Crítica: Serpiente de Mar (1984)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

España / USA, 1984: Timothy Bottoms (Pedro Fontán), Taryn Power (Margaret), Jared Martin (Lemaris), Ray Milland (profesor Timothy Wallace)

Director: Amando de Ossorio, Guión: Amando de Ossorio

Trama: Un vuelo militar que transportaba una bomba atómica experimental comienza a sufrir desperfectos mecánicos, y se ve obligado a lanzarla y detonarla en el océano para que no caiga en manos enemigas. Pero la radiación generada por la explosión mutará a una serpiente marina, convirtiéndola en una criatura gigantesca. Uno de los primeros ataques del animal recaerá sobre un barco pesquero comandado por Pedro Fontán, quien resulta ser elúnico superviviente. Pero la versión de Fontán sobre el monstruo marino carece de crédito frente a las autoridades, debido a su pasado como alcohólico. Ahora Fontán unirá fuerzas con una turista norteamericana y con un escéptico profesor de biología marina, quienes creen en su historia y lo ayudarán a combatir a la criatura, cuyos ataques son cada vez más intensos.

Serpiente de Mar No conozco demasiado la cinematografía fantástica española pero, de lo poco que ví, el que más me impactó ha sido Amando de Ossorio y su saga de culto sobre los zombies templarios. Es un director con verdadero talento, capaz de sortear monumentales dificultades como supone trabajar con presupuestos risibles, y logrando generar películas más que potables. Lo cierto es que Ossorio era un empleado público – estaba asignado a las oficinas del noticiero oficial NODO de aquella época – y, si bien rodar películas era su pasión, tampoco le resultaba indispensable como medio de vida. Y los gustos cinematográficos de los españoles dieron un vuelco tremendo con el fallecimiento de Francisco Franco en 1975, desatando la época del “destape”, en donde todo lo que se consumía debía tener sexo y desnudos. El cine fantástico español entraría en declive y ya no volvería tener la productividad de antes.

Serpiente de Mar es el canto del cisne de Ossorio y, lamentablemente, no es un filme muy bueno. Un productor llamó a último momento a su casa, diciéndole que tenía capitales listos para una co-producción de cine fantástico y que precisaba un argumento. Ossorio salió de su retiro y se despachó con esta poco inspirada rutina de monstruos atómicos que pertenece más a los años 50 que a los 80. Y es que, en realidad, toda la película parece ser una cápsula del tiempo, como si hubiera sido rodada treinta años antes: desde los diálogos, la historia hasta los temibles efectos especiales.

Acá hay un grupete de actores serie B y glorias en decadencia que al menos actúan de manera decente. Timothy Bottoms es uno de esos intérpretes que siempre voló bajo el radar y que tuvo algo de gloria cuando alguien se dió cuenta que era parecido a George W. Bush (y estelarizó varias sitcoms en tal sentido); Jared Martin, que haría mucha TV como la serie de La Guerra de los Mundos; Taryn Power, portadora de apellido ilustre (hija de Tyrone Power); y el amargo Ray Milland, que después de recibir el Oscar en 1945 por Días Sin Huella, se embarcaría en todo tipo de peliculas serie B y Z, con títulos que van desde la excelente El Hombre con Ojos de Rayos X hasta la temible El Monstruo de Dos Cabezas.

El problema es que la historia es lenta y aburrida, reciclando toneladas de clichés del género de monstruos atómicos que para esa altura ya estaba pasado de moda. Pero el mayor defecto del filme es la escasez de presupuesto, que termina con algunas de las secuencias de FX más patéticas que uno haya visto. Por ejemplo, nuestros héroes no salen a alta mar sino que combaten en la costa al monstruo de marras – no había dinero para filmar en el océano -; y el bicho es un calcetín con pelotitas de ping pong como ojos que roza lo patético. Si uno hace una película de monstruos (un clon de Godzilla, por ejemplo) no precisa grandes efectos especiales pero sí un buen diseño de la criatura y unas maquetas como la gente; pero aquí las miniaturas no son más que scalextric pintados así nomás. El grand finale involucra un tren de juguete que rebota contra los decorados, y que se ve tristísimo.

Es una macana que Ossorio se despidiera del cine con algo tan gris como Serpiente de Mar. También es el canto del cisne de Ray Milland – aunque nunca fue un actor que me cayera en gracia con sus papeles de amargado y cínico -. El tema es que se trata de un serie B que hubiera quedado muy bien rodado en blanco y negro en los años 50, pero para los años 80 el color y los malos FX convierten a lo “pintoresco” en directamente terrible.