Crítica: Los Vengadores (The Avengers) (1961 – 1969)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Gran Bretaña, 1961 – 1969: Intérpretes: Patrick McNee (John Steed), Ian Hendry (Dr. David Keel – 1º temporada), Honor Blackman (Cathy Gale, 2º y 3º temporada), Diana Rigg (Emma Peel, 4º y 5º temporada), Linda Thorson (Tara King, 6º temporada), Patrick Newell (Madre)

Creada por Sydney Newman. 161 episodios de 60 minutos emitidos entre enero 1961 y setiembre 1969 (104 en blanco y negro, y 57 en color). Musica de Laurie Johnson (a partir de la cuarta temporada).

La serie tuvo una segunda época en 1976, lanzada como Los Nuevos Vengadores. 26 episodios color de 60 minutos emitidos entre octubre 1976 y noviembre 1977. McNee repite papel de John Steed, pero ahora acompañado de Joanna Lumley (como Purdey) y Gareth Hunt (como Mike Gambit). Producida por Albert Fenell y Brian Clemens, con una nueva banda sonora a cargo de Laurie Johnson. Sin embargo la nueva serie obtuvo un modesto éxito.

En 1998 Los Vengadores llega a la pantalla grande, esta vez con Ralph Fiennes como Steed, Uma Thurman como Emma Peel, y Sean Connery en el papel de Sir August de Wynter – el villano del film -. Dirigida por Jeremiah Chechik y producida por Jerry Weintraub. Sin embargo el nuevo film se hundió en la taquilla.

Trama: La organización secreta inglesa el Ministerio cuenta con dos armas para combatir a los enemigos del Imperio Británico, y a aquellos dementes que desean conquistar el mundo: se trata del refinado John Steed y la sensual agente Emma Peel. Juntos deberán combatir a jugueteros locos, ejércitos de robots, sociedades venusinas y un sin fín de criminales desquiciados, haciendo gala de sus talentos de combate e ingenio, pero sin perder la calma y la compostura. “Crímenes extraordinarios cometidos contra la gente y el Estado deben ser vengados por agentes extraordinarios !”

Critica: Los Vengadores (The Avengers) (1961 - 1969)

The AvengersEn el reducido olimpo reservado para películas y series de culto, The Avengers ocupa un lugar destacado. Es otro producto más que prosperó a la sombra de la Bondmanía de los 60, si bien sus orígenes datan de 1960, cuando 007 sólo era el héroe de una serie de novelas baratas. Es también la primera serie británica que alcanzó popularidad a nivel internacional, en un pequeño nicho que compartió junto con Danger Man (con Patrick Mc Goohan) y su seudo continuación surrealista The Prisoner.

The Avengers es el fruto de una extraña evolución, marcada por la creatividad de los guionistas en sus diferentes temporadas. En 1960 la Associated British Corporation le pide a Sydney Newman que desarrolle una serie policial. Newman aprovecharía la popularidad que había obtenido Ian Hendry en la fugaz serie Police Surgeon, y lo pondría en el papel principal, otra vez en el rol de un médico. Pero también le daría un co protagonista, papel que sería ocupado por Patrick McNee.

En su primera temporada se narraba el orígen de la serie; unos narcotraficantes entregan por error un paquete con droga a la novia del Dr. David Keel (Hendry), y para evitar que los reconozca terminan por matarla. Keel jurará venganza (de allí el nombre de la serie) y recibiría la ayuda profesional de un oscuro agente secreto llamado John Steed. Esa primer temporada difería mucho de lo que hoy conocemos de The Avengers, ya que su trama es estrictamente realista y policial. Incluso el personaje de Steed estaba totalmente alejado del carácter tal como se conoce.

La serie tuvo un modesto éxito, pero al final de la temporada se sumaron varios factores que determinaron la partida de Ian Hendry. Uno sería una huelga de actores, y la otra, la posibilidad de seguir una carrera cinematográfica para explotar su relativa popularidad, cosa que jamás Hendry podría concretar de modo exitoso. Así fue que para la segunda temporada, Steed pasa a liderar el show; y su nuevo co-protagonista (originalmente pensado para un hombre), terminaría en manos de Honor Blackman. Su personaje de Cathy Gale sería la primera heroína televisiva, una mujer de armas tomar, y así es como la serie comenzaría a marcar rumbos en la televisión.

Tanto la segunda como tercera temporada siguieron marcadas por el tono policial, aunque ya se trataban algunos temas de espionaje (robo de virus, complots gubernamentales, etc). La serie en ese entonces ya era popular y se vendía bien a los mercados internacionales. Pero al final de la tercera temporada, Blackman abandonaría la serie en pos de otra carrera cinematográfica que nunca se concretaría de forma exitosa, y especialmente tras obtener un papel muy especial: el de Pussy Galore en Goldfinger. Como veremos, toda la historia de la serie está marcada por abandonos de sus co-protagonistas, y la saga de 007 jugaría un papel muy importante ligada al desarrollo del show.

Cuando Blackman se va en 1964, los productores entraron en pánico. La serie era un éxito comercial, y tenían enormes interrogantes de cómo reemplazarla. Cada cambio de protagonista involucraba un cambio de estilo en la temática y en los guiones; pero sería entonces cuando aparecería Diana Rigg, y el resto se volvería historia.

The Avengers es hoy el fenómeno de culto gracias a Rigg, McNee y fundamentalmente, a Brian Clemens. Clemens es hoy un ícono de la televisión británica: entre sus hits figuran The Professionals, The Adventurer, Danger Man, y una gran parte de las mejores series britanicas que obtuvieron reconocimiento mundial, sin contar trabajos para la Hammer. Será Clemens quien defina el abandono del estilo policial por una temática más volcada al espionaje, pero con toques surrealistas. En su equipo creativo estará Marie Donaldson, quien será la que invente el personaje de Emma Peel (derivado del término sex appeal): una agente secreto que ha perdido a su esposo en el Amazonas, y que trabaja para la organización secreta conocida como el Ministerio, junto a John Steed – que para ese entonces McNee había pulido su personaje, convirtiéndose en el dandy inglés que hoy todos conocemos -. Ambos agentes ahora deberán combatir a científicos locos, ejércitos de robots, sociedades secretas del espacio exterior, y toda una galería interminable de sicodélicos personajes. Además, Peel es un personaje extraordinario que atrae al público masculino a la serie: enfundada en ajustados catsuits, peleando mano a mano con numerosos enemigos, dotada de una sensualidad extraordinaria.

La quinta temporada ya es un rotundo éxito, y es filmada a colores, gracias a aportes de capitales americanos. Pero también es el comienzo del fin, ya que nuevamente otro protagonista de la serie partiría, y también sería por una oferta de trabajo de la serie 007: Rigg abandona su papel para ser la Condesa Tracy De Vicenzo en On Her Majesty Secret Service. La desaparición de Peel deja un vacío enorme en la serie; y si bien se reemplaza con Linda Thorson para la sexta temporada, la recién llegada es incapaz de llenar los zapatos de Rigg. Si Emma Peel era una femme fatal y una eficaz mujer de acción, la nueva agente Tara King es una veinteañera sin experiencia, demasiado simplista y sin talento para el combate. Es un personaje soso que mella profundamente en la popularidad de la tira. Y si había una química sexual reprimida entre Steed y Peel, aquí se reduce a una suerte de relación paternal que no se condice con los elementos que hicieron popular a la serie. Clemens introduciría un nuevo personaje fascinante – el jefe de Steed y King llamado Madre, y personificado por Patrick Newell -, pero aún las extravagancias del jefe o de las misiones a cumplir no podrían rescatar a la serie del impacto del abandono de Rigg. Así es que en el último episodio de la temporada, Steed y King subiría a un cohete “casero” que había construido el agente en el patio de su casa. Y, por error, activarían los controles, partiendo con rumbo desconocido, mientras Madre – mirando a la camara – asegura: “Ellos volverán”.

Y ellos volverían en 1977. Un productor francés reúne a Thorson y McNee para un comercial de champagne, y la nostalgia invade a muchos. Este productor contacta a Clemens – en ese momento, dueño de los derechos de la serie -, y terminan por formar una alianza para producir una nueva serie con capitales ingleses, franceses y canadienses. El resultado sería The New Avengers, pero la serie iría a los tumbos.

El principal problema de The New Avengers era la ausencia de Rigg. Además, Steed no tenía co-protagonista femenina sino que era acompañado por un dúo de agentes. Y si bien la agente Purdey, encarnada por Joanna Lumley, era una digna sucesora de Emma Peel, lo cierto es que los guionistas dirigen su tensión romántica hacia el personaje de Gareth Hunt. Vale decir, McNee terminaba como una especie de invitado de lo que era su propio show, pensando los productores en continuar la serie con la pareja de jovenes. No sólo se había perdido mucho del delirio en los guiones – eran más cercanos al espionaje corriente, aunque había algunos capítulos más fantasiosos involucrando a mediums u organizaciones que intentaban resucitar un cuarto reich -. También se había perdido la comicidad excéntrica que era marca registrada de la serie – The New Avengers se tomaba demasiado en serio a sí misma -. Entre el papel reducido de McNee y los problemas entre los productores – que empezaron a retirarse cuando la serie no obtuvo los números esperados -, The New Avengers no pasó de la primera temporada.

Es fundamental entender de qué va la serie para explicar su durabilidad: tomando como modelos la cuarta y quinta temporada – la era Rigg -, la base del éxito estriba en tener a un señor muy formal e indiferente al peligro, acompañado de una hermosa y letal mujer, totalmente desinhibida y también indiferente al peligro. Entre ellos hay una química sexual reprimida, y un obvio sentimiento de camaradería que los hace funcionar como una especie de matrimonio sin papeles. La confianza mutua, las bromas que se juegan, y especialmente su desprecio al peligro los hace atractivos para el público. En el fondo, es el colmo de la flema británica – impasibles ante el peligro -, adornado con ropas y escenarios chic. Son personajes interesantes que se ven involucrados en tramas fantásticas. Y antes de plantearse la debil credibilidad de las tramas, terminan por aceptar las situaciones y hacerle frente con cierta indiferencia. Ellos pueden comentar algo gracioso aún cuando estén en riesgo sus vidas. La gente gusta de ellos y cree en ellos, por lo que el resto es un decorado que sólo añade toques exóticos a la historia. Y contando además de que, si bien somos cómplices en aceptar historias increíbles gracías a un par de tipos simpáticos, lo cierto es que las tramas eran tan dementes que era imposible adivinar los giros de la misma.

Este matrimonio entre el formal dandy ingles y la femme fatale en catsuit era lo que provocaba la quimica explosiva de la serie. Sustituirlo por chicas inexperientes o por una pareja de agentes entrenados era un error de criterio: nos interesaba Steed y Peel. Pero si los mismos creadores fallaron en captar esta realidad – cuando lanzaron The New Avengers en 1977 -, ¿que se podría esperar de la descerebrada maquinaria hollywoodense cuando estrellaron una superproducción de más de 100 millones de dolares en 1998?

El gran problema de las remakes

Una remake exitosa de una serie televisiva debe tener al menos tres cualidades: debe contar con el elenco y grupo de creativos originales, debe ser respetuosa de sus orígenes y debe expandir el universo que ha creado a través de años de emisiones en la pantalla catódica. Un ejemplo típico de una remake exitosa es Star Trek. Tambien The return of The Man from Uncle, o Get Smart Again son buenas remakes. Quizás en algunos casos no hayan obtenido resultados espectaculares, pero son fieles a su esencia.

Pero, cuando uno de los tres elementos antes descriptos falta (en especial, si no está el casting y creativos originales), el camino que debe seguirse es el exactamente contrario. Hacer una remake por los numeros – un calco del original, pero con un casting diferente – es un error. En especial porque una serie televisiva se compone de capitulos muy cortos en duración; esto significa que la gente ha comprado a la serie, no por una emisión, sino por haber visto una temporada. La quimica entre los protagonistas y el publico se ha dado por un continuo bombardeo de emisiones, con lo cual nos hemos familiarizado con los personajes. Ver a William Shatner como el capitán Kirk o a Robert Vaughn como Napoleón Solo no requiere presentaciones: el actor y el personaje son uno solo – así lo hemos identificado -, amén que de tanto tiempo de encarnarlo, el actor lo representa de un modo cómodo y natural.

Pero cuando los actores mueren o están muy viejos, es una apuesta muy riesgosa poner a alguien a representar lo que en la memoria de todos tenía la estampa de otro actor. En esos casos es que las remakes que han logrado éxito, lo han tenido por optar por un camino diferente. The Brady Bunch Movie es un caso ejemplar: todo el casting es nuevo, pero la trama opta por la satira – ver a los ingenuos pseudo hippies enfrentados con la sociedad cinica de los 80-90: uno de los chicos Brady tiene por siquiatra a un transexual, una chica Brady tiene una amiga lesbiana, etc -. O Starsky y Hutch, donde Ben Stiller y Owen Wilson optan definitivamente por la comedia antes que por el simple policial. No podemos contar en el grupo a Mission Impossible, ya que es un transvestido cinematográfico (la serie siempre se basó en el suspenso y el ingenio, mientras que el film optó por pulverizar a los personajes principales y reconvirtió la mecánica al servicio de un film de acción que sirviera como vehículo para Tom Cruise).

Y ese es el gran problema de The Avengers: the movie. Sin duda, Steed y Peel son fruto de los 60. Representarlos tal cual no tiene sentido en los 90. Especialmente si no se trata de McNee y de Rigg. Pero sin ellos, y sin Brian Clemens en el libreto, ya comenzamos mal. Como dijimos antes, parte del éxito de la serie se basaba en la química entre los protagonistas que funcionaba como un matrimonio real: parlanchines, bromistas, y con picardía. Pero Ralph Fiennes es un sonámbulo en su papel, amén de que Uma Thurman no exhibe la excentricidad propia que daba Diana Rigg.

The Avengers es un film mal concebido; la serie lidiaba con argumentos rayanos en el delirio, pero había un proceso investigativo – aunque fuera básico -, y el público no sabía bien hacia donde perfilaba. En cambio, en la película el villano es evidente desde el vamos, además de que el objetivo – una máquina que controla el tiempo – es algo desgastado que han usado en muchos otros filmes (por ejemplo, en Our Man Flint). La dupla de agentes sólo va y viene desde el Ministerio a la mansión de De Wynter, y el villano en ningún momento intenta camuflar sus intenciones. Y, en el medio, los diálogos y situaciones rozan lo soporífero, amén de que Fiennes y Thurman no hacen click en lo romántico, y su sentido de camaradería es forzado. Pero el director se anima a exponerlos como falsamente apasionados el uno por el otro, e incluso se besan – cosa que jamás pasó en la serie -. Pienso que un matrimonio real – por ejemplo, Kenneth Brannagh y Emma Thompson, antes de separarse – hubieran destilado mucho más encanto que la gelidez de los dos actores principales. No solo entregan líneas de modo soso, sino que todo lo chic y excéntrico que tenían los personajes parece forzado, falso y banal.

Pero, además, está el problema del enfoque del director. Chechik filma linea a linea un argumento que está plagado de escenas desconectadas, y no lo corrige en absoluto. Por supuesto, el film tiene muy buenas imágenes y algunas secuencias inspiradas – el ataque de las abejas mecánicas, la oficina de venta de climas, la reunión de secuaces vestidos con trajes gigantes de oso -, pero la mayoría parecen desligadas de lo que realmente está pasando. No tiene coherencia con el resto. Steed y Peel van y vienen de la mansión de De Wynter, y siempre hay un atentado. Y, lo que es peor, es que no hay otros personajes en la trama – deberían interrogar a más gente, investigar mas, complicar un poco la trama -. Se suma a eso que Chechik, creyéndose creativo, poda totalmente de gente (siquiera extras) las escenas. Hay imágenes de un Londres vacío, de mansiones vacias, de rutas vacías…y si la intención era dar un aire fantástico, lo que consigue es todo lo contrario. Es un clima opresivo y extraño, porque a falta de más gente, la pantalla se centra aún más sobre los protagonistas que no son, en ningún caso, interesantes. Y, por si fuera poco, como diría Roger Ebert, se suma la falacia de las organizaciones criminales cinematográficas: parece que toda organización del mal – mafiosa, terrorista, etc – parece que se compone de un jefe y uno o dos secuaces. En este caso Connery y un par de tipos salidos de The Clockwork Orange.

Ni siquiera el carisma del escocés salva la partida. Connery metió mano en el guión para sus escenas, y ciertamente anima un poco la pantalla, pero terminan desplomándose con la chatura general de todo el film. Quizás si The Avengers hubiera tomado el camino de la auto parodia, o definitvamente decantándose por una comedia, los resultados hubieran sido mucho mejores. Pero ni el productor ni el director ni, mucho menos, el guionista, parecen haber captado el espíritu de Steed y Peel, y han cometido un suicidio cinematográfico.

Es una lástima que el film no haya funcionado. Steed y Peel son personajes fascinantes que viven en un universo muy especial, y que con mayor talento podrían haberse transplantado exitosamente a los tiempos modernos. En tanta rutina cinematográfica de hoy en dia, podrían haber aportado una cuota de delirio necesaria para evitar el declive actual de calidad, donde hoy por hoy todos los filmes de acción resultan ser clones con cada vez menor cantidad de diferencias.

LOS VENGADORES (LA SERIE BRITANICA DE CULTO)

Los Vengadores (historia de la serie y sus secuelas) – la versión para la pantalla grande: Los Vengadores (1998)