Crítica: La Pasión de Cristo (The Passion of the Christ) (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2004: James Caviezel (Jesús), Maia Morgenstern (María), Hristo Jivkov (Juan), Francesco De Vito (Pedro), Monica Bellucci (María Magdalena), Mattia Sbragia (Caifás), Toni Bertorelli (Ana), Luca Lionello (Judas)

Director: Mel Gibson, Musica – John Debney Shankar & Gingger Shankar, Guión: Benedict Fitzgerald & Mel Gibson

Trama: Las últimas horas de la vida de Jesucristo, desde la traición de Judas y la entrega a manos de los romanos, pasando por la flagelación, el vía crucis hasta la crucifixión y resurrección del hijo de Dios.

La Pasion de Cristo La Pasión de Cristo es una obra monumental. Es un ejemplo brillante del mejor cine pero, a su vez, es una paradoja viviente: todo el mundo alaba el film pero nadie se atrevería a volver a verlo.

Cinematográficamente, la vida de Jesús ha sido, en el mejor de los casos, mediocremente tratada. En toda la filmografía previa a la obra de Mel Gibson, la inmensa mayoría de películas sobre Jesús ha resultado acartonada, cuando no con cierto ridículo tono de sermón. El problema con los filmes religiosos es que, a pesar de los millones y de las estrellas, de los fastuosos decorados y del talento reunido, no dejan de ser obras de parroquia bien montadas. Rey de Reyes, El Manto Sagrado, o Los Diez Mandamientos (por nombrar algunos de los más conocidos films basados en historias de La Biblia) no pueden dejar de lado cierta pomposidad y actitud reverencial sobre el material que les atañe, sin producir ningun tipo de análisis inteligente sobre el tema, o al menos una nueva perspectiva. A mí no me sirve Jeffrey Hunter como Jesús, recitando en tono barítono parlamentos de La Biblia, y enfundado en impecables túnicas recién salidas de la tintorería. O visiones estilizadas como la de Franco Zeffirelli. Es interesante al respecto algunas conclusiones de Martin Scorsese, quizás el único director que se atrevió a darle un nuevo cariz a una historia por todos conocida, con La Ultima Tentación de Cristo:”no quería a Jesus o a sus discípulos limpios ni inmaculados; no quería que hablaran recitando; quería que se vieran sucios, vulgares y hablando como tú o como yo”. A pesar de su controversia, La Ultima Tentación de Cristo es un intento muy logrado de actualizar, desacartonar y y acercar la historia de Jesús al gran público, desde un punto de vista inteligente.

Pero si la obra de Scorsese fué considerada controversial, parece un grano de arena en el desierto comparado con la polvareda que levantó La Pasión de Cristo. Como siempre, las polémicas siempre se desatan sobre aspectos secundarios y no se vé el bosque, sólo el arbol. Primero, porque se dijo que había un tono antisemita muy pronunciado en el film, cosa que no es cierta. Uno puede decir que los judíos condenan a Jesús, forzando la mano de Pilatos… pero en realidad, es una conjunción de situaciones e intereses que llevan a esa situación. La sensación que me da el film es que todos estos actores históricos están involucrados en una serie de mecanismos que deben cumplirse porque así Dios lo ha definido. Están predestinados a jugar esa suerte de papeles para que el destino natural de Jesús – inmolarse por la humanidad – se ejecute. Es como si actuaran por los sentimientos del momento, para después poder recibir el mensaje y la moraleja. Es obvio en Judas, pero en otras figuras sucede lo mismo, aunque posiblemente más subliminalmente. Judas, Caifás, Pilatos… no dejan de ser marionetas manejadas por el desarrollo de los hechos y por la mano de Dios. Son figuras ejemplares, porque después tendrán su juicio de conciencia.

El segundo aspecto controversial es el gore. Lisa y llanamente, la tortura y la crucifixión de Jesús están filmadas con un detalle de violencia gráfica propio de filmes como Martes 13. Pero mientras que habitualmente la violencia gráfica se da en filmes de horror en circunstancias irreales, con malos guiones, con personajes ridículos, cuando el gore se traslada a un relato realista y bien narrado resulta insoportable. Ahí está el quid de la cuestión: ¿era necesario mostrar la carnicería?. Y yo creo que la respuesta es sí: si usted no quiere ver a un Jesús impecablemente peinado y envuelto en una túnica pristina, sino que quiere experimentar lo que pasó realmente hace 2000 años – a final de cuentas, un film religioso debe movilizar pero fundamentalmente, debe identificarnos con la historia y los personajes -, era necesario mostrar el sacrificio de Jesús con el mayor detalle. Quizás Gibson estire demasiado la secuencia de la tortura – uno ha visto muchísimos filmes de horror, pero cuando el personaje que torturan es alguien como Jesús, íntimamente vinculado a quienes somos cristianos… la secuencia resulta casi imposible de ver entera -, pero ahí radica su punto de vista. Lo que Gibson entiende es que si vamos a hablar de guerra, es ridículo no ver sangre, tripas y espantosas mutilaciones. No le gustan las medias tintas; no es aséptico diciendo que Jesús “se sacrificó por nosotros” sino que lo hace de forma explícita. Es el mayor logro de la obra de Gibson, porque despierta la piedad y el horror en toda la platea. Es una jugada muy audaz, la mayor virtud y también el peor defecto de la obra. Los latigazos, lastimando (y sacando jirones de la carne) es un secuencia terrible, donde normalmente la gente llora. Es un logro enorme del director (¿cuando usted lloró con una película de Jesús? ¿lo hizo con Jesus de Nazareth o con El Evangelio Según San Mateo – de Zeffirelli y de Pasolini respectivamente -?).

Pero además, la película en sí no es solamente la escena de la tortura. Hay muchos otros detalles. Hay una estilización de los ambientes. Está el detalle de que hablan en lenguas originales de la época de Jesús como el Arameo y el Latin. Está la presencia del Demonio – algo nunca antes visto de ese modo, que posiblemente venga de otras fuentes que ha tomado Gibson para el guión como las visiones de las monjas María de Agreda y Ana Catalina Emmerich (del siglo XVII y XVIII respectivamente) -, que añade otro tinte al relato. Hay una confrontación y un dilema moral en Jesús; existe una salida alternativa, pero decide cumplir con los designios de su padre. La presencia del Demonio es realmente fascinante, es un aspecto sobrenatural del film que funciona muy bien. Y, por supuesto, está el final. Es breve, es poderoso y es catártico. Uno ya sabe la historia, ya conoce como termina. Pero, aunque suene estúpido lo que diga, ver a Jesús reincorporarse – la cámara se posa en en su mano, visiblemente perforada por los clavos de la cruz, pudiendo ver a través de ella – es emocionante. Es la primera vez en mi vida en que siento a Jesús como un héroe. Un héroe que, a pesar de las contrariedades, triunfa y sigue adelante. Es en esos escasos segundos de la secuencia de la resurrección, que la platea siente que debe levantarse y aplaudir de pie. Es un film plagado de fuertes emociones y de imágenes muy poderosas.

La Pasión de Cristo es un film brillante. Es inteligente, es novedoso, es poderoso, emociona. Y es a la vez un film muy chocante, demasiado fuerte. Pero, si usted se decide a verlo, es un tour de force que le desgarrará el corazón para reconstruirlo sobre el final y dejarle una poderosa sensación de esperanza. No es un film con moralina, ni en ningún momento sentimos que Gibson está sermoneando. Es una película narrada con naturalidad, concebida de modo impecable, porque su propósito es provocar – pero en un buen sentido -. Para entender a Jesús debemos sentir lo que El sintió, y lo hace de modo explícito. Es una película enorme, que altera totalmente el concepto que uno tenía sobre Jesús, sobre su sacrificio, que despierta los sentimientos religiosos que todos teníamos escondidos. Cualquier otro film anterior sobre Jesús parece ridículo. Solo La Pasión de Cristo tiene la potencia para erigirse como la mejor película de todos los tiempos sobre la vida de El Hijo de Dios.