Crítica: Starship Troopers (Tropas del Espacio) (1997)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1997: Casper Van Dien (Johnny Rico), Dina Meyer (Dizzy Flores), Denise Richards (Carmen Ibanez), Jake Busey (Ace Levy), Neil Patrick Harris (Coronel Carl Jenkins), Clancy Brown (Sargento Zim), Seth Gilliam (Sugar Watkins), Patrick Muldoon (Zander Barcalow), Michael Ironside (Teniente Jean Rasczak)

Director: Paul Verhoeven, Guión: Edward Neumeier sobre la novela Starship Troopers de Robert Heinlein, Musica – Basil Poledouris

Trama: Johnny Rico es un muchacho que desea incorporarse a la Federación como soldado. El motivo es su amor por Carmen Ibanez, una joven que sueña con una carrera militar de piloto espacial. Pero Carmen rompe con él al darse cuenta que desea ascender en la milicia, mientras Rico se prepara para abandonar el servicio. En plena partida llegan las noticias de que la raza alienígena del planeta Klendathu ha desviado un asteroide hacia la Tierra y que el mismo ha arrasado con Buenos Aires, su ciudad natal y donde perecen sus padres entre millones de víctimas. Regresando al servicio, Rico, Carmen y Dizzy Flores – una chica eternamente enamorada de Johnny – partirán hacia los confines de la galaxia a destruir a la raza de insectos de Klendathu. Lo que no sospechan es que los bichos – como llaman ellos – poseen inteligencia propia y preparan una ofensiva masiva que terminará por diezmar a las fuerzas enviadas desde la Tierra.

Starship Troopers (Tropas del Espacio) Cada héroe de acción esconde, tras su fachada, una lección de fascismo. El hecho de diferenciarse del resto, de considerarse superior y tomar la justicia en sus manos, de descreer de las instituciones y de actuar de motus propio, lo hace singular y con su propia escala de valores.

Seguramente el prototipo proviene, cinematográficamente hablando, del clásico Dirty Harry. Con el tiempo las audiencias nos hemos acostumbrado de tal modo que personajes similares ya se han convertido en estereotipos del cine moderno.

Pero mientras que la figura del justiciero termina por ser un elemento marginal de una doctrina política y social totalitaria que ha terminado por adaptarse a los requerimientos del cine contemporáneo, prácticamente no hay cine de propaganda fascista desde el fin de la segunda guerra mundial, con la desaparición del nazismo en Alemania. Un cine que no hable de individuos sino de grupos, que provea una lección masiva de fascismo a los espectadores. Pueden haber contados casos – algunos filmes de John Milius, por ejemplo – pero siempre caen en el esquema de los héroes individuales contra el resto del mundo.

Es entonces cuando uno se cuestiona si era necesario respetar o satirizar los puntos centrales de un libro tan polémico como Starship Troopers (1959) de Robert A. Heinlein. Heinlein es reconocido como uno de los supremos maestros de la ciencia ficción (en un trío que estaría integrado por Arthur C. Clarke e Isaac Asimov). Como novela, es interesante destacar la época en que fue escrito. En pleno auge de la Guerra Fría, cuando Este y Oeste tensan sus relaciones al máximo, se pueden encontrar las raíces de una postura filosófica extrema por parte de Heinlein.

Starship Troopers en realidad era un libro de sci fi para el público adolescente. Sin duda tiene sus méritos – ganó un premio Hugo en 1960 -, pero en su momento levantó gran polvareda. Tiene el detalle anecdótico de que es el único libro de sci fi que figura entre el material de lectura oficial en las academias militares norteamericanas. Es una novela popular que ha servido de material de base incluso a adaptaciones no oficiales (Aliens), y numerosas ideas han sido tomadas de molde para argumentos similares.

Pero a fines de los 50, con el Comunismo como el gran villano mundial, es lógico pensar de que quienes se sintieran amenazados por él tomaran una posición política radicalmente extrema. Como alguien dijo, los extremos a la larga se juntan. Si Starship Troopers era una ficción para adolescentes, entonces el propósito de Heinlein no era simplemente entretener sino también difundir una idea. El contenido del libro es fuertemente pro militarista, con la noción de que la Democracia es un régimen ineficiente y que sólo un sistema totalitario puede combatir a las amenazas extremas al sistema. Ideas como la discriminación entre civiles y militares, que sólo los militarizados estuvieran en condiciones de votar y gobernar, o la idea de un gobierno mundial unificado suenan a una utopía basada en elementos de la realidad.

En 1997 llega esta adaptación a la pantalla grande por parte de Paul Verhoeven. Y es un filme al cual no le fue bien, con una respuesta muy despareja por parte del público y de la crítica. Verhoeven – que de niño fue víctima del nazismo durante la segunda guerra mundial en su Holanda natal ocupada – es un ferviente detractor del fascismo, al cual la novela de Heinlein le caería tan bien como una patada en los testículos. Es obvio que el libro de Heinlein no puede adaptarse literalmente – es una reliquia del pasado, una capsula del tiempo de otra era con otro contexto socio político -, pero el lineamiento que lleva adelante Verhoeven tampoco es demasiado acertado. Starship Troopers no sabe si decantarse entre una sátira, un filme de acción o un costoso chiste nerd de Verhoeven sobre el polémico autor. Es cuestion de analizarlo por partes.

Es posible dividir a la película en tres secciones. El comienzo del film promete, con los falsos infomerciales que dieran buenos resultados a la dupla Verhoeven – Neumeier en Robocop (y que siguen siendo impagables). El problema es que pasado esos momentos, el film cae en una letanía insufrible. Es Beverly Hills 90210 en el espacio, con un montón de personajes banales dando vueltas alrededor de sí mismos. Deduzco que esto es un problema de seguir textualmente los lineamientos del libro original, pero en vez de mostrar a un montón de idiotas envueltos en líos románticos adolescentes lo que podría haber hecho Verhoeven es darle más carnadura y normalidad a los personajes. Es obvio que al director no le interesan estos sujetos, hijos de un régimen fascista. Pero tampoco es exitoso en su intención de mostrar un contraste de tonos con los segmentos siguientes – el entrenamiento militar y la batalla en Klendathu -. La primera sección es decididamente horrible y se asemeja a un gran chiste nerd que hace Verhoeven del texto original. En vez de eso, Verhoeven podría haber intentado profundizar a los personajes y generar un auténtico camino del héroe … fascista. Desde el gobierno militar a los uniformes neo nazis, es como lidiar con una causa que no tiene redención posible. Y los personajes son insufribles, especialmente Carmen Ibañez que tiene un gataflorismo intolerable.

El film comienza a redimirse a partir del segundo segmento. Aquí es donde Verhoeven arma un lineamiento similar a Full Metal Jacket de Stanley Kubrick, que es el forjamiento del hombre y la conclusión con el despertar en el mundo real de la guerra. Lo que hace al segundo segmento potable es la aparición de actores más versátiles con personajes más interesantes como el sargento que compone Clancy Brown. Los romances banales siguen, lamentablemente, y sería uno de los pocos casos en que una película hubiera estado mejor sin el trasfondo romántico.

Y la película termina por explotar a full con la llegada al planeta de los bichos. Acá es donde el público termina por perdonarle todas las fallas previas a Paul Verhoeven, y donde el director consigue las imágenes más potentes. Es una auténtica épica. La secuencia del arribo masivo al planeta, con el bombardeo a las naves en orbita es sencillamente descomunal. La masacre está filmada de modo brillante, y aquí el holandés parece tomar lecciones extendidas de otro clásico como Zulu Dawn, con fuertes indefensos asediados por hordas de insectos gigantes. Pero mientras que la acción es espectacular, y el personaje de Michael Ironside no para de robar escenas, el problema sigue siendo el original de Heinlein. Dizzy Flores muere sin ser amada, Rico se transforma en un héroe prototípico fascista – vive solo para la milicia -, la chica caprichosa vive su sueño en la Armada Espacial (sin nadie a su lado), y el amigo síquico se vuelve un jefe de la Gestapo futurista. No es precisamente un final feliz.

Es posible que el problema tenga que ver con el estilo que sigue Verhoeven. Hubiera sido preferible pulir la trama, despojarla de caracteristicas fascistas y darle un perfil mas tradicional. La secuela directa a video Starship Troopers 2: Heroe de la Federacion funciona mucho mejor en tal sentido, con una estructura más standard. En la secuela uno no cuestiona si los heroes son menos meritorios simplemente porque son un grupo de soldados de un régimen totalitario, sino que apunta a los actos heroicos individuales. Como nota curiosa, Brenda Strong aparece en ambos filmes con papeles diferentes (acá es la capitana del Roger Young, el crucero que pilotea Carmen Ibañez).

Es un film fallido. En Robocop Verhoeven pudo lidiar mucho mejor con un escenario seudo fascista (en vez de militares eran las corporaciones las que tenían el poder), y le daba valor al héroe. Tenía una causa justa y seguía la estructura de un Western. Pero aquí el odio por el original de Heinlein insume gran parte del tiempo del film, tiempo en que la sátira no siempre es graciosa o inspirada, y con lo cual la película sólo sale a flote cuando Verhoeven pisa su terreno favorito, que es el de la violencia descomunal. Será cuestión de ver, ahora en el 2007 que se encuentran filmando la tercera parte bajo la dirección del guionista original, Ed Neumeier, cómo sigue la historia.

STARSHIP TROOPERS

La saga de Starship Troopers se compone de: Starship Troopers (1997), Starship Troopers: Heroe de la Federación (2003), Starship Troopers 3: Marauder (2008) y Starship Troopers: Invasión (2012)