Crítica: The Stone Tape (1972)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaGB, 1972: Michael Bryant (Peter Brock), Jane Asher (Jill Greeley), Iain Cuthbertson (Roy Collinson), Michael Bates (Eddie Holmes)

Director: Peter Sasdy; guión: Nigel Kneale

Trama: Los empleados de la corporación Ryan – dedicada a fabricar instrumental electrónico de alta calidad – se han mudado a una antigua mansión adquirida por el dueño con el objeto de transformarla en los nuevos laboratorios de la empresa. Pero la mansión pronto revela estar embrujada y las apariciones de una antigua criada – gritando y cayendo por las escaleras – en uno de los cuartos pasa a ser un fenómeno diario. Peter Brock, líder del proyecto, lejos de amilanarse decide investigar el fenómeno con todo su instrumental científico, y llega a la conclusión de que lo que ven no es un fantasma o una entidad sobrenatural, sino una “grabación” de la muerte de la criada, la cual se repite en presencia de personas que concurren al cuarto. Ahora Brock está obsesionado con descubrir cómo se ha grabado en la piedra semejante aparición holográfica – y que la misma sólo es apreciada por la mente de los asistentes, sin que quede señal alguna en ninguno de los medios magnéticos de grabación que poseen -… pero semejante búsqueda puede traspasar los límites de lo científico, abriendo un umbral hacia lo desconocido en donde las consecuencias pueden ser tan impensables como escalofriantes.

Critica: The Stone Tape (1972)

Nigel Kneale: genio y figura de la ciencia ficción británica. El tipo dió a luz al doctor Quatermass, inmortalizado en 4 películas geniales que rompen el molde. Claro, el metié de Kneale era crear delirantes y deliciosas teorías (con seudo asidero científico) para explicar fenómenos paranormales y extraterrestres, como que los marcianos visitaron la Tierra hace miles de años y educaron a los primeros hombres en las primeras artes de la civilización, pero que su aspecto insectoide quedó marcado en nuestra memoria de tal modo que terminamos asociando su figura a la del diablo. O lidiando con silenciosas invasiones alienígenas que siempre terminaban con una visión apocalíptica de Londres devastada por fuerzas extraterrestres. Y si bien The Stone Tape no es la mejor hora de Kneale, sus seguidores sabrán paladear su marca, al intentar explicar la existencia de los fantasmas mediante una genial teoría científica pergeñada en la mesa de un bar.

Ciertamente la primera media hora bordea lo insufrible. Es Kneale haciendo tiempo y, para “humanizar” a los personajes (siquiera los de relleno) los hace hablar pavadas, contar anécdotas inútiles, irse por las ramas o volverse olvidadizos. Tampoco ayuda que el grueso del casting sobreactúa al 130% – viendo a Michael Bryant, intuyo que la mayoría de estos tipos vienen del teatro shakespearano, así que se la pasan gritando siquiera para pedir un café – y la cosa no termina de enganchar. Pero cuando descubren que mora un fantasma en uno de los cuartos de la gigantesca mansión que la corporación ha adquirido para usar como laboratorio, el telefilme despega en gran forma. Porque la primera idea que se les ocurre no es ir a buscar un exorcista o huir, sino utilizar todo su instrumental de medición y todas sus computadoras para explicar el fenómeno en términos científicos – en mas de un sentido The Stone Tape anticipa a La Leyenda de la Casa del Infierno (1973), la cual era menos intelectual y mucho mas aterradora -. Lo que sigue es Kneale puro: chequean estadísticas de apariciones, ven que existen años picos, comprueban que coinciden con años en que la casa estuvo habitada, miran mediciones, deducen que la gente se estremece porque baja la temperatura del cuarto… pero todo el calor chupado va a parar a un único punto de energía, y pronto se shockean al ver que todos ven y escuchan al espectro pero no hay manera de grabarlo en una cinta de audio o video. En un chispazo de genialidad (que salva a la película de sus anodinos protagonistas y dispara la tensión en gran forma) deducen que  el fantasma no es una entidad sobrenatural que está viva sino que es una grabación que se dispara en presencia de personas en el cuarto. Vale decir, al ocurrir un acontecimiento shockeante el mismo quedó grabado en los muros – de ahí el título “La Cinta de Piedra” – y que la presencia de la gente lo dispara como quien reproduce un video. Y el video / sonido va directo a la mente, por eso los instrumentos son incapaces de registrarlo.

Lo que sigue es la locura de Michael Bryant & Co por deducir cómo se ha grabado esto en los muros, y qué actividad humana dispara la manifestación (encontrar el botón de play del holograma). Kneale sigue con sus delirios, concluyendo que la piedra arenisca con que construyeron los muros debe actuar como una especie de cinta magnética que registra eventos impactantes y los reproduce al azar, y al ser esta piedra muy popular en la construcción de castillos en toda Inglaterra explicaría (de manera muy fácil) por que la mayoría de ellos está encantado o posee manifestaciones espectrales. Ciertamente el climax es fácil de anticipar, aunque esos 5 minutos finales no dejan de ser impresionantes.

Si no fuera por la sobreactuación del casting, The Stone Tape merecería cinco atómicos. Al filme le sobra fácil media hora, y los histeriqueos de Jane Asher tampoco ayudan. Sin ser lo mas brillante del maestro The Stone Tape sigue siendo original y sacada, una muestra menor de un genio al que toda su vida le encantó romper el molde. Y, desde ya, una película super recomendada.