Crítica: El Principio del Fin (Beginning of the End) (1957)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1957: Peter Graves (Dr. Ed Wainwright), Peggie Castle (Audrey Aimes), Morris Ankrum (General John Hanson), Than Wyenn (Frank Johnson)

Director: Bert I. Gordon, Guión: Fred Freiberger & Lester Gorn

Trama: Un pequeño pueblo de Illinois ha sido arrasado y todos sus ocupantes han desaparecido sin dejar rastro. El ejército acordona el lugar y la inquieta reportera Audrey Aimes se dirige a la zona para obtener la nota. Pero ante el silencio oficial, Aimes intenta escabullirse y da con el paradero del Dr. Wainwright, un científico de la zona que ha estado experimentando con mutaciones vegetales provocadas por la radiactividad, lo que resulta en frutos gigantescos y a los que planea utilizar para paliar el hambre en el mundo. Pero el silo donde se encontraban las muestras también ha sido arrasado y todas las evidencias indican que se trata de un enjambre de langostas que, al devorar los vegetales mutantes, han crecido hasta alcanzar proporciones gigantescas. Y ahora el enjambre se dirige hacia Chicago, donde las autoridades inician una evacuación de emergencia y planean detonar una bomba atómica para exterminar a la horda de monstruos … a menos que Wainwright logre derrotarlos de otra manera.

El Principio del Fin (1957) El Principio del Fin fue el segundo filme como director de Bert I. Gordon, Mr. BIG para sus amigos. El chiste radica en que Gordon rodó películas de monstruos gigantes durante el 90% de su carrera, y ésta no es la excepción. Aunque durante todos estos años la crítica y el público han maltratado sin piedad a El Principio del Fin, no me parece el esperpento que todos claman. Ok, no es original, hay demasiados diálogos y los efectos especiales tienen momentos lamentables, pero es una rutina serie B que se deja ver. Y, en el peor de los casos, puede divertirse arrojando botellas de cerveza vacías contra la pantalla.

He aquí otra rutina típica de monstruos atómicos gigantes, que estaban tan de moda en los años 50 después del hit de The Beast of 20.000 Fathoms. Si se quiere, El Principio del Fin sería la versión barata de Them, la Humanidad en Peligro, con otro enjambre de insectos gigantes asolando las ciudades y con otro especialista de turno proveyendo las soluciones científicas del caso para combatir la amenaza. Pero acá la prosa es bastante más burda que Them, y las cosas se ponen realmente anodinas. Peggie Castle se la pasa hablando con medio mundo hasta que llega la entrada en escena del personaje de Peter Graves … y los diálogos se multiplican sin mejorar el ritmo. A los 40 minutos de proyección aparecen las langostas, que son vulgares saltamontes agrandados fotográficamente y superpuestos a una proyección trasera. Debo admitir que el efecto, en un principio, es pasable y es mucho mejor que una mala marioneta o una terrible animación stop motion. Sin embargo las cosas se ponen alucinógenas cuando los bichos llegan a Chicago. A Gordon no se le ocurre mejor idea que poner a los saltamontes encima de obvias fotografias de edificios, e incentivar a los bichos a que trabajen, soplándoles en el trasero (!). Entonces usted va a ver que la sombra del insecto no se condice con el ángulo de inclinación del edificio, o que los bichos a veces caminan sobre las “nubes” de la fotografía que les hace de piso. Para colmo figura que Peter Graves les está disparando desde uno de los pisos superiores y los está abatiendo … o sea que Gordon los soplaba más fuerte y las pobres langostas salían patinando sobre la imagen. Eso sin hablar del gran climax, en donde las criaturas deberían ir a un lago – siguiendo una señal de apareamientos que Peter Graves logró reproducir – para ahogarse … y termina resultando algo parecido a ver a 20 saltamontes flotando en el agua de un balde. Una lágrima, mire usted.

Es cierto que los FX del climax son malísimos, pero lo son por falta de voluntad de Gordon. Aún con presupuesto cero, podría haber orquestado algo más pulido. Los bichitos caminan entre figuras recortadas de autos y omnibus, en medio de casas de juguete. La gente habla desde azoteas y lanchas, situados enfrente de una proyección trasera que tiembla (!) como si los edificios de atrás estuvieran en medio de un terremoto. Es como si el director se hubiera hartado del filme, y hubiera rodado esas escenas así nomás (o en la primera toma), sin importarle la falta de prolijidad. Gracias an esos momentos es que El Principio del Fin – que venía chata pero ok – se hunde y se convierte en algo infame.

En lo personal le daría una oportunidad a El Principio del Fin. Como dije muchas veces antes, el blanco y negro termina por hacer potables a los bodrios más grandes y ésta no es la excepción. Pero si usted está de humor para ver una película de monstruos atómicos gigantes con FX bizarros, encontrará a esta película más que adecuada, especialmente después de su segunda botella de cerveza.