Crítica: Tierra de Faraones (1955)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1955: Jack Hawkins (faraón Keops), Joan Collins (princesa Nellifer), Dewey Martin (Senta), Alex Minotis (Hamar), James Robertson Justice (Vashtar)

Director: Howard Hawks, Guión: Harold Jack Bloom, William Faulkner & Harry Kurnitz

Trama: En el antiguo Egipto el faraón Keops ha terminado con una campaña de conquistas que le ha provisto tesoros incalculables, los cuales planea enterrar consigo para cuando muera y resucite en el paraíso. Pero para ello precisa una tumba monumental e inexpugnable, y ha decidido confiar en las artes del arquitecto Vashtar, un extranjero que ha sido hecho prisionero en su última batalla. Vashtar le presenta el proyecto de una gigantesca pirámide, la cual quedará sellada mediante mecanismos accionados por arena que trabarán las enormes piedras del interior del sepulcro. Mientras tanto, la joven y ambiciosa princesa Nellifer de Chipre ha trazado un plan para acercarse al faraón, seducirlo y convertirse en su esposa y reina de Egipto. Haciendo uso de todas sus artes de seducción, Nellifer se rodea de una camada de conspiradores, con los cuales trama el asesinato de Keops y sus herederos para allanarse el camino al trono… pero nada terminará de salir como se esperaba.

Tierra de Faraones (1955) Este fue el primer fracaso comercial de Howard Hawks, un experto artesano que marcó una era en Hollywood. Hawks era un director todo terreno e hizo de todo, desde ciencia ficción (El Enigma de Otro Mundo), hasta comedias (La Comezón del Séptimo Año, con Marilyn Monroe) y westerns (El Dorado, Rio Bravo, etc), siempre con una holgada solvencia. Pero aquí las cosas no le salieron tan redondas y el filme resultó un fracaso de taquillas – recaudando algo menos de la mitad de su abultado presupuesto de 3 millones de dólares de la época -, a pesar de tener un impresionante equipo creativo detrás del proyecto, entre los cuales figuraba el premio Nobel William Faulkner.

Ciertamente Tierra de Faraones es una superproducción elefantiásica como hacía Hollywood en sus épocas de esplendor, y es un filme que podría rivalizar palmo a palmo con los despliegues multitudinarios de Cecil B. De Mille. Las malas lenguas de la época hablan de la friolera de 10.000 extras contratados para el rodaje, algo que no suena como una exageración en lo más minimo – hay un excepcional paneo que dura cinco minutos (con algún corte disfrazado en el medio) y que no termina nunca de mostrar columnas gigantescas de gente en el desierto, picando y arrastrando piedras enormes -. Es una película construída integramente con el propósito de deslumbrar al espectador y lo logra, simplemente porque todo lo que uno ve en pantalla es real y se trata de una monumental reconstrucción de época – no como ahora, que con CGI podemos hacer aparecer un millón de personas en el desierto desde una simple computadora -. Aquí hay escenografías gigantes de ciudades, descomunales excavaciones, flotas enteras de barcos hechas para el filme,… es un show completamente deslumbrante.

El tema es que, apartando el despliegue, la historia es algo corta. El faraón es un nene caprichoso que quiere una tumba espectacular que haga historia, rodeado por la mayor cantidad de riquezas que existen sobre la Tierra. Hay una princesa casquivana (Joan Collins, en una de sus primeras apariciones a los 22 años, y jugando un papel que marcaría su carrera: la villana seductora y retorcida) que quiere quedarse con el tesoro pero no con el faraón. Una vez que lo engatusa y se convierte en su segunda esposa, empieza a tejer una red de traiciones. El camino de la conspiración y la suerte de los villanos está cantada desde el vamos, pero aún así es interesante ver cómo Hawks arrea estos personajes hasta el redil del clímax. Todo el mundo actúa ok – sin descollar – y a lo sumo uno podría criticar la elección de Jack Hawkins para el protagónico, ya que se ve bastante vulgar y carece del carisma que requiere interpretar a un “dios terrenal” – uno se ha quedado con el molde mental de Yul Brynner en Los Diez Mandamientos y asume que todos los faraones deberían tener una presencia de similar magnetismo -.

El problema fundamental con la historia es que ninguno de los personajes vale la pena. El faraón es un necio de aquellos, despiadado y obsesionado con sus tesoros; la princesa es otro tanto, con la diferencia que quiere quedarse con lo que Keops ya posee. El primer acto es demasiado estoico, con los personajes hablando de manera muy florida como si fuera obligatorio que toda obra de época suene similar a Shakespeare – si uno lo analiza en detalle, se preguntaría cómo estos personajes (a excepción del faraón) han tenido una educación de clase alta para tener una conversación tan elaborada -. Con la irrupción de Joan Collins en escena el filme gana ritmo y los diálogos suenan menos acartonados. Y mientras que la intriga es previsible, el aspecto History Channel del filme es lo que mejor funciona, con el detalle de las intimidades de la construcción de la gran pirámide.

Tierra de Faraones es un fabuloso espectáculo. Saquen el despliegue y la historia es demasiado almidonada y sin sorpresas, pero es la excusa para ver 10.000 extras poblando la pantalla, y transportándonos al antiguo Egipto con una reconstrucción de época impecable.