Crítica: Terremoto: la Falla de San Andrés (2015)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2015: Dwayne Johnson (Ray Gaines), Carla Gugino (Emma Gaines), Alexandra Daddario (Blake Gaines), Paul Giamatti (profesor Lawrence Haynes), Hugo Johnson-Burt (Ben Turner), Ioan Gruffudd (Daniel Riddick),

Director: Brad Peyton, Guión: Carlton Cuse

Trama: Ray Gaines es un rescatista que trabaja en la división aérea del escuadrón de bomberos de San Francisco. Ahora ha acudido al rescate de una adolescente, cuyo auto ha quedado pendiendo del borde de un precipicio. El accidente de la chica lo ha provocado un temblor de tierra de violencia inusitada, y cuyas réplicas resurgen con mayor brevedad e intensidad. El científico Lawrence Haynes – del departamento sismológico estatal – termina por concluír que ésta es la avanzada de una serie de sismos aún mayores, los cuales tendrán por epicentro a la falla de San Andrés y terminarán por provocar una catástrofe sin precedentes en la historia. Advirtiendo a la población a través de la radio y la televisión, Haynes intenta atenuar el mayor daño posible, provocando el éxodo de la población de la zona. Mientras tanto Gaines carece de noticias de su hija y su ex esposa, razón por la cual decide apropiarse de un helicóptero e ir en su búsqueda para rescatarlas. Lo que Gaines no imagina es el apocalíptico escenario al cual deberá enfrentarse, el cual incluye tsunamis y rascacielos colapsando, y en donde la civilización parece haber desaparecido de la faz de la Tierra.

Terremoto: la Falla de San Andres ¿De qué hablamos cuando hablamos de San Andreas?. ¿De un nivel del GTA o de una remake de Terremoto (1974)?. Bah, en realidad de ninguno de los dos, ya que Terremoto: la Falla de San Andrés tiene la misma calidad dramática que un flan: movedizo, inconsistente, para nada alimenticio. Los momentos ridículos se acumulan mientras los actores hacen el mejor esfuerzo de intentar tomarse en serio la premisa. Quizás el problema no es tanto el libreto sino las pirotecnias visuales que se le ocurren al director Brad Peyton – responsable de esa abominación que fue Viaje 2: la Isla Misteriosa, y con The Rock también como protagonista -, las cuales se alternan entre absurdas y definitivamente estúpidas.

Bastan 5 minutos para matar la credibilidad de un filme y Peyton decide despacharlos en el primer tranco de la película. Una camioneta se cae por la ladera de un precipicio, y va a los tumbos como si fuera una heladera lanzada por el Coyote en un episodio de los Looney Tunes. La chica que maneja sobrevive la salvaje golpiza y el vehiculo queda colgando de un hilito en una enorme grieta de decenas de metros de profundidad. Llega Dwayne Johnson y, al ver que la grieta es irregular (como una Z pero vertical), decide entrar el helicóptero a prepo, sarandeándolo como si pudiera ver dónde tocan las helices, y dejando la punta de las aspas a 10 cm de la saliente mas cercana. ¿No era mejor tirar un cable y que alguien bajara / manoteara a la chica por una de las ventanillas rotas de la camioneta?.

Lamentablemente Terremoto: la Falla de San Andrés está plagada de momentos como ése, tremendamente traídos de los pelos. Científicos que van a medir la intensidad de los movimientos sismicos justo en el interior de una represa – no en un campo o en un lago, sino en un lugar que se pueda demoler y la caigan una tonelada de cascotes arriba del coco -; rajaduras en la tierra que siempre se abren en dirección a los protagonistas (y los cuales se salvan de milagro cuando se lanzan hacia un piso ligeramente mas duro; ¿alguien les informó que el tema de la película son terremotos de mas de 9 grados en la escala Richter, en los cuales no hay lugar seguro posible??); gente que se protege de terremotos apocalipticos escondiéndose debajo de una mesa; heridas ridículas – vigas que salen de la nada y se le clavan en medio de la pata a alguien; gente corriendo debajo de toneladas de escombros que cae del cielo, pero que sólo reciben un pedacito de vidrio clavado en la pierna -, o helicópteros cuyas hélices salen indemnes de un vendaval de cascotes producidos por centenares de rascacielos colapsando (y a los cuales deben esquivar). Los celulares funcionan aún en una ciudad azotada por un terremoto de magnitud 9.1 Richter (igual que acá, que ni siquiera andan en un día soleado!), o puertos infestados de barcos vacíos ya que a nadie en la ciudad se le ocurrió escapar de la zona por mar. Eso sin contar con un improbable tsunami, ya que el sismo ocurrió en San Francisco – lo que significa que las ondas de choque deberían alejarse de la zona (por ejemplo, inundar Japón al otro lado del globo, tal como Paul Giamatti explica al principio del filme), no regresar a ella -. Y por supuesto el taimado cobarde principal, el cual traiciona a medio mundo con tal de sobrevivir. Al menos el filme nos regala el placer culpable de ver a Mister Fantástico aplastado como una cucaracha por un container gigante. Mal día para haber dejado la franquicia y dejar los superpoderes en casa!.

Mientras que el apartado visual y los efectos de sonido son geniales, la historia hace agua. Yo no estoy seguro de poner mis bazas en el personaje de Dwayne Johnson, un tipo entrenado para ayudar y asistir a la gente en esta clase de situaciones, y que acá tira todo por la borda (y se afana un helicóptero que podría haber servido para salvar decenas de vidas) para ir al rescate de su mísera familia. Pero quizás el mayor pecado de Terremoto: la Falla de San Andrés es que pretende ser dramática, con lo cual sus ridiculeces terminan siendo ofensivas. Al menos Emmerich aprendió de sus fracasos y se tomó en joda 2012, transmitiendo a la audiencia que todo eso no era mas que un espectáculo exagerado. Pero acá… ¿qué sentido tiene ponerse serio con el drama de una hija muerta, si después ponés a esos personajes haciendo disparates y piruetas fisicamente improbables bajo una oleada pornográfica de destrucción masiva?.

Ciertamente Terremoto: la Falla de San Andrés no es la peor película de la historia; de hecho es bastante entretenida por la sobreabundancia de efectos especiales. Pero hay momentos en donde uno cruje los dientes al ver las estupideces que se le ocurren al director, el cual se cree pichón de Spielberg y sólo termina siendo un banana de cuarta… algo que termina resintiendo la calidad final de todo el espectáculo.