Crítica: Push (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Chris Evans (Nick Gant), Djimon Hounsou (Henry Carver), Dakota Fanning (Cassie Holmes), Camilla Belle (Kira Hudson), Neil Jackson (Victor Budarin)

Director: Paul McGuigan, Guión: David Bourla

Trama: Los nazis, cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, estuvieron experimentando con personas con poderes síquicos para potenciar sus cualidades y obtener super soldados. Desde ese entonces, las potencias han realizado desarrollos secretos en tal sentido. La agencia norteamericana conocida como la División ha estado capturando individuos con poderes mentales para utilizarlos en sus pruebas sobre un suero experimental; pero ninguno de los sujetos ha sobrevivido los efectos secundarios. Ahora Nick Gant es un joven con poderes telekinéticos que vive en los barrios bajos de Hong Kong, y se ha mantenido al margen de las acciones de la División, hasta que se topa con la adolescente Cassie Holmes – una chica que puede leer el futuro – y lo convence para que lo ayude a recuperar un maletín cuyo contenido es millonario. Pero en la búsqueda Nick se topará con Kira – un ex amor, que también posee poderes síquicos -, quien es la única persona que ha sobrevivido al suero experimental y que viene escapando de los agentes de la División.

Push Pasan los años y las pantallas de cine se ven cada vez más pobladas de filmes sobre super héroes. Primero vino Superman en los años 70; después llegó Batman a finales de los 80. En ambos casos arrasaron la taquilla y quedó en claro que el público pedía más. Pero a partir del filme de Tim Burton sobre el encapotado se generaría una corriente constante de productos basados en comics, que cada año se incrementa en mayor medida. Y si los derechos de autor resultan caros para conseguir una licencia sobre algún héroe conocido, siempre queda la imaginación para crear su propio universo de super hombres. La movida inicial estuvo dada por la serie de TV Heroes; y pronto los guionistas de Hollywood comenzaron a crear supermanes a pedido, despojados de disfraces y viviendo en el mundo actual, prosperando productos que van desde Hancock hasta Jumper. El último invitado a la fiesta es Push, una suerte de X-Men menos ostentoso y ligeramente más realista.

Pero Push fue enormemente vapuleado por la crítica, con una enorme cantidad de opiniones negativas – como indican las mediciones de Rotten Tomatoes – y algunas voces aisladas saliendo a favor del filme – como la del reconocido crítico norteamericano James Berardinelli -. En la taquilla se hundió, recobrando apenas sus costos; y en cuanto a la opinión popular la cosa está igual de dividida, entre algunos que alaban la complejidad de la trama y una amplia mayoría que no la entendió o la calificó directamente de bazofia.

En mi caso personal, yo me considero una persona con una paciencia enorme – casi de proporciones bíblicas -, y poseedor de un amplísimo espectro degustativo. Sea un filme de Kubrick o la peor basura del cine fantástico japonés, siempre intento ubicarme en el tipo del público para el cual ha sido diseñado el producto. Y siempre que empiezo una película, termino de verla, sin importar que tan abismal sea. Excepto con Push; pasada la mitad de la proyección mi dolor de cabeza y mi indignación por la incapacidad de digerir el libreto me hicieron perder por abandono.

Aquí el tema no pasa porque Push sea la versión pobre de los X-Men. Obviamente la mayor parte del presupuesto se fue en contratar a figuras medianamente conocidas – Chris Evans, la antorcha humana de Los 4 Fantasticos; Dakota Fanning; Djimon Hounsou -, y en las locaciones. A mí no me importan los FX – uno no califica los filmes por eso -, sino la exposición y las ideas. El problema con Push es que está recargada de ideas y que las mismas están expuestas de una manera caótica. Aquí hay distintas clases de super hombres: los que mueven cosas, los que destruyen todo con el sonido de su voz, los que leen el futuro, los que sanan a otros, los que borran la memoria, los que engañan la vista con ilusiones ópticas, los que pueden manipular la mente de otros… y la lista sigue. El libreto hace una presentación no muy buena de esas reglas, y empieza a tirar personajes – uno tras otro – que, sobre la marcha, nos vamos enterando de qué tipo de poder tienen. Pero uno empieza a tener la sensación de que muchos de ellos son Deus Ex Machina que el guión va disparando de acuerdo a su necesidad. La imprevista aparición de una “sanadora” para curar a Chris Evans después de su batalla campal con los “sonicos” es un claro ejemplo de esto.

Después uno empieza a recibir otras sensaciones; primero, de que el libreto no está jugando limpio con sus propias reglas – las cuales nunca aclara demasiado -. Si el futuro está en constante cambio – como dice Dakota Fanning -, ¿cómo el padre de Chris Evans le dice que en el futuro deberá ayudar a una muchacha que le va a dar una flor?. A esto se van sumando otros detalles menores – ¿cómo Dakota Fanning hace dibujos tan complejos y llenos de colores en cuestión de segundos, con una pizarrita y una tiza blanca? ¿En dónde quedó tantas horas el moribundo Chris Evans sin que recibiera asistencia y sin que llegara la policía después del duelo inicial? ¿Por qué el libreto no anticipó que Nick y Kira se conocían? ¿Por qué se omitió el detalle que el chino en el sampán era un “borrador” de memoria? – que se van acumulando de manera impresionante, ya que la acción nunca para. Y cuando llegué a la secuencia del reparto de sobres rojos – con instrucciones aleatorias para caaa uno de los aliados de Chris Evans -, decidí tirar la toalla.

Muchas de las ideas de Push sean realmente interesantes, pero posiblemente el libreto fuera mejor material para una miniserie que para una película. La exposición de información en sus 111 minutos de duración es caótica; y no creo que que sea problema del director Paul McGuigan – que ha hecho policiales interesantes como Gangster Nº 1 o Lucky Number Slevin -, sino que me parece que el cineasta se vio desbordado por un libreto al que no le interesa explicar demasiado e insiste en lanzar situaciones y subtramas todo el tiempo sin percatarse si el espectador ha podido asimilarlas. Hubiera sido necesario una poda general de personajes, restringir los poderes a un puñado, apuntar a una primera hora que detallara el funcionamiento de este universo, y dedicar el resto a la conspiración. Pero así como está, las cosas no van. Push abruma hasta al más valiente, y resiente enormemente su credibilidad al sacar conejos de la galera todo el tiempo.