Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco
GB, 1977: Patrick Wayne (Sinbad), Jane Seymour (Princesa Farah), Taryn Power (Dione), Patrick Troughton (Melanthius), Margaret Whiting (Zenobia),
Director: Sam Wanamaker, Guión: Beverly Cross
Trama: Sinbad acude en ayuda de la princesa Farah, cuyo hermano Kassim ha caído bajo un hechizo y se ha convertido en un mandril justo cuando iba a ser coronado califa. A Sinbad se le ocurre que la única solución posible puede estar en manos del sabio y alquimista Melanthius, el que vive en los confines del mundo. Hacia allí zarpa Sinbad junto a Farah y Kassim; pero los persigue Zenobia, madrastra de los príncipes y quien desea eliminarlos para darle el trono a su hijo. El tema es que la magia de Zenobia es demasiado potente y pone en riesgo a toda la misión, obligando a Sinbad y los suyos a enfrentarse contra demonios y criaturas gigantescas.
Esta es la tercer aventura de Sinbad producida por el mago del stop motion Ray Harryhausen. El 7mo Viaje de Sinbad (1958) fue un gran éxito en su momento y, a mi juicio, El Viaje Fantástico de Sinbad (1973) debería ser considerada como el pináculo del subgénero de la fantasía arabe (al estilo de las Mil y Una Noches). En esta ocasión Harryhausen quiso cantar triplete… pero no tuvo en cuenta que en ese mismo año se estrenaba La Guerra de las Galaxias (1977), frente a la cual lo suyo parecía un espectáculo barato de feria. Sinbad y el Ojo del Tigre iría marcando la despedida del animador, la que tendría lugar en 1981 con Furia de Titanes.
Ciertamente Sinbad y el Ojo del Tigre es una película mal barajada. El problema no es el cast – de manera sorprendente, el maderoso Patrick Wayne (hijo de papá John) es solvente como Sinbad, y los secundarios están ok -, sino la historia, la dirección… y hasta las animaciones. La historia comienza ok, pero cuando el libreto decide meter al sabelotodo de Melanthius, las cosas se ponen densas. Hay un viaje tras otro, y se le da demasiado espacio al plomífero mandril / príncipe hechizado. Tampoco los combates y las criaturas son gran cosa; todo se ve como un gran reciclado de obras del mismo Harryhausen, comenzando por esqueletos peleando contra humanos – ya visto y mejor coreografiado en Jason y los Argonautas (1963) -; hay un troglodita que se ve demasiado parecido a la bestia de 20 Million Miles to Earth (1957); y el climax incluye a un tigre dientes de sable que parece un peluche barato de esos que venden en las estaciones de servicio. No, ésta no era la mejor hora de Harryhausen.
Todo esto sería medianamente digerible si no fuera por la espantosa dirección de Sam Wanamaker – un actor parecido a Rómulo Berruti y que apareció en toneladas de series en los 70 -. Lo de Wanamaker parece una versión de las Mil y Una Noches dirigida por Jess Franco. Primeros planos, escenas con demasiados cortes, falta de energía en las secuencias de acción… Para colmo hay una escena que tiene lugar en el palacio escondido del sabio Melanthius – el famoso templo de piedra que aparecía en el climax de Indiana Jones y la Ultima Cruzada -, y a esta gente se le ocurrió la espantosa idea de rodarla íntegramente con actores sobre pantalla proyectada. Por supuesto, el resultado final se ve horriblemente falso y berreta.
Yo creo que con otro director Sinbad y el Ojo del Tigre hubiera sido un entretenimiento de matineé pasable, aunque no memorable. El problema es el cineasta que eligieron, que parecía estar a disgusto con el proyecto y decidió torpedearlo, o simplemente carecía de talento.