Crítica: OSS 117: Tokio Hora Cero (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 3/5: buena Francia, 1966: Frederick Stafford (Hubert Bonisseur de La Bath, agente OSS 117), Marina Vlady (Eva Wilson), Jitsuko Yoshimura (Tetsuko), Mario Pisu (Vargas), Colin Drake (Babcock), Billy Kearns (Mister Smith)

Director: Michel Boisrond – Guión: Marcel Mithois, Pierre Foucaud & Terence Young, basados en el personaje creado por Jean Bruce

Trama: El gobierno de los Estados Unidos está siendo chantajeado por una organización secreta, la cual afirma haber desarrollado un misil indetectable capaz de vaporizar una ciudad en cuestión de segundos. A cambio de los planos del arma, la organización ha exigido un cuantioso rescate a pagar en el corto plazo y, para demostrar la veracidad sobre la existencia del misil, ha aniquilado una base militar norteamericana situada en Medio Oriente. El agente del Servicio Secreto Francés Hubert Bonisseur de La Bath – alias OSS 117 – ha examinado las fotografias previas al ataque, y ha descubierto que el misil indetectable es en realidad una versión miniaturizada a escala de un jet de guerra norteamericano, lo cual lo hace invisible tanto al radar como a los ojos de los observadores humanos. El otro punto sorprendente es que la totalidad de las defensas de la base se encontraban inutilizadas, ya que alguien las había desactivado utilizando el código maestro. Ahora La Bath se encuentra en Japón estudiando el caso de Eva Wilson, una joven empleada de la embajada norteamericana y la cual podría haber tenido acceso al código. Y es que un grupo de criminales se encuentra chantajeándola, exigiéndole información a cambio de unas fotos comprometedoras que le han tomado mientras tenía un romance con alguien que no era su esposo. Aprovechando la prolongada ausencia del marido, OSS 117 decide hacerse pasar por éste para seguir de cerca a Eva y detectar a los chantajistas… pero éstos han anticipado la movida y parecen decididos a librarse del agente francés a cualquier precio, ya que el mismo representa una amenaza para sus oscuros planes.

OSS 117: Tokio Hora CeroAntes de que naciera James Bond, existía OSS 117. Nacido en 1949 de la mano de Jean Bruce, el movedizo agente de los servicios secretos franceses protagonizaría incontables aventuras a lo largo de 254 novelas, la última de las cuales apareció en 1992. Una larga y prolífica carrera para un héroe de novelitas pulp cuyo mayor propósito era ser un pasatiempo válido en los momentos de solaz de la Guerra Fría.

Pero, si uno analiza en detalle y lo compara contra la obra de Ian Fleming (quien empezó a publicar aventuras de 007 en 1952), verá que la genética de OSS 117 y 007 es bastante parecida. En realidad uno podría afirmar que Fleming tomó el molde creado por Bruce – héroe cínico y duro con las mujeres, amante de la aventura internacional, e identificado con un prefijo inconfundible – y lo reformó hasta hacerlo propio. Quizás Fleming fuera menos prolífico y quizás tuviera más imaginación comiquera – amén de cierto toque de sofisticación que Bruce carecía -, pero sus obras no eran excesivamente superiores a las de la saga OSS 117. Que en el camino de Fleming se hayan cruzado dos talentosos y adinerados productores que adaptaron exitosísimamente sus libros no implica que Fleming sea considerado un autor serio dentro del género del espionaje. La prueba está en que la saga cinematográfica de 007 sigue estando vigente y continúa recaudando millones, mientras que los libros de Fleming no han sido reimpresos en varias décadas, y sólo aparecen en en las mesas de saldos de las librerías… posiblemente al lado de algunos ejemplares usados escritos por su amigo Jean Bruce.

OSS 117: Tokio Hora Cero es una nueva aventura del agente secreto creado por Jean Bruce. OSS 117 había sido llevado al cine durante la década del 50 – OSS 117 No Está Muerto (1956) – pero no sería hasta la explosión de la Bondmanía – a partir de los buenos números de recaudación de Doctor No en 1962, y ese taquillazo monstruoso a nivel mundial que fue Goldfinger en 1964 – que los productores continentales salieron a reflotarlo a cualquier costa con tal de pegarle un mordisco a la jugosa torta que estaba ofreciendo el cine de espionaje en aquel entonces. Material tenían de sobra – las mencionadas 254 novelas escritas por Bruce, su mujer y, más tarde, sus hijos – y, como las aventuras de OSS 117 no eran mas que intrigas ambientadas en algún que otro escenario exótico, lo único que se precisaba era una estrella serie B y un par de pasajes de avión. Nada de costosos decorados, sofisticados efectos especiales, o siquiera un coche cargado con gadgets.

Con el furor de los filmes de 007, el agente secreto francés había sido revivido en 1963 con OSS 117 Se Déchaîne (con Kerwin Mathews en el rol titular), pero en 1965 decidieron pegarle un lavado de cara a la serie y terminaron contratando a un tipo que nunca había actuado pero que había impresionado fuertemente al productor mientras se encontraba de vacaciones en Bangkok. El hombre en cuestión era un checo enorme – 1.91 metros – que hablaba con fluidez cinco idiomas y que tenía un rabioso look conneryzado: se trataba de Frederick Stafford, el cual tendría su época de gloria en el género del cine de euroespías durante la década del 60. Amén de hacer dos películas como OSS 117, sería el agente 505 en Agent 505 – Todesfalle Beirut (1965), y terminaría la década con el fracasado experimento bondiano de Alfred Hitchcock Topaz (1969), filme que no terminó por satisfacer a nadie. Decepcionado por no haber podido impresionar a nadie en Hollywood, Stafford haría las maletas y se volvería a Europa, en donde seguiría rodando pastiches series B hasta 1977, año en que fallecería en un accidente aéreo.

Pero si en Topaz Stafford era un protagonista débil (y uno de los puntos más flojos del filme), por el contrario brilla de gran forma en OSS 117: Tokio Hora Cero. Aquí se planta frente a cámara con decisión y carisma, manejando muy bien el humor y los puños, y cargándose con soltura el peso del filme sobre sus hombros. Es posible que el blandengue guión de Topaz sumado a la enorme presión de Hitchcock, a quien no le gustaba ni un mínimo los actores de madera – haya mellado su performance en la cinta de 1969. Curiosamente sería otro actor salido de las filas de Hitchcock – y duramente criticado por el director inglés – quien iría a Europa para tomar el lugar de Stafford en la serie mientras éste rodaba Topaz: hablamos de John Gavin (Psicosis), quien pondría el cuerpo al agente secreto en No Roses for OSS 117 en 1968.

Dejando de lado la anécdota, OSS 117: Tokio Hora Cero no es lo que se dice una película de espionaje brillante. La historia es medio traída de los pelos, no tanto por el tema de los misiles en miniatura – camuflados como aviones a escala -, sino por cómo toda esta gente se topa con el personaje de Marina Vlady, la cual trabaja en la otra punta del mundo y parece estar pasándole información a los villanos de turno. En sí, toda la situación es un disparate – la chica trabaja en la embajada norteamericana y roba secretos de la misma, como si uno fuera a guardar informes de prototipos militares altamente confidenciales (y códigos de seguridad que sirven para desarticular las defensas de todas las bases militares pro occidentales en distintas partes del globo) en una casita desprotegida ubicada en los confines de la Cortina de Hierro (y a merced de todos los malvados soviéticos que quieren apoderarse de ellos); el robo de secretos es descubierto por el Servicio Secreto Francés, pero la CIA no sabe nada de esto (oh la lá!); y la muchacha sigue siendo chantajeada por los villanos, aún cuando éstos descubrieron que los franceses se han percatado y les están siguiendo los pasos de cerca -. Como suele pasar con el 90% de las historias de espionaje la trama tiene agujeros de lógica (algunos de los cuales son enormes), pero éste no es un defecto para achacarle a Jean Bruce sino al género en su totalidad. – ¿Acaso nadie recuerda la aparición “casual” del amigo comunista en Londres, justo cuando se le queman las papas en el fuego a George Smiley en Llamada Para el Muerto? -. Esas cosas traídas de los pelos, esas casualidades en donde uno se topa con el único tipo que conoce al otro lado del mundo (y justo en este momento), y toda esa parva de situaciones forzadas y conclusiones caídas del cielo parecieran ser (lamentablemente) parte de la naturaleza del género, en donde los autores llegan a a un punto en donde la cabeza les dice “basta” y terminan vomitando una solución rápida que deja una patinada imborrable en la mente de los espectadoreso.

En sí, uno tiene que ver a OSS 117: Tokio Hora Cero como lo que es: una aventura pulp, en donde la historia es lo de menos; es una excusa para pasar el rato con el héroe, el cual es un tipo simpático, valiente y aventurero. El resto es un pretexto armado con cierta lógica. En ese sentido, OSS 117 no difiere demasiado de las aventuras literarias de Matt Helm o, incluso, de su par francés el Comisario San Antonio (el cual es una parodia directa al género, que mama todos sus defectos y los exacerba hasta el punto de la sátira). Incluso hay salidas de Stafford que uno podría poner en boca de Jean Dujardin, ese francesote sacado que reinventó a OSS 117 en clave de bufonada en el 2006. El tipo nunca se siente en peligro, y siempre tiene un remate gracioso a flor de labios.

Si bien el OSS 117 de Stafford es muy agradable, por contra la historia es rutinaria. Toda esta gente gasta su tiempo escondiendo micrófonos, pinchando teléfonos, escapando de fallidos atentados o persiguiendo a tipos de aspecto sospechoso, con lo cual no hay nada del desarrollo que sea mínimamente original. Las peleas no son nada del otro mundo – y eso que Stafford tiene oportunidades para lucirse, como cuando pelea con un japonés gigantesco que le lleva una cabeza, combate que termina siendo toda una desilusión -, las persecuciones y las balaceras tampoco, y si hay algo rescatable es el clímax, el cual es premonitorio de La Espía que me Amó. Acá hay otro petrolero hueco que alberga un yate y que ha sido reformado como plataforma móvil de misiles; por supuesto los escenarios son demasiado baratos como para ser sofisticados, pero al menos hay una chispa de creatividad. Es que, en realidad, si uno examina en detalle todas las ideas excéntricas de los filmes de James Bond de finales de los 60 y principios de los 70 terminará por descubrir que las mismas han sido tomadas del cine de euroespías. Miren si no el Citroen DS volador que usaba Jean Marais en Fantomas Se Desencadena (1965), y que se transformaría en el AMC Matador que manejaba Francisco Scaramanga en El Hombre de la Pistola de Oro.

OSS 117: Tokio Hora Cero es típica rutina de matineé, que se digiere sin que deje recuerdo. El otro dato curioso es que el libreto está firmado por Terence Young – el mismo que dirigió Dr. No, Desde Rusia Con Amor y Operación Trueno – y que parecía fantasear con obtener su propia saga de agentes secretos. Lástima que OSS 117 jamás pasó de ser un éxito local en Europa, y ni siquiera desembarcó en otros lugares del mundo (como America Latina), razón por la cual jamás pudo pasar de ser otro aspirante pobre al cetro del taquillero 007.

LA SAGA DE OSS 117

Otros filmes del espía francés OSS 117: OSS 117: Tokio Hora Cero (1966) – OSS 117: Cairo, Nido de Espías (2008), y OSS 117: Río no Responde (2009)