Crítica: Pánico Infinito (Panic in Year Zero!) (1962)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1962: Ray Milland (Harry Baldwin), Frankie Avalon (Rick Baldwin), Jean Hagen (Ann Baldwin), Mary Mitchel (Karen Baldwin), Joan Freeman (Marilyn Hayes), Richard Garland (Eric Johnson)

Director: Ray Milland, Guión: John Morton & Jay Simms

Trama: Los Baldwin se encuentran en camino de disfrutar unas vacaciones en el campo. Pero destellos en el horizonte y el corte de las líneas telefónicas los alertan acerca de un posible ataque nuclear masivo a los Estados Unidos. El jefe de la familia, Harry Baldwin, decide tomar medidas desesperadas para asegurar la sobrevivencia de su familia, acaparando armas y provisiones, y trasladándose a un lugar remoto donde la radiación no los afecte. Sin embargo el caos reinante los llevará a traspasar los límites de su propia moral.

Panico Infinito Panic in Year Zero! es el dream proyect de Ray Milland, una estrella de Hollywood que supo brillar en los años 40 antes de caer en la serie B durante el resto de su carrera. En los 60 y 70 Milland tendría una prolífica actividad en el género de la ciencia ficción desde clásicos como El Hombre de los Ojos de Rayos X hasta cosas realmente bizarras como The Thing with Two Heads, donde era un científico racista cuya cabeza estaba unida a la del afroamericano Rosey Grier. Esta es una de las escasas ocasiones en las que Milland se sentó en el sillón del director.

Habitualmente Panic in Year Zero! es considerada una película mediocre, y es despreciada tanto por sus pobres valores de producción así como su recargada agenda política. Pero a mi juicio, a pesar de sus disparidades, debería ser considerada como un pequeño clásico. Es una película cargada de ideas – algunas de ellas discutibles -, pero de ningún modo se trata de un filme idiota. Por el contrario, es un ejemplo perfecto de cápsula del tiempo en los momentos más álgidos de la Guerra Fría – fué rodada el mismo año en que hizo eclosión la crisis de los misiles cubanos, y cuando el mundo estuvo al borde del caos atómico -. Como filme apocalíptico es ciertamente minimalista – no hay espectaculares escenarios de destrucción masiva sino apenas un par de secuencias con hongos atómicos sobreimpresos sobre el horizonte -, pero narrativamente cumple con su propósito. Y en vez de dedicarse a estudiar los efectos físicos de la hecatombe nuclear – al estilo de El Dia Después -, se aboca a elaborar una tesis acerca del comportamiento humano de los supervivientes.

Aquí Milland parece decidido a pergueñar su propia versión del manual de supervivencia para americanos damnificados por guerras nucleares. Enterados de la situación, Harry Baldwin decide acometer con todo tipo de recursos disponibles (e incluso extremos) con tal de asegurar que su familia esté a salvo. En sí, la esencia de los pasos que sigue Ray Milland es sorpresivamente coherente: asegurar comida, combustible, armas, buscar lugares aislados, mantenerse alejado del resto de la gente – que se ha dedicado al saqueo y al caos -. Es claramente una posición individualista, en contra de otras posturas de tipo comunitario que se pueden ver en otros filmes apocalípticos – en donde los supervivientes olvidan sus diferencias y empiezan un lento y doloroso proceso de reconstrucción -. Si bien es una óptica cínica, posiblemente sea una visión mucho más realista que otras utopías de la sci fi acerca de un posible futuro termonuclear. Con su escaso presupuesto, Milland transita por todos los estadíos posibles: ladrones de recursos, sobreprecios, escasez de alimentos. No todas esas escenas están resueltas de manera elegante, pero sirven para revisar cada una de las opciones posibles en semejante escenario.

Quizás los mayores problemas del filme pasen por dos aspectos. Uno, es la elaboración de un clímax dramático, en donde la película entra en el carril rutinario propio de los filmes de pandilleros de los 50 y 60. Milland debe hacer justicia con sus propias manos sobre un trío de inmorales que ha ultrajado a su hija. Pero es un segmento tan obvio y descolgado – uno se pregunta por qué estos pandilleros hacen idioteces sin cuestionarse sobre el fin del mundo o la tragedia en ciernes – que resulta ajeno a lo que la película venía elaborando. El otro punto discutible es la postura filosófica y humana del protagonista. En ningún momento uno puede sentir que los Baldwin sean realmente humanos sino que son construcciones intelectuales de los guionistas. Y Harry Baldwin, aún en su pragmatismo extremo, no deja de tener una agenda política. Cada vez que Ray Milland abre la boca, no es un individuo sobrepasado por las circunstancias sino una persona que se coloca a sí misma en un estrato superior y elabora razonamientos discursivos. Hay cierta soberbia en el análisis intelectual de Baldwin, quien termina por mirar el desmoronamiento de la civilización occidental desde un páramo; y a su vez elabora acalorados parlamentos panfletarios sobre la necesidad del hombre de armarse y defenderse, lo cual lo lleva a ubicarse como un conservador acérrimo. En ese sentido, lo que hace Milland no es más que ubicar al hombre en la categoría de animal anárquico por naturaleza, a quien solo la presión de la presencia de la autoridad y la fuerza lo hace mantener civilizado. Desaparecido el gobierno, el individuo vuelve a ser salvaje. Tal como dice en un momento: “yo decido abandonar la civilización; y regresaré cuando la gente vuelva a ser civilizada”.

Polémico, dispar, con un valor de producción barato, Panic in Year Zero! es sin dudas un filme inteligente. No resuelve todas sus situaciones de la mejor manera, pero sobreabunda en ideas. Y aunque sus personajes carezcan de fluidez y naturalidad, la historia representa de una manera más que coherente todas las situaciones posibles que se pueden suscitar en un escenario post guerra nuclear. A mi juicio, un filme subvalorado injustamente.