Crítica: El Puente Sobre Remagen (1969)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1969: George Segal (teniente Phil Hartman), Robert Vaughn (mayor Paul Krüger), Ben Gazzara (sargento Angelo), Bradford Dillman (mayor Barnes), E.G. Marshall (brigadier general Shinner), Peter van Eyck (general von Brock)

Director: John Guillermin, Guión: Richard Yates & William Roberts

Trama: Marzo de 1945. Los aliados han lanzado la operación Lumberjack, y su objetivo es apoderarse de alguno de los puentes que aún permanecen en pie sobre el río Rhin para lanzarse de lleno al interior de Alemania. Pero las fuerzas nazis combaten ferozmente y terminan por volar todos los conductos. Ahora el pelotón del teniente Phil Hartman tiene la misión de intentar tomar el último puente sobreviviente, el que se erige sobre Remagen; pero sus tropas están extenuadas y la supremacía militar nazi en la zona es abrumadora. Por su parte, el mayor Paul Kruger de la Wehrmacht es puesto a cargo de la demolición del puente, pero intenta retrasar el operativo para que la 15va división alemana pueda escapar del cerco aliado a través de dicha vía. Entre la tensión, el cansancio, y los refuerzos que no llegan, los nazis y los norteamericanos chocarán en Remagen en cuestión de horas, definiendo el destino de la guerra.

El Puente sobre Remagen En setiembre de 1944 los aliados lanzaron la desastrosa operación Market Garden, con el fin de tomar algunos puentes en diversos ríos que cruzaban Alemania y Holanda, y de ese modo poder llegar rápidamente al corazón industrial del Tercer Reich. Pero no sería hasta seis meses después, con la operación Lumberjack, que los aliados podrían cumplir con su demorado y sacrificado sueño de cruzar el Rhin y plantar sus pies en territorio germano. El Puente Sobre Remagen cubre precisamente el punto culminante de Lumberjack, con la desesperante pelea que tuvo lugar el 7 de Marzo de 1945 sobre las orillas del pueblo del título.

Ciertamente para finales de la década del sesenta el género bélico estaba comenzando a entrar en decadencia, y sólo subsistía con la presencia de casts multitudinarios – el punto final sería Un Puente Demasiado Lejos en 1977 -. Quizás por ello es que El Puente Sobre Remagen ha quedado un tanto olvidada. George Segal no era una luminaria en aquella época – recién tendría su gran momento en los 70 con varias comedias como El Buho y la Gatita o Diversión con Dick y Jane -, y Robert Vaughn intentaba remotar una carrera en el cine sin éxito luego de su hit televisivo El Hombre de CIPOL. Pero si bien ambos carecían de star power en la taquilla, El Puente Sobre Remagen es una superproducción como sólo se concebía en aquella época. Hay un despliegue masivo de gente y pirotecnia, una cuidadísima reconstrucción de época, y algunos de los combates de tanques más feroces jamás filmados en la pantalla grande (y eso que ésta no es una tank opera como La Batalla de las Ardenas o Patton).

Eso no quita de que los personajes tengan su buena cuota de estereotipo. George Segal es el sufrido y agotado capitán de un pelotón al que siempre mandan al frente, Bradford Dillman es el chupamedias de turno (papel en el que se especializaría, como en la saga de Harry el Sucio), Ben Gazzara es el soldado ladrón de buen corazón, y Robert Vaughn es el oficial alemán respetable, aunque no puede evitar lidiar con el nazi que lleva adentro. Mientras que del lado americano hay bastantes clichés, al menos el papel de Vaughn transita sobre la cornisa, debatiéndose entre el militar de carrera, el patriota desesperado, y el nazi prepotente. El guión no intenta demasiado ubicarlo de manera definitiva en alguna de esas tres posturas, ya que sería un sacrilegio (para Hollywood) de que alguien creara un nazi heroico (bueno, eso es lo que quiso hacer Tom Cruise con Operación Valkiria sin demasiado éxito). En el cine esto usualmente se reparte entre: oficiales de la Wehrmacht (militares de carrera, honorables y de tradición prusiana), y oficiales SS, vestidos de cuero negro y absolutamente despreciables. Aquí el personaje de Vaughn no es el villano – ese papel le corresponde a los burócratas nazis por encima de él -, pero definitivamente tiene su cuota gris. El libreto incluso se anima a poner algunas secuencias bastante jugadas (como la muerte de un niño) por el lado de los alemanes, lo que resulta mucho más interesante (hasta con tono antibélico) y balancea toda la sarta de clichés de heroísmo barato que suele empapar a las tropas americanas de turno en los filmes de guerra.

En cuanto a lo de George Segal, yo ya he terminado de convencerme que lo suyo es una sobreactuación en cámara lenta. Hay momentos en que sus reacciones son exageradas hasta el nivel de comic, pero nunca llegan hasta el extremo de lo irritante. Cuando Segal no anda haciendo morisquetas frente a cámara, El Puente Sobre Remagen se despacha con gloriosos combates callejeros con auténticos tanques M24 Chaffee, y manzanas enteras voladas a cañonazos. Curiosamente la anécdota detrás del filme es que el equipo de producción sólo había podido conseguir permiso para filmar en Checoslovaquia, en un puente similar al original de Remagen; pero en aquella época los checoslovacos estaban flexibilizando al extremo el régimen comunista que le imponían los soviéticos – la famosa “Primavera de Praga” -, lo que despertaría la ira de los popes de Moscú y los cuales terminarían por dar la orden para invadirla con tanques en 1968. Precisamente los soviéticos mostrarían fotos del rodaje del filme como prueba de que los americanos estaba intentando apoderarse del país (!); y, con la imprevista invasión, toda la producción de la película tuvo que salir pitando en 28 taxis alquilados a último momento, ya que querían echarles el guante porque los consideraban una tropa especial de la CIA. Por suerte los exteriores del filme pudieron seguir rodándose en otros países.

El Puente Sobre Remagen es una gran filme de guerra. Hay gloriosas secuencias de acción, y buenos diálogos. El perfil de los personajes patina un poco, y definitivamente es una ficción muy liberal sobre los verdaderos acontecimientos ocurridos en aquella batalla, pero es innegable que se trata de un espectáculo como Dios y Hollywood mandaban en sus épocas de gloria.