Crítica: Naves Misteriosas (Silent Running) (1972)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1971: Bruce Dern (Freeman Lowell), Cliff Potts (John Wolf), Ron Rifkin (Barker), Jesse Vint (Keenan)

Director: Douglas Trumbull, Guión: Steven Bochco, Michael Cimino & Deric Washburn, Musica – Peter Schickele

Trama: En el futuro la Tierra ha sufrido cambios ambientales que han exterminado a los bosques. La única solución temporal que se ha podido encontrar es enviar naves al espacio, adosadas con enormes domos que contienen los últimos vestigios de la vegetación terrestre. Pero un día llega la orden de abortar la misión y destruir los domos. Sin embargo el botánico Freeman Lowell, tripulante de la nave espacial Valley Forge, se opone fervientemente a la idea y la considera un suicidio para el futuro del planeta. Mientras sus compañeros se preparan a instalar las cargas para detonar las cúpulas, Lowell consigue emboscarlos y termina por asesinarlos. Ahora Lowell está solo, al mando del Valley Forge, y dirigiéndose a toda prisa hacia los anillos de Saturno para perderle el rastro al resto de la flota. Pero los intentos por desaparecer en el espacio han fracasado, y Lowell deberá tomar una decisión vital sobre su vida y sobre el futuro del último domo de vegetación del planeta Tierra.

Naves Misteriosas Este es el primer intento de Douglas Trumbull como cineasta. La fama de Trumbull es como artesano de efectos especiales, desde su mítica labor en 2001, Odisea del Espacio hasta Star Trek, La Película y Blade Runner. A inicios de los setenta los estudios Universal decidieron impulsar una pequeña corriente de cine independiente, dejando el último corte de los filmes a cargo de los cineastas. El resultado fue Silent Running que, con el modesto presupuesto de 1 millon de dolares, marcó el debut de Trumbull como realizador (Trumbull sólo volvería al sillón del director en el rodaje conflictivo de Brainstorm (1983)).

Como suele suceder en los filmes de Trumbull, los efectos especiales son formidables. En su doble rol de director y encargado de FX, Trumbull se da un par de lujos como el de filmar secuencias alrededor de Saturno, e incluso la travesía a través de sus anillos; escenas que fueron planeadas en su momento para 2001 pero por una cuestión de tiempos y tecnología resultaron imposibles en su época. Desde los gigantescos modelos hasta los fabulosos interiores dan una sensación de veracidad impecable; todo el panel de mando del Valley Forge es formidable, de los mejores sets creados para el género. Para ello Trumbull logró hacerse de la posesión de un portaaviones real y a punto de ser desguasado, lo que le permitió crear decorados realmente enormes y sensacionales.

En todo el apartado técnico Silent Running es verdaderamente formidable, y es un film avanzado a su tiempo. Incluso el diseño de los robots es verosímil, dejando de lado un par de detalles menores (como sus piernas mecánicas). Visualmente logra obtener algunas imágenes imborrables, desde los exteriores de las naves hasta las carreras de los carts por los enormes sets. Sin dudas es un prodigio técnico.

Pero, por el otro lado, Naves Misteriosas es un film pretensioso y fallido. En el libreto hay algunos futuros notables poniendo la firma, como el productor televisivo Steve Bochco y el director Michael Cimino. A uno le da la impresión de que el guión tiene buenas ideas muy mal concretadas, a lo que se suma la mano inexperta de Trumbull para dirigir a los actores. Si bien todo el tema ecológico central es realmente bueno, el problema pasa cuando los intérpretes abren la boca. El libreto pone a tres imbéciles al mando de una nave, juntándolos con un demente mesiánico; y es imposible que de esa mezcla el espectador pueda sentir simpatía por alguno de ellos. Desde el comienzo el personaje de Bruce Dern se comporta como un desquiciado y provoca rechazo, cuando lo correcto debería haber sido montar una lenta pero creciente escalada dramática de desesperación y locura. Los actos de Lowell son tan irracionales como los de sus compañeros, y no hay manera de excusar esto. Además, después de los asesinatos, sólo Lowell siente remordimiento en una ocasión – cuando realiza el entierro del tripulante asesinado en la cúpula del gigantesco invernadero -, pero se comporta mayormente como alguien no consciente e impune. Recién sobre el final se percata que debe dar cuenta de todo lo que ha provocado. Pero todo el desarrollo dramático es torpe; y escenas cursi como Dern posando con un águila en su brazo mientras canta melosamente Joan Baez no hacen sino agregar una cuota de ridiculez innecesaria a la película.

Ciertamente el film toma algunas decisiones arbitrarias. Nunca se explica el por qué la Tierra decide abruptamente destruir su última esperanza de reforestación, ni tampoco cómo sobrevive el planeta sin bosques para renovar el oxígeno. Por otro lado, toda la anécdota – tal como está desarrollada – parece material más para un corto o un capítulo de una serie fantástica que para llenar 90 minutos de proyección. Después de que los hechos se desarrollan rápidamente en el inicio, el film se dedica a llenar tiempos muertos. Está la travesía por los anillos de Saturno; el aprendizaje de los robots para jugar Poker; el descubrimiento de la enfermedad de las plantas… pero todo es demasiado episódico, y uno nunca termina de ponerse a favor de Bruce Dern. Es posible que el script original, que preveía un posible contacto alienígena y que serían quienes encuentren la última cúpula flotando en el espacio, fuera muchísimo más interesante que el material de relleno que incluye el libreto final. En vez de ver a Dern portándose de modo incoherente, hubiera resultado excelente que la posta de su protectorado ambientalista hubiera pasado a manos de civilizaciones extraterrestres, quienes podrían haber cuidado mucho mejor a la vegetación que los propios humanos.

Silent Running ha desarrollado una fama de culto en años recientes, en especial por la calidad de sus efectos y su mensaje ecológico. Algunos lo consideran un clásico del género – entre ellos, se incluye Steven Spielberg -, algo que parece excesivo. Es un film fallido, con buenas ideas y ejecución mediocre, que posee unos excelentes efectos especiales. En todo caso, es una película que merecería una remake dirigida por un cineasta más competente y con un libreto más pulido que el original.