Crítica: Scooby-Doo (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2002: Matthew Lillard (Shaggy), Sarah Michelle Gellar (Daphne), Linda Cardellini (Velma), Freddie Prinze Jr (Fred), Neil Fanning (voz de Scooby Doo), Rowan Atkinson (Emil Mondavarious), Isla Fisher (Mary Jane)

Director: Raja Gosnell, Guión: James Gunn, basado en los dibujos animados de Hanna Barbera

Trama: Shaggy, Daphne, Fred, Velma y el perro parlante Scooby Doo forman Mistery Inc., un grupo de juveniles investigadores dedicados a descifrar misterios relacionados con lo paranormal. Por una cuestión de egos el grupo se ha desbandado pero, luego de dos años, se han reunido a pedido del millonario Emil Mondavarious, el cual les ha solicitado que investiguen el parque de diversiones temático que recientemente ha inaugurado. Aparentemente los visitantes de ciertas atracciones salen hechizados, y todo hace suponer que hay una fuerza sobrenatural operando tras bambalinas. Pero los chicos comienzan a descubrir una serie de pistas que le indican que nada es lo que parece, y que todo se trata de una conspiración para recolectar las almas de los asistentes, utilizándolas mas tarde en un ritual pagano que le dará a su ejecutor el poder para controlar el mundo. Pero enorme será su sorpresa cuando se enteren de que el ritual precisa el sacrificio de un alma pura… y que el elegido será el torpe perro parlanchin que los acompaña. Sin otro apoyo que su ingenio, los chicos deberán salvar a Scooby y detener la ceremonia antes de que sea demasiado tarde.

Velma ve con cara de pocos amigos las tonterías que dice Daphne en la versión live de Scooby-Doo (2002) Velma ve con cara de pocos amigos las tonterías que dice Daphne en la versión live de Scooby-Doo (2002)

Scooby Doo Mientras en un extremo de la punta estaba Walt Disneyproduciendo cintas animadas de gran calidad a razón de una cada uno o dos años -, en el otro extremo estaba Hanna Barbera. Lo suyo no era el arte o la calidad sino la producción masiva y el consumismo; era inundar mañanas y tardes de las grandes cadenas televisivas con productos baratos y rápidos de manufacturar, de manera de satisfacer la enorme demanda infantil de dibujos animados. Comparado con Disney la calidad era espantosa – mala animación, argumentos mediocres -, pero Hanna Barbera al menos se daba maña para crear personajes interesantes y pegadizos, y ello sirvió para mantenerlos a flote durante casi 5 décadas.

Entre toda la tanda de productos generados por Hanna Barbera, uno de los que mas se destaca es Scooby Doo. Surgió en una época en donde la Hanna Barbera era criticada por las ligas de la decencia, quienes esgrimian que sus shows – como El Fantasma del Espacio – eran excesivamente violentos. La gente de Hanna Barbera pensó en una premisa mas tranquila – un grupo de detectives adolescentes resolviendo un misterio, una formula practicada por novelas juveniles como Nancy Drew o la pandilla del misterio que patrocinaba Alfred Hitchcock -, le agregó adolescentes algo hippones y le puso un perro parlanchin que hiciera las veces de comic relief. Scooby Doo debutó en 1969 e inmediatamente se convirtió en un éxito. Tal es así que sus numerosas iteraciones continúan hasta nuestros días.

Considerando que la Hanna Barbera había experimentado con la versión live de Los Picapiedras (1994), era lógico que siguiera adaptando sus franquicias y Scooby Doo parecía una de las mas aptas. Aún cuando en el estreno la crítica la despedazó, el filme de Raja Gosnell hizo una buena recaudación, suficiente como para potenciar un par de secuelas.

En sí Scooby Doo es una película eminentemente estúpida, pero uno no puede dejar de reconocerle que le va en saga al original animado – el cual tampoco era un prodigio de inteligencia -. Quizás el gran mérito del cartoon haya sido ofrecer otro tipo de historias al público infantil que sonaran un poco mas adultas y elaboradas, y que salieran de los esquemas habituales de bicho grande persigue a bicho chico; pero, aún así, la mayoría de los misterios eran traídos de los pelos y sólo servían de excusa para que Shaggy y Scooby corrieran de una lado a otro y gritando como locos. Acá la cosa está un poco mas elaborada, especialmente porque está James Gunn (Guardianes de la Galaxia; El Amanecer de los Muertos) en los libretos. El tipo se dedica a mandar mensajes entre líneas sugiriendo que Shaggy es falopero o incluso bastardeando a Scrappy Doouna horrenda invenciòn de la serie – y poniéndolo como villano de la historia. En el cuarto de edición quedó el resto de la munición gruesa del libreto de Gunn, incluyendo la sugerencia de que Velma era lesbiana y estaba enamorada de Daphne.

Aún con esos recortes, la versión final de Scooby Doo es disfrutable por un único factor: Matthew Lillard. El tipo es un actor atroz pero acá se hace una panzada y se roba la pantalla en cada una de sus intervenciones, eso sin considerar el esfuerzo actoral que hace ya que el tipo está actuando solo y el perro digital se lo van a agregar en postproducción. El tipo se mete en la piel de Shaggy y es imposible no verlo como la versión definitiva del personaje. Es tan torpe y adorable que hace al filme llevadero por encima de la aburrida Velma (Linda Cardellini) o los densos (y plásticos) Freddie Prince Jr y Sarah Michelle Gellar.

Scooby Doo es un viaje de ida. Está pensada para los fans de la tira animada y, la verdad, cumple con su propósito. Es boba, el argumento no tiene pies y cabeza, y no todos los chistes hacen blanco; pero ver a Matthew Lillard como un Shaggy pasado de rosca vale la pena el costo de la admisión, especialmente después de la gloriosa competencia de pedos que hace con Scooby Doo. Y, con eso, está todo dicho.