Crítica: El Auto (The Car) (1977)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1977: James Brolin (Wade Parent), Kathleen Lloyd (Lauren Humphries), Ronny Cox (Luke), Henry O’Brien (Chas), John Marley (Everett Peck), R.G. Armstrong (Amos Clements)

Director: Elliot Silverstein, Guión: Michael Butler, Dennis Shyrack & Lane Slate, Musica – Leonard Rosenman

Trama: Un perdido pueblo en medio del desierto de Utah. El comisario Everett Peck y su ayudante Wade Parent concurren al llamado de Amos Clements. Amos ha visto a un autoestopista siendo arrollado innumerables veces por un auto negro de apariencia extraña. La noticia conmociona a la pequeña comunidad, pero no parece ser la única mala nueva. Con la aparición de los cadáveres de dos adolescentes en la ruta, crece la sospecha que se encuentran frente a un asesino al volante. Pero Everett resulta atropellado por el auto, y Wade debe ponerse al frente de la fuerza policial. Montando una organizada redada intentan detener al misterioso auto negro, pero la persecución culmina en una matanza de los oficiales. Y poco a poco comienzan a surgir las sospechas de que el auto se encuentra poseído por una fuerza sobrenatural.

El Auto (The Car) The Car es un pequeño clásico desvalorado de la década del 70. Muchísimos críticos – tanto de los formales como de los especializados en filmes de culto – le han restado importancia a la película, partiendo de lo absurdo de la premisa – ¿el diablo al volante de un auto? -, pero existen en toda la historia del cine de terror muchísimos ejemplos de conceptos más patéticos que han terminado por ser considerados clásicos. ¿Por qué negarle semejante honor a The Car?.

Ciertamente la idea central no tiene demasiados pies ni cabeza. Y sin duda todo el film es una conjunción de influencias, principalmente de las películas de Steven Spielberg Duel (1971) hasta Jaws (1975), con unas gotas de El Exorcista (1973). En vez de un tiburón tenemos a un auto; y para darle peso de villano, digamos que el Demonio lo conduce. Total, los temas satánicos estaban tan de moda en los 70…

Pero si bien la premisa es tonta, es un film ejemplarmente bien hecho. Por un lado se preocupa de desarrollar los personajes con naturalidad – la escena inicial con los juegos románticos de James Brolin y Kathleen Lloyd es excelente; la preocupación del Sheriff interpretado por John Marley acerca del caso del marido golpeador está muy bien escrito -, y a lo sumo le mezcla algún clisé como el oficial borracho de Ronny Cox. Pero, comparado con el desarrollo dramático de los personajes del cine de horror de hoy en día, esto es Shakespeare. A esto se le suma un cuidado especial puesto en todo el tono de la historia, que evita caer en el ridículo en todo momento. El desarrollo es coherente y sin pausas; siempre – de un modo o de otro – estamos hablando de lo que sucede con el auto.

Y por supuesto está el coche demoníaco: un Ford Lincoln Continental visiblemente modificado (gracias al talento de George Barris, el creador del Batimovil de la serie de los 60) que tiene un aspecto impresionante. Es un tanque asesino; y los efectos sonoros – desde el monstruoso rugido del motor hasta la memorable bocina – son excelentes. La dirección de Elliot Silverstein no tiene desperdicio alguno, y se encarga de mostrar la elegancia del auto en todo el esplendor de la carnicería.

El film se las ingenia para crear momentos memorables de suspenso; desde el arrollamiento inicial de un jovencísimo John Rubinstein hasta el ataque al ensayo escolar (otra idea tomada de Jaws), y en especial la persecución masiva de la policía. Empezando por la cacería del oficial veterano en las curvas del acantilado (y siendo sorprendido por el auto de frente) hasta el vuelco espectacular con que al auto destroza a dos patrulleros. Todas las apariciones del coche son espléndidamente bien dirigidas, sumando sorpresas a cada rato como el ataque a la casa de Kathleen Lloyd o la formidable secuencia en que James Brolin descubre al auto en la cochera de su casa. ¿El final?: lógico e impecable.

Lo que funciona aquí es que el auto es un vlllano con personalidad. No sólo en su diseño exterior, sino en cada uno de sus ataques. Si mata para quedarse con las almas de los muertos, o analizar el por qué ataca sólo a este pueblo, no tiene sentido. Es simplemente una fuerza maligna e imparable, expeditiva y eficiente. La película ni intenta meterse en el berenjenal de las explicaciones lógicas, a lo sumo una sospecha que tiene el personaje de Ronny Cox. Mejor, no era necesario. Es sencillamente un instrumento de muerte, y el director aprovecha para explotarlo en tono de suspenso y acción de la mejor manera posible. Una película pequeña y modesta pero sin dudas memorable.