solo posee un par de torpes esbirros (que, para colmo, lucen como salidos de una copia barata de La Naranja Mecánica)?. ¿Por qué el villano le abre todas las puertas – de su guarida secreta subterránea – a este dúo de ineptos cuando éstos vienen precisamente a destruirla?. Y si sabían que todas las respuestas las tenía el coronel Invisible Jones en el archivo, ¿para qué diantre esperaron hasta último momento para preguntarle – cuando Londres ya quedó hecha trizas -?.

Los Vengadores 1998 es un bodrio técnicamente prolijo… pero está a años luz del concepto que desea recrear. Uno percibe ramalazos de buenas ideas – como el personaje de Alice, el cual debe haber sido concebido para darle un cameo extendido a la veterana Diana Rigg (hasta la actriz se le parece), la mencionada reunión de los osos, o la idea de la venta a pedido de microclimas -, pero la trama se cae de obvia, carece de suspenso y los personajes terminan siendo unos aburridos de aquellos. Quizás el problema intrínseco de todo el asunto es que Los Vengadores es un concepto tan pop que resulta imposible despegar de la imaginería de la década del 60 y que, quizás, hubiera merecido ser adaptado en clave de comedia – al estilo de la primera Austin Powers -. Como sea, lo cierto es que una serie tan venerada no necesitaba una versión cómo esta, que quizás no califica de infame pero sí de inapropiada.

LOS VENGADORES (LA SERIE BRITANICA DE CULTO)

Los Vengadores (historia de la serie y sus secuelas) – la versión para la pantalla grande: Los Vengadores (1998)