Crítica: Simone (S1m0ne) (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2002: Al Pacino (Viktor Taransky), Rachel Roberts (Simone), Catherine Keener (Elaine Christian), Pruitt Taylor Vince (Max Sayer), Evan Rachel Wood (Lainey Christian), Winona Ryder (Nicola Anders), Elias Koteas (Hank Aleno)

Director: Andrew Niccol, Guión: Andrew Niccol

Trama: El director Viktor Taransky ha caído en desgracia y ha sido despedido de los estudios después de pelearse con la estrella de su último filme, la cual ha puesto una orden judicial de interdicción que impide utilizar el material rodado hasta ahora. En su desesperación Taransky se cruza con Hank Aleno, un genio de la computación y que padece un cáncer terminal, el cual le habla de un maravilloso software que le permitiría crear actores virtuales. Taransky descree de Aleno, pero a la semana siguiente el programador fallece y le deja como herencia un disco duro que contiene el programa de simulación que le había mencionado. Asombrado por su performance, Taransky crea a Simone – una actriz virtual, cuyo nombre proviene de la abreviatura de SIMulation ONE -, y la introduce digitalmente en su película inconclusa. El filme resulta ser todo un éxito y Simone se transforma en una estrella inmediatamente, pasando a ser la favorita del público. Pero la enorme popularidad de Simone comenzará a socavar la simpatía de Taransky con el programa, al ver que toda la gloria va para ella y no para su trabajo como director. Y a esto se sumarán los enormes problemas que debe solucionar Taransky para hacerle creer al mundo del espectáculo de que Simone es una persona real.

S1m0ne Simone viene de la mano de Andrew Niccol, director de Gattaca y guionista de El Show de Truman. Mientras que en estos filmes Niccol había mostrado destreza en el terreno de la ciencia ficción y lo fantástico, Simone es un paso en falso. Aquí resulta patente que el director no sabe manejar comedias y, lo que es peor, desperdicia la oportunidad de generar una ácida sátira sobre el mundo del espectáculo hollywoodense. El resultado final es algo tibio, pasable, pero a mitad de camino de lo que podría haber sido.

En el fondo S1m0ne no deja de ser una variante de Tootsie (1982), sólo que el alter ego que aquí crea el protagonista es virtual. Pero, por todo los demás, sigue pasos casi idénticos – la falsa personalidad se convierte en un suceso de popularidad; el protagonista pasa por mil y una peripecias para demostrar que su alter ego existe, y que cohabita con él en un mismo cuarto y al mismo tiempo; la creación termina por escapársele de las manos -, con la mayor diferencia de que acá no hay un conflicto de intereses románticos entre Pacino / Simone como ocurría con Dustin Hoffman (vestido de hombre o mujer) y Jessica Lange.

Hay momentos en los cuales Simone da ligeras muestras de lo que podría haber sido, especialmente con la crítica feroz hacia el status de las celebridades y el antiguo Hollywood Star System que aparece en los minutos iniciales del filme. Pero después todo el asunto se diluye en un clima de amoralidad creciente. Taransky nunca reconoce de manera pública y fehaciente los méritos de Hank Aleno – el programador que diseñó el software -, e incluso en el final hay una sensación de total impunidad, con el deseo de explotar el programa hasta el límite de su capacidad en provecho propio. Y si bien toda la historia es metafórica, la credibilidad existe sólo cuando el guión la precisa. Nadie hace una investigación profunda sobre Simone – acerca de su número de documento, su cuenta bancaria, la firma de contratos -, ni siquiera la policía o los estudios de cine; todo el mundo acepta la versión de Taransky sobre la reclusión de la estrella como si fuera una verdad incuestionable; y los investigadores recién aparecen cuando el guión necesita generar un momento dramático. Y aún así, eso es algo que tampoco está demasiado bien resuelto.

No sólo Simone no es creíble en las situaciones que genera, sino que al momento de concretar pasos de comedia termina generando escenas muy blandas. Tal como en Tootsie, en esos momentos en que el protagonista es presionado a demostrar la existencia de su alter ego deberían generarse situaciones de enredo hilarantes, pero aquí no surge ninguna que llegue a ser potable. Ni como sátira ni como comedia funciona; y a lo sumo termina por ser digerible gracias a la energía que le pone Al Pacino al papel principal.

En cuanto a sci fi la historia es medianamente interesante por el hecho de crear una actriz virtual capaz de tener la memoria genética (trasladada a la informática) de performances memorables de grandes intérpretes; pero la ausencia de carisma de Rachel Roberts termina por opacar la idea que el filme pretende vender.

Simone es una comedia amable y pasable. No termina por decidirse hacia donde apuntar, y eso es lo que termina por sepultarla. Hay ideas interesantes pero lamentablemente con las intenciones no llega a ningún lado.