Crítica: Reigo: The Deep Sea Monster vs The Battleship Yamato (2005)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon, 2005: Taiyo Sugiura (oficial Takeshi Kaido), Susumu Kurobe (capitán Yamagami), Yukijiro Hotaru (oficial Noboru Osako), Mickey Curtis (isleño)

Director: Shinpei Hayashiya, Guión: Shinpei Hayashiya & Keita Toriumi

Trama: Setiembre de 1942, plena Segunda Guerra Mundial. El acorazado Yamato – gloria de la armada japonesa – se reúne con otros barcos de la flota combinada en los alrededores de las islas Chuuk, como preludio para futuras misiones. Pero en el camino divisan una silueta lejana en el mar y, tomándola por un submarino enemigo, deciden atacarla. Lo que desconocen es que acaban de matar a la cría de un enorme monstruo marino, el cual ha montado en cólera y se lanza a atacar de manera furiosa a la flota. Ahora el Yamato y sus buques escolta deberán enfrentar el acoso de la vengativa bestia, el cual se prolonga durante días. Y pareciera que toda la flota estuviera condenada a ser hundida por la criatura, a menos que puedan tenderle una trampa para aniquilarla.

Deep Sea Monster Reigo Deep Sea Monster Reigo es un curioso intento por hacer un kaiju eiga en un escenario histórico. En general los kaiju eiga está anclados en el presente, con la inclusión de algún que otro elemento futurista (superarmas o supernaves creadas para combatir al monstruo gigante de turno), y la única excepción a semejante escenario ha sido la trilogía de Daimajin, la que llevó la historia a la época del Japón feudal. Sí, Pulgasari no cuenta como referente válido.

Acá hay un monstruo que parece un híbrido entre Godzilla y una foca gigante, el que decide acosar a la famosa flota combinada japonesa – la que sembró el terror en el Pacífico durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial hasta que los americanos comenzaron a fulminarla a bombazos a partir de 1942 -. Pero la idea de fondo en realidad es enfrentar a un kaiju contra el mítico acorazado japonés Yamato, considerado la gloria de la armada japonesa y el buque de guerra más grande jamás construído hasta ese momento. Para los japoneses el Yamato era sinónimo de leyenda y poderío – sus cañones principales podían bombardear a 40 km de distancia -, y se creía que el Japón jamás caería mientras el buque siguiera en pie y dando batalla. La realidad es mucho menos resonante, y lo cierto es que el Yamato era un mamotreto gigante construido por la armada para levantar la moral de sus tropas, pero que fue cuidado con tanto celo que prácticamente nunca sirvió para nada. Temerosos de que hundieran su buque insignia, la armada lo sacaba temprano de cualquier refriega , y el Yamato sólo participó en un par de batallas antes de ser hundido en una misión suicida en Abril de 1945.

El ideólogo de todo este proyecto es Shinpei Hayashiya, que era un artesano amateur cuyo proyecto anterior había sido un fan film (Gamera 4: Truth, del cual apenas quedan testimonios y que posiblemente esté archivado por estrictas órdenes de la Daiei, dueña de los derechos de la saga de la tortuga mutante). Acá Hayashiya le llevó la idea a la gente de Option Inc., la que terminó financiando el proyecto… hasta donde pudo con su bolsillo. El estudio ya tenía problemas económicos y logró terminar el rodaje de Deep Sea Monster Reigo con las monedas justas, lo cual lamentablemente se trasluce en el filme. La mitad de los efectos especiales están en pañales y la otra mitad son rústicos o de pobre calidad. Y éste es un relato que necesita como el aire que los FX sean aceptables.

Lo cual es una lástima, porque aquí había una idea original para explotar. Hayashiya dispara un relato con tonos épicos que termina siendo menoscabado por unos FX que parecen salidos de una Commodore 64. Ninguno de los planos CGI resulta convincente, pero algunos de ellos son directamente bochornosos. Y eso que Hayashiya quiere inyectarle adrenalina a la historia – con el bicho enorme de marras saltando por encima del Yamato, apareciendo envuelto en rayos (como si fuera una entidad sobrenatural), o realizando furtivos ataques submarinos -, pero se topa con la abominación de su escaso presupuesto. Al menos el director se da el lujo de contratar al primer Ultraman – Susumo Kurobe -, a Ultraman Cosmos – el andrógino Taiyo Sugiura -, y al delirante inspector Osako de la saga Gamera – Yukijiro Hotaru -, el cual sigue robándose la película como en los filmes de Shusuke Kaneko.

Además de los pobres CGI, el otro punto en contra es el exceso de solemnidad del filme. A la trama le lleva una eternidad llegar hasta el encuentro con la criatura, con escenas demasiado dialogadas ambientadas en decorados muy pobres (una mesa y cuatro sillas hacen de comedor de oficiales del Yamato; la cabina de mando son cinco tipos parados frente a diez tubos que hacen de intercomunicadores), y con excepción de Hotaru, el resto del cast pone cara de compungido durante toda la película. Incluso cuando aparece Reigo, la acción demora un montón en dispararse y todo se reduce a dos tipos hablando dentro de cuatro paredes todo el tiempo. Al menos en el clímax el filme parece despertarse e inyecta tardíamente la adrenalina que requería, añadiendo incluso un toque poético. No es un spoiler decir que el Yamato vence – la historia del buque no terminó en 1942, que es el momento histórico en que se sitúa el filme -; pero Hayashiya le suma un fuerte componente emocional al narrar la suerte final del acorazado, mostrando su espíritu como si fuera un actor kabuki que lanza rosas a sus enemigos y, cuando el hundimiento es inevitable, la reaparición del espíritu de Reigo que acompaña al navío a su última morada en el fondo del mar. Es una secuencia inspirada, empañada por los terribles valores de producción de la película.

Deep Sea Monster Reigo es un filme que merece una remake, o al menos una versión del director con nuevos y mejorados efectos especiales. Lo que quedó en pantalla va de lo mediocre a lo bochornoso, y arruina los méritos del filme. Aquí hay escondido un canto de amor a una leyenda de la historia japonesa, convirtiéndolo en un héroe monumental enfrentado a un desafío aún mayor… pero todo ese tono épico se va al tacho cuando hace su aparición los espantosos efectos digitales.