Crítica: Orca, la Ballena Asesina (1977)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 1977: Richard Harris (Capitán Nolan), Charlotte Rampling (Profesora Rachel Bedford), Will Sampson (Umilak), Peter Hooten (Paul), Bo Derek (Annie Nolan)

Director: Michael Anderson, Guión: Sergio Donati & Luciano Vincenzoni

Trama: El capitán Nolan ha matado una orca. Fue sin querer, al intentar capturarla con vida para venderla a los acuarios de renombre donde un animal de dicha especie se cotiza a valores altísimos. Pero la orca era la hembra de la pareja y, para colmo, ha abortado sobre la cubierta del barco de Nolan. Ahora el macho ha comenzado a perseguir al veterano pescador, destrozando los barcos del puerto donde amarra, y trayendo la desgracia a la zona. Comprendiendo que es víctima de su propio destino – y que todo la supersticiosa gente del puerto quiere lincharlo -, Nolan debe decidir entre abandonar los mares – la pasión de toda su vida – y buscar refugio en tierra firme, o salir al océano y rastrear al macho hasta matarlo… y quitarse de encima la maldición de su venganza. Y ello terminará en un duelo librado en las aguas heladas del polo, en donde nada saldrá como Nolan había anticipado.

Arlequin: Critica: Orca, la Ballena Asesina (1977)

Orca, la Ballena Asesina es otro de esos productos que salieron a la sombra del megaéxito de Tiburón (1975). Si probaron con pulpos gigantes, barracudas y tiburones a la italiana, ¿por qué no probar con las ballenas asesinas?. El drama es que las orcas lo que menos tienen es aspecto temerario; parecen delfines disfrazados de payasos y ni siquiera su doble hilera de dientes hace que te quite el sueño. Además nunca vi a ningún tiburón haciendo macacadas con su entrenadora en un show tipo Mundo Marino, así que poner a una orca como el monstruo asesino de turno es como hacer la película “Bigotes, la foca asesina”.

Las actuaciones son uniformemente pésimas. Charlotte Rampling es uno de esos misterios del cine francés, que prefiere actrices bellas pero de madera terciada como para adorarlas a un nivel cuasi divino – lo mismo pasa con Carole Bouquet otra tronca que logró hacer una carrera sin mover un músculo facial -. La Rampling acá está fresca y rozagante pero es incapaz de transmitir algo, y desde ya la química con Richard Harris es cero. Harris se devanea entre la sobreactuación y la performance fuera de lugar, canchereando cuando no debe, mostrándose afligido en demasía, o intentando ser simpático en los funerales, especialmente cuando él es indirectamente responsable de la muerte del finado. Por ahi anda Bo Derek, siglos antes de ser 10, La Mujer Perfecta.

Honestamente el problema de Orca, la Ballena Asesina no es la historia sino la puesta en escena – horrible, barata, amateur – del siempre abominable Michael Anderson. Encuadres superpuestos de orcas saltando contra proyecciones traseras que resultan obvias y solo demuestran lo barato de la producción. Sin embargo en Orca existe la simiente de una película interesante, o al menos una que se sale del standard. Imaginen a Moby Dick persiguiendo al capitán Ahab. Harris, en un rapto de codicia, quiere capturar una orca pero termina asesinándola y, para colmo, el bicho se suicida lanzándose contra las hélices del barco y abortando en su cubierta – la cual debe ser la mejor escena de toda la película -. Como las orcas hacen parejas estables para toda la vida, ahora el macho que ha quedado viudo (y solitario de por vida) empieza a acosar a Harris y su tripulación, volteando botes, destruyendo cañerías de refinerías de petróleo (y provocando que estallen como en un filme de James Bond!), alejando los peces de la zona (precisamente una bahía de pescadores), y pronto todos señalan con el dedo a Harris diciendo que está maldito y ha traído la perdición a la zona. Hay un momento realmente interesante en todo esto, en donde el protagonista se ha dado cuenta que ha cometido un error espantoso, vive atormentado, pero decide cumplir con su destino – en un sentido trágico – de regresar a los mares y matar a la orca antes que ésta lo mate a él. El no puede vivir sin estar en el mar,, y aunque quedarse piola en tierra firme sería una decisión sabia, de algún modo sabe que no sirve para eso y que tiene que cumplir su destino. El enorme sacrilegio de todo esto es que un argumento con semejante altura dramática es diuído por la atroz dirección de Anderson y los mohines de Harris, que no sabe por momentos si tomarse el papel en serio o no.

Orca, la Ballena Asesina es una oportunidad desperdiciada. No es un hombre contra un animal asesino, sino la historia trágica de un individuo que cometió un error fatal y ahora debe soportar todo el peso de la venganza (o lidiar para que no la alcance). Pero la puesta en escena está mal cocinada y, salvo el aborto a bordo del barco pesquero de Harris, no hay nada en la película que lo saque de la mediocridad o que haga algo mínimamente memorable.