Crítica: Obsesión Fatal (1986)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1986: Matthew Laborteaux (Paul Conway), Kristy Swanson (Samantha Pringle), Michael Sharrett (Tom), Anne Twomey (Jeanne Conway), Anne Ramsey (Elvira Parker)

Director: Wes Craven, Guión: Bruce Joel Rubin, basado en la novela homónima de Diana Henstell

Trama: Paul Conway es un joven genio de la electrónica que ha construido su propio robot. Ahora ha obtenido trabajo en una de las mejores universidades del país, y se ha mudado a un nuevo vecindario junto con su madre. Justo al lado de su casa vive Samantha, una bella adolescente con la cual posee una buena química. Pero Samantha vive atormentada por su padre – borracho y golpeador -, el cual sume a la chica en una vida infernal. Precisamente a causa de una de dichas golpizas es que Samantha termina en el hospital, presentando un cuadro terminal. Paul se niega a aceptar semejante giro del destino y, justo cuando la chica fallece, decide secuestrar su cuerpo para llevarlo al laboratorio que tiene montado en su casa y allí implantarle un chip experimental que logre revivirla. Y si bien la chica logra recuperarse, pronto queda en evidencia que no es la misma, y que los minutos en que estuvo clinicamente muerta han alterado algo substancial en su humanidad. Lanzada a una espiral de venganza contra aquellos que la oprimieron en vida, Samantha se ha convertido en una criatura asesina y carente de sentimientos, una situación inesperada e incontrolable que terminará por poner al mismo Paul en la mira del engendro que él mismo ha creado.

Obsesion Fatal Hay cosas que me resultan inexplicables. Una de ellas es que Wes Craven – auteur de cosas memorables como Pesadilla en lo Profundo de la Noche, Scream, La Serpiente y el Arcoiris, y Las Colinas Tienen Ojos – pueda rodar bostas maléficas como la que ahora nos ocupa. Ciertamente nadie es infalible y hay momentos en que el talento (o el trabajo) flaquean, con lo cual uno termina agarrando cualquier tipo de laburo que le ofrezcan; pero aún así, debería haber un límite mínimo de calidad por debajo del cual nunca debería descender. De ese modo uno debería generar mediocridades, o peliculas aburridas e inentendibles, pero jamás debería tener un retroceso tal de rodar un bofe indigerible como el que ahora nos ocupa. Lamentablemente la carrera de Craven está plagada de altibajos tan groseros como éste, los cuales sólo resultan explicables cuando uno analiza las circunstancias en que fueron paridos. En el caso de Obsesión Fatal Craven estaba pasando por un sangriento divorcio, sumado al hecho de que el estudio terminó metiendo las manos en el filme e insertando con fórceps un montón de nuevas escenas plagadas de gore en post producción – entre las cuales se incluye la infame decapitación de Anne Ramsey a manos de una pelota de basquetball -. Todo esto terminó degenerando en un filme en el cual no hay ni una escena que no merezca la hoguera, sea porque está mal actuada, tenga diálogos absurdos, o desborde de ciencia prepotente y bizarra.

Acá la cosa va de Frankenstein en la era de la computación. Hay un muchacho super genio y ultra nerd – Matthew Laborteaux, el cual terminó especializándose en esta clase de papeles en sus años mozos – que sabe una bocha de electrónica. Por ejemplo construyó su propio robot, el cual es una especie de basurero con ruedas y que habla como si fuera una mezcla de Twiki y Greedo. Semejante engendro anda con un chip (¿¿un 386 SX??), el cual tiene un pequeño defecto de fábrica… que convierte en un autómata asesino a quien lo posee. Ya al principio del filme – cuando el estúpido mamotreto anaranjado anda dando vueltas por ahí – se nota que al chichipío electrónico le faltan varios jugadores, ya que atina a agarrar del cogote y aplastar los testículos a cuanto engreído atine a molestar a su amo – otra que un defecto de calidad de Intel -. Curiosamente el genio adolescente de Laborteaux es el único que no percibe semejante conducta sicótica en su insulso robotito, y le deja hacer lo que quiere.

Por supuesto la cosa va en onda de Romeo y Julieta. Laborteaux llega con su madre a un nuevo pueblo, y se va a vivir al lado de Kristy Swanson – años antes de que se convirtiera en una diosa, y cuando aún le daba sin asco a las pastas -. La Swanson es una sufrida niña que vive con su ultraviolento padre, con lo cual se despierta todos los días con un hematoma nuevo. Aún la absorbente vigilancia de su progenitor no impide que la Swanson y Laborteaux se den un pico, sellando lo que parece ser el inicio de un gran (y conflictuado) amor. Lástima que más del beso no pasan, ya que el padre le da una paliza tal a la chica que la deja en estado terminal. Allí es cuando las foribundas hormonas obligan a Laborteaux a raptar del hospital el cadáver aún tibio de la Swanson, esperando revivirla con el chip de su robot metido en su coco, y ansiando que la chica le dé aún un poco de pelota como para llevársela a los yuyos. El problema es que la Swanson quedó pasada de horno – estuvo muchos minutos muerta clínicamente -, con lo cual la cocuza no le funciona como de fábrica, y ahora sólo atina a matar de la manera más sádica a todos aquellos que la atormentaron en vida.

Las performances son malas por igual, pero quizás lo más molesto de Obsesión Fatal sea que los personajes apestan. Es como si hubieran tomado una versión de segunda de Ferrys Bueller´s Day Off, y le hubieran metido con fórceps las secuencias de horror y shock más estúpidas que yo recuerde – es particularmente memorable (en el mal sentido de la palabra) el momento en que Kristy Swanson le revienta la cabeza a la veterana Anne Ramsey con una pelota de básquet, en donde el marulo de la anciana explota como si fuera una sandía rellena con sangre -. Los personajes secundarios son obvios e idiotas, vulgares excusas para que uno tenga a un puñado de gente a quien odiar y sobre los cuales la robotizada protagonista irá a desencadenar su ira. A esto se suma el hecho de que jamás nos importa demasiado la suerte ni de Laborteaux ni de Swanson – él es un inconsciente ególatra, que le interesa más probar su teoría (y echarse un talco!) que rescatar a la chica y darle realmente la vida que merece; y el papel de la chica está dramáticamente subdesarrollado; si por lo menos le hubieran dado más oxígeno al romance… -, con lo cual el climax carece de la carga dramática que debería. Ni aún los momentos finales de la chica – en donde pareciera estar a punto de humanizarse – nos logran siquiera irritarnos en lo más mínimo alguno de nuestros lagrimales.

Personajes estúpidos, muertes estúpidas, premisa estúpida. Aún cuando la vida personal de Craven fuera un calvario en aquellos momentos, bien podría haber firmado como Allan Smithee, y salvar su nombre del bochorno. Para colmo el paso del tiempo le ha sentado muy mal al filme, en especial en la era actual en donde todos tenemos internet, computadoras y smartphones, y tenemos una idea siquiera mínima de la informática… con lo cual podemos percibir la imbecilidad de todo el asunto en todo su esplendor. Es por ello que la única manera de ver Obsesión Fatal es como castigo por haber perdido algún tipo de ominiosa apuesta, lo cual representa una de las pruebas más duras a las que pueda someterse la mente humana en pleno estado de cordura.