Crítica: Cuando Sopla el Viento (1986)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Gran Bretaña, 1986: con las voces de John Mills (Jim Bloggs), Peggy Ashcroft (Hilda Bloggs)

Director: Jimmy T. Murakami, Guión: Raymond Briggs, basado en su propio libro infantil

Trama: Hilda y Jim Bloggs son una pareja de jubilados que vive en la campiña inglesa durante la década del 80. Jim está algo nervioso por las noticias que difunde la radio acerca de la candente situación en Europa entre la OTAN y el bloque soviético. En el pueblo le dan unos panfletos del gobierno sobre preparativos caseros ante un eventual ataque nuclear, y Jim se aboca a construir un improvisado refugio antiatómico mientras la quisquillosa Hilda lo reprende, ya que el anciano está desmantelando media casa y acumulando provisiones. Pero las peores sospechas de Jim se convierten en realidad, y toda la isla recibe una lluvia de impactos atómicos. Hilda y Jim alcanzan a protegerse en el refugio e intentan seguir las instrucciones del manual del gobierno, pero no pueden con su genio y terminan por salir antes del tiempo recomendado. Al principio los ancianos extrañan la ausencia del lechero y del diariero, y pretenden seguir con sus vidas como si no hubiera pasado nada; pero lenta e inexorablemente la radiación empezará a estragar sus cuerpos y, tarde o temprano, deberán enfrentarse con la cruel realidad.

Cuando Sopla el Viento En los años ochenta las cosas estaban feas entre los soviéticos y los norteamericanos, y parecía que se iban a ir a las manos en cualquier momento. Tampoco ayudaba el hecho de que los británicos – con la ultra conservadora Margaret Thatcher en el poder – apoyaran incondicionalmente todas las iniciativas de Ronald Reagan, con lo cual terminaban por convertirse en el jamón del sandwich. Cualquier jaleo que hubiera entre las superpotencias seguramente traería consecuencias para los británicos, que se comerían unos cientos de bombas atómicas en el interín. Mientras que esa escalada de tensiones internacionales se reflejó en Norteamérica en filmes como El Día Después (que logró el milagro de que Reagan la viera y recapacitara sobre su política armamentista), en Inglaterra dio a luz alegatos tales como Threads y el filme que nos ocupa ahora. Lo curioso es que semejante discurso proviene del lado menos pensado – en este caso, de Raymond Briggs, que era un autor e ilustrador de libros para niños -. Eso no quita de que en varios de sus libros Briggs comenzara a lanzar dardos camuflados a la administración Thatcher, pero sin dudas Cuando Sopla el Viento es su obra más conocida a nivel internacional. Publicado en 1982, se convirtió en un éxito de crítica y ventas, y rápidamente obtuvo su versión teatral. Y en 1986 un puñado de talentosos – animador Jimmy Murakami (que años antes dirigiera Batalla Mas Allá de las Estrellas para Roger Corman), Roger Waters en la banda sonora, David Bowie aportando canciones – se unieron para llevarla a la pantalla grande.

Pero después que uno termina de ver el filme, empieza a sospechar que se trata de una obra sobrevalorada. Oh sí, está Bowie y Waters, y hay algunas secuencias oníricas con cierto vuelo, pero esto definitivamente no es The Wall. El mensaje antibélico está muy mal resuelto, ya que uno precisa crear personajes adorables (o al menos identificables, cercanos al espectador) para después destrozarlos bajo el peso de las bombas y la radiación; pero el dúo de Hilda y Jim es tan agradable como un dolor de muelas. Son una pareja de viejos charlatanes que viven en otro mundo y hablan sandeces todo el tiempo. La gente estúpida recibe muertes estúpidas, y eso es lo que termina por ocurrir en el filme. Sinceramente no derramé ni una lágrima cuando ví el triste destino que le reserva la historia a esta parejita de ancianos.

En su blog Richard Scheib explica que la intención de Briggs es darle un cachetazo al gobierno británico, exponiendo la crueldad de la guerra atómica y la ineficacia de los manuales para emergencias nucleares, pero dudo seriamente de que ése sea el objetivo del autor. Uno ya ha visto las serias deficiencias (materiales y mentales) de los preparativos para un eventual bombardeo nuclear en suelo británico en filmes como Threads o el clásico El Juego de la Guerra. Pero exponer ese punto requiere que el relato haga uso de una masiva presencia de individuos representativos de la autoridad – militares, policias, políticos, médicos, etc – para confrontar su concepto equivocado con la cruel realidad, y dejarlos en ridículo o al menos shockearse con lo atroz de su pensamiento. Pero en Cuando Sopla el Viento sólo están los dos ancianos, una radio y un manual de superviviencia. Sí, el manual es el mismo de The War Game (parece que en 20 años no le actualizaron ni una coma), y contiene un par de instrucciones estúpidas pero el resto es bastante coherente y, a lo sumo, la sátira sobre el folleto dura escasos minutos.

Pero en realidad el punto de Briggs es que los británicos son una sociedad de viejos, aislados de la realidad del mundo, que creen que la guerra nuclear es similar a la guerra tradicional y que, por ello, no le tienen miedo. Si uno coloca a Margaret Thatcher como la líder de semejante sociedad, sí se puede considerar a Cuando Sopla el Viento como un tiro por elevación al gobierno conservador de turno, pero en realidad el cachetazo va dirigido a todos los habitantes de la isla británica. En ese sentido el filme resulta ejemplificador cuando Jim recuerda la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista casi romántico – los refugios antibombas de aquél entonces, las cartillas de racionamiento, los líderes de la época que eran conocidos por todos -, y termina minimizando todos los riesgos de la amenaza actual. Briggs apunta sus dardos al aislacionismo británico, al que no le importa la situación mundial siempre que tengan su botella de leche y su periódico en la puerta todas las mañanas. Y más que el aislacionismo, es la falta de participación activa e interés en las cuestiones del mundo de hoy. Jim desconoce quién es el líder de la URSS o siquiera del propio gobierno británico; y para él, todo el tiempo, ésta viene a ser una Batalla de Inglaterra version 2.0, con los nazis volviendo a atacar la isla. Si bien la caricatura de Briggs debe ser abrumadoramente identificable dentro de Gran Bretaña – de allí su éxito en la isla -, para el resto del planeta no deja de ser la historia de dos viejos autistas y egoístas que sólo se preocupan por lo suyo y se mueren por culpa de su propia estupidez. Quizás sobre el final el relato empieza a humanizarse un poco – cuando nos damos cuenta de que los ancianos empiezan a mentirse mutuamente para mantener la rutina, mientras que inconscientemente saben que sus cartas yas están jugadas -, pero ese manto de piedad llega demasiado tarde y a esa altura el espectador es ajeno a la suerte de los Bloggs. Uno no lamenta la muerte de los extraños.

Eso no quita que Cuando Sopla el Viento deje de ser una película bien hecha – las performances vocales son muy buenas, y el director Murakami hace gala de todo tipo de técnicas visuales para que el relato sea interesante, aunque esté restringido a las tres habitaciones de la casa de los Bloggs -. El problema con el film es que la premisa es demasiado localista, y a mí no me repercute en absoluto mientras que para un inglés que vivió en la isla en los años 80 le debe resultar un calco de la sociedad de aquella época. El resultado final termina siendo una alegoría bastante tibia, dirigida con floridos recursos visuales, pero que carece del impacto que los críticos de turno alegan en masa – simplemente porque es una historia pacifista y canta Roger Waters -, y desde ya muy lejos de la obra clásica / de culto que todos claman.