Crítica: La Máquina del Tiempo (The Time Machine) (1960)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1960: Rod Taylor (George), Alan Young (David Filby/James Filby), Yvette Mimieux (Weena), Sebastian Cabot (Dr Philip Hillyer), Whit Bissell (Walter Kemp)

Director: George Pal, Guión: David Duncan, basado en la novela homónima de H.G. Wells, Musica – Russell Garcia

Recomendación del Editor

Trama: En vísperas de fin de año de 1899 en lnglaterra, el inventor George se reúne con unos amigos para mostrarle su última creación: un pequeño dispositivo capaz de viajar a través del tiempo. Una vez encendido el artefacto, éste desaparece delante de los ojos de los presentes, pero los amigos de George descreen de sus teorías y piensa que se trata de algún truco de magia. Después de la velada, George se encuentra firmemente decidido a confirmar su teoría, y para ello se monta en una réplica a escala humana del artefacto. Una vez encendida, la máquina del tiempo lo llevará hacia el futuro, descubriendo el paso de guerras mundiales y ataques atómicos a Inglaterra. Así es como el inventor llega hasta el año 802.701, donde descubre que la humanidad ha evolucionado en la raza Eloi, seres que carecen de cultura y viven en un mundo paradisíaco, alimentándose de frutos salvajes y disfrutando de la naturaleza. Pero a medida que George comienza a averiguar, encontrará que los Eloi no superan los 20 años, y que son criados como ganado por los Morlock, seres que viven en las profundidades y que habiendo sido parte de la raza humana, han evolucionado como monstruosos caníbales.

La Maquina del Tiempo (1960) H.G. Wells es probablemente el más grande autor de ciencia ficción junto con Julio Verne. Esto no desacredita a todos los geniales autores posteriores, pero Verne y Wells son los creadores del género. Y si bien Wells no tenía la erudición de Verne (20.000 Leguas de Viaje Submarino es una verdadera enciclopedia de biología marina), tuvo algunas de las más poderosas e influenciales mentes de la literatura fantástica: basta con nombrar a tres de sus obras más relevantes: La Guerra de los Mundos, El Hombre Invisible, y La Máquina del Tiempo. Lamentablemente la obra fantástica de Wells fue breve antes de dedicarse de lleno a la política y abandonar la escritura de libros de ficción.

Esta versión cinematográfica viene de la mano de George Pal, un artesano que había probado las mieles del éxito en 1953 con su clásica adaptación de La Guerra de los Mundos. En comparación a dicha space opera, La Máquina del Tiempo es una obra más modesta, pero argumentalmente es mucho más sólida. Las ideas y los personajes están mejor desarrollados, y el diálogo no suena a pastiche, además de que Rod Taylor es un intérprete con más carisma que Gene Barry (aunque no mejor actor).

Sin duda el filme es un clásico, pero no uno exento de algunos defectos que tienen que ver más con el tono y los tiempos narrativos. El comienzo de la película es perfecto; es un ejemplo de cine didáctico, decidido a mostrar en términos simples la teoría de lo que va a desarrollar. La explicación de George acerca de la cuarta dimensión (y la demostración de Hillyer de las tres dimensiones clásicas: largo, ancho y altura) es impecable, y quizás pueda reprocharse ciertas actitudes estereotipadas de los amigos del inventor, donde uno llega a plantearse seriamente si existe una relación de verdadera amistad entre ellos. También cae en algunos clisés de la época: el diálogo a solas entre George y Filby muestra cierto conservadurismo muy propio de los 60, donde la ciencia era considerada aún una caja de Pandora que podría traer consecuencias desagradables para la humanidad. También en los diálogos de Filby se destila el dogmatismo cristiano de George Pal (“no hay que atentar contra el orden y las leyes de la providencia”), que también estaba presente en el final de La Guerra de los Mundos (cuando Forrester se refugia en la Iglesia, esperando el fin del mundo).

Pero por suerte el filme no se explaya demasiado en debates profundos, y a los cinco minutos el espectador se encuentra montado en la máquina del tiempo junto con George (cuyo apellido nunca se menciona, pero que en la máquina figura grabado como H. George Wells). El diseño del artefacto es un clásico, y es una ejemplo de simpleza y belleza, considerando que las partes fundamentales del aparato provienen realmente de un viejo trineo de nieve y un sillón victoriano de barbería.

Y cuando George pulsa la manivela es cuando la aventura comienza. Su visión del transcurso de las épocas dado por los cambios de vestuario en el maniquí del escaparate de la casa de enfrente es realmente otro ejemplo brillante de economía de medios que utiliza Pal. Las paradas ocasionales de George están bien resueltas, mas allá de ciertos conceptos que han quedado desfasados, como el de un supuesto ataque atómico en la Inglaterra de 1966; pero la escena sirve para ilustrar al protagonista en lo que son los refugios y las sirenas de alarma, algo que se repetirá cuando llegue al futuro en el año 802.701.

Y es precisamente cuando arriba al mundo de los Eloi y Morlocks en donde el filme comienza a hacer agua. Más de uno hubiera pedido más paradas intermedias de George en su viaje al futuro. El comienzo de la secuencia no está mal; la investigación inicial del paisaje futurista y el descubrimiento de los Eloi. El problema es cuando éstos empiezan a hablar, que es cuando comienzan a notarse los agujeros del libreto. Simplemente los diálogos son anacrónicos: los Eloi parecen carecer de sentimientos (por eso no rescatan a Weena del río), pero por otro lado se procrean (¿cómo?). No tienen cultura pero son capaces de mantener un diálogo fluído; y si la idea de Pal era la de pintarlos como niños crecidos, carece de consistencia con la delicada seducción que hace George de Weena sobre el final del film (la reacción debería ser de temor o desconfianza; ¿no sería acaso un caso de abuso infantil?). Conocen costumbres como sentarse a una mesa y comer con platos; y quizás hubiera sido mejor retratarlos como humanos en bruto, al estilo de El Planeta de los Simios, donde el recién llegado comenzara a enseñarles un poco de cultura y algunas palabras.

Pero si la concepción del film acerca de los Eloi es inconsistente, mucho peor es la de los Morlocks. Como creaturas, el maquillaje termina por ser bizarro. Como raza, si supuestamente dominan el uso del telar para proveerles de ropas a los Eloi, hacen uso de látigos, manejan tecnología para llamar a los Eloi o poseen máquinas, es incomprensible que sean bestias brutas y deformes. Deberían tener su propio lenguaje. Teóricamente es una raza más evolucionada, pero la película no lo presenta así; y la incursión de George en las catacumbas de los Morlocks es demasiado expeditiva. Weena – que no conocía hasta hace mucho el fuego – sabe ahora lo que es una antorcha, y que la tela tiene propiedades combustibles. Y con el agregado terrible que en las cuevas existe algún tipo de líquido inflamable que George enciende por casualidad, y que sirve para brindar un grand finale explosivo a la secuencia. En ese sentido, la lógica va a los saltos en dicha porción de la cinta.

Obviamente la película difiere de la novela. En el libro, el inventor es capaz de llegar a millones de años en el futuro para descubrir que la humanidad ha evolucionado en forma de crustáceos; los Eloi son más primitivos y se sacrifican voluntariamente a los Morlocks a cambio del bienestar material que éstos le proveen. Y, como menciona Richard Scheib en su sitio, todo ello no es más que una sátira encubierta de Wells hacia la sociedad victoriana de su época, donde los Eloi simbolizarían a las clases altas y los Morlocks a la clase obrera, ofreciendo los primeros su sangre con tal de mantener los privilegios de su modo de vida que le proporcionan éstos últimos.

Es un muy buen filme, con algunos tiempos acortados debido a cuestiones presupuestarias y con un núcleo argumental que precisaba pulir. Posteriormente se hicieron algunas versiones televisivas, además de la extraña Time After Time (donde H.G Wells utilizaba la máquina del tiempo para salir en búsqueda de Jack el Destripador), y la remake hollywoodense del 2002, que esperamos comentar en próximo.

LA MAQUINA DEL TIEMPO

La Máquina del Tiempo (1960) es la versión clásica de George Pal. La Máquina del Tiempo (2002) es la remake

GEORGE PAL

Algunas de las producciones de George Pal comentadas en este portal: Destino: La Luna (1950) – Cuando los Mundos Chocan (1951) – La Guerra de los Mundos (1953) – Marabunta (1954) – La Conquista del Espacio (1955) – La Máquina del Tiempo (1960) – Atlantida, el Continente Perdido (1961) – El Poder (1968) – Doc Savage, el Hombre de Bronce (1975)