Crítica: Stake Land (La Tierra de la Estaca) (2010)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2010: Connor Paolo (Martin), Nick Damici (Señor), Danielle Harris (Belle), Kelly McGillis (hermana), Michael Cerveris (Jebedia Loven), Sean Nelson (Willie), Bonnie Dennison (Peggy)

Director: Jim Mickle, Guión: Nick Damici & Jim Mickle

Trama: La epidemia provocada por un virus desconocido ha convertido a la mayoría de la población mundial en vampiros, y hoy por hoy la raza humana se ha convertido en una minoría en vías de extinción. Martin es un joven cuyos padres han sido masacrados por los vampiros, y ha sido adoptado por un cazavampiros al cual llama Señor. El hombre adiestra a Martin en tácticas de caza y superviviencia, y la dupla decide atravesar Norteamérica, yendo hacia el norte en busca de una mítica comunidad llamada Nueva Edén y donde los humanos viven de manera civilizada y pacífica. Pero el camino está plagado de peligros, no sólo de los vampiros sino de las comunidades de fanáticos religiosos y de canibales, los cuales son mas destructivos que los propios mutantes.

Stake Land Hay buenas peliculas a las que les va muy mal en el cine – porque no tienen presupuesto para campañas publicitarias, o porque carecen de figuras de renombre para mostrar en la cartelera – y que mueren en video. Y en ese universo suelen encontrar una segunda vida, en donde obtienen el reconocimiento que merecen. Stake Land es uno de esos títulos: es un filme feroz, despiadado e inteligente, digno candidato a ser objeto de culto. Y es una película que no merece pasar desapercibida.

Si uno se atiene a las características del relato, Stake Land (La Tierra de la Estaca) sería otra de las tantas adaptaciones no oficiales del clásico de Richard Matheson Soy Leyenda. Un puñado de supervivientes en un mundo infestado de vampiros. Pero me animaría a decir que Stake Land es, por lejos, la mejor adaptación no oficial de Soy Leyenda (ok; George Romero hizo la suya con La Noche de los Muertes Vivientes, pero aquí hablamos de vampiros y no de zombies). Aquí no hay filtros hollywoodenses: las criaturas son sanguinarias, capaces de destrozar a mujeres y niños sin que la cámara tenga la timidez de apartarse durante el proceso. En el inicio del filme hay una secuencia brutal en donde uno de los vampiros se devora un bebé – en un flash que dura un par de segundos pero que no deja de ser impactante -, y deja marcado muy en claro cuál va a ser el tono del filme.

Si Soy Leyenda se reducía a un hombre aislado en su bunker urbano y viviendo en un mundo infestado de monstruos, Stake Land es una historia en movimiento, una road movie apocaliptica al estilo de La Carretera. El protagonista pierde a sus padres en un ataque y es adoptado por un implacable cazador de vampiros, el que le enseña como atacar y sobrevivir en un mundo tan violento. Hay un viaje hacia un paraíso prometido, el cual está plagado de peligros en el medio. Y, como todo viaje, se conocen todo tipo de personas y personajes, algunos de los cuales se unen al grupo. Por ejemplo, se les agrega una religiosa que decide trocar a los hábitos por las armas (Kelly McGillis, la misma de Top Gun y tan avejentada que hoy podría pasar como la madre de su antigua co-estrella Tom Cruise); hay un moreno ex-marine; y está la chica de turno, la que está embarazada y le plantea un serio inconveniente a la vital agilidad que debe mantener el grupo para moverse y sobrevivir. Mucha de esta gente no logrará terminar la jornada.

Stake Land es estrictamente realista. No esperen ver héroes en poses machistas o fashion; acá la gente está sucia y bañada con sangre vieja y seca derramada por los monstruos (y, a veces, por agresores humanos que deben combatir para poder sobrevivir). Los ataques de las criaturas son bestiales. Pero lo más fascinante (y peligroso) pasa por el resto de los supervivientes humanos, los cuales se han organizado bajo la forma de las más diversas utopías extremistas. Cada uno de los distintos bolsones de gente que encuentran los protagonistas a lo largo de su camino conlleva su propio grado de locura y peligrosidad. Hay comunidades de ex marines que actúan por el bien común; hay tribus canibales; y hay sectas de fanáticos religiosos que no dudan, incluso, de utilizar a los mismos vampiros como armas en contra de quienes no quieren unirse a su causa. Una de las secuencias más impactantes de Stake Land tiene lugar cuando una de estas hermandades decide bombardear a una pacífica comunidad… lanzándoles vampiros maniatados desde un helicóptero y liberándolos para que generen una masacre en una zona totalmente desmilitarizada.

En ese sentido, Stake Land es un dechado de creatividad. El universo elaborado es tan rico en posibilidades que podría fácilmente expandirse a una miniserie o a un comic. También es cierto que la abundancia de secuencias y circunstancias le quitan espacio a otros puntos que hubieran resultado fascinantes de explorar – cúales han sido los motivos que llevaron al cazador de vampiros a convertirse en tal, o alguna reflexión profunda por parte de la monja que encarna Kelly McGillis -, y que quizás precisaba un poco más de vuelo poético o reflexivo, pero la versión actual es irreprochable. Los personajes están muy bien perfilados, las secuencias tienen impacto, el universo pintado es fascinante.

Lo que resulta interesante notar son las connotaciones religiosas del filme. Pareciera que el libreto hiciera hincapié en la necesidad de creer en Dios a nivel estrictamente individual, y que cualquier otro tipo de institución (o grupo de intermediarios) sólo utiliza a la religión como herramienta para instrumentar su locura apocalíptica de manera masiva. Hay sectas que favorecen el suicidio masivo como manera de evadirse de la realidad, y hay hermandades abocadas exclusivamente a someter a aquellos que no piensan como ellos, utilizando la religión como excusa. Incluso en un momento, uno de estos fanáticos termina por convertirse en una aberración, en un vampiro inteligente que planea erigirse como una especie de nuevo dios. Como puede verse, hay una parva de locos de todo tipo y color que enarbolan la Biblia para terminar haciendo exactamente lo contrario de lo que dicen las sagradas escrituras – cometiendo asesinatos y violaciónes, esclavizando a los diferentes e imponiéndose por medio de la violencia, y llegando en algunos caso al suicidio -. Da la sensación de que los guionistas han llegado a la conclusión de que la palabra de Dios está devaluada y que lo que ocurre – la epidemia de vampiros – tiene que ver con que el Creador le ha soltado la mano a toda la humanidad, mandándoles una plaga divina para castigarlos, y obligándolos a organizarse en sus propias versiones de Sodoma y Gomorra.

Stake Land es un gran filme, injustamente ignorado. Como fans del buen cine de culto, es nuestro deber difundir las obras que valen la pena y éste es uno de esos casos. Y mas vale que tomemos nota del director y de los guionistas, ya que la presente muestra de talento presagia la posibilidad de que, en un futuro cercano, encontremos obras de su autoría tan fascinantes como ésta.