Crítica: Nunca Digas Nunca Jamás (Never Say Never Again) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 4/5: muy buena Gran Bretaña / Estados Unidos, 1983: Sean Connery (James Bond / 007), Klaus Maria Brandauer (Maximillian Largo/#2 ), Max von Sydow (Ernst Stavro Blofeld), Barbara Carrera (Fatima Blush), Kim Basinger (Domino Petachi ), Bernie Casey (Felix Leiter ), Alec McCowen (Q ‘Algy’ Algernon ), Edward Fox (“M” ), Pamela Salem (Miss Moneypenny), Rowan Atkinson (Nigel Small-Fawcett ), Valerie Leon (Lady in Bahamas), Milos Kirek (Kovacs), Pat Roach (Lippe), Anthony Sharp (Lord Ambrose), Prunella Gee (Patricia Hearing)  

Director: Irvin Kershner – Guión: Lorenzo Semple Jr. sobre una historia de Ian Fleming, Jack Whittingham y Kevin Mc Clory – Música: Michel Legrand – Fotografía: Douglas Slocombe – Montaje: Ian Crafford – Efectos especiales: Apogee Inc. – Productores: Jack Schwartzman

134 min, No rating, Color

Trama: Bond fracasa en una misión de entrenamiento, y es enviado a una clínica de rehabilitación. Allí se topará por casualidad con una serie de sucesos extraños. Es que en la clínica se encuentra rehabilitando un comandante de la OTAN que en realidad es agente de Spectre y que, luego de varias cirugías, se le ha incluído una huella ocular similar a la del Presidente de Estados Unidos. Y con dicha huella, habilitará el lanzamiento – en un supuesto ejercicio de entrenamiento – de dos armas atómicas cargadas y teledirigidas que serán recuperadas por Spectre para realizar una amenaza nuclear a nivel mundial a cambio de enormes demandas monetarias.

Never Say Never AgainEste es el segundo Bond renegado.

Parte de la telenovela detrás de este film ya la hemos contado, pero hagámoslo ahora en detalle. La historia parte de fines de los 50, cuando James Bond era un modesto éxito literario de ventas, e Ian Fleming buscaba la forma de popularizarlo a nivel internacional. Fué allí cuando tuvo la mala suerte – digamos así – de asociarse con Kevin Mc Clory (director de cine) y Jack Whittingham (guionista) para dar forma a un proyecto fílmico de 007. El proyecto tuvo varios nombres (Bond del Servicio Secreto, Latitud 69 oeste, etc), pero resultaba demasiado ambicioso y no encontraron respaldo financiero.

Paso de unos años. Ian Fleming decide – con el material de base del proyecto – rearmarlo y editarlo como novela. Se trataba de Thunderball. Inmediatamente se avalanzaron judicialmente sobre Fleming los citados Mc Clory y Whittingham. Fleming era un hombre pacífico y demasiado despreocupado de las cuestiones legales sobre derechos de sus novelas (sólo le interesaba un buen pasar y dejarle una buena herencia a su familia), además de que tenía serios problemas cardíacos y no deseaba inconvenientes de ningún tipo. Así fué que Fleming otorgó, sin demasiada batalla, similar calidad de co-autor a Mc Clory y Wittingham sobre Thunderball, tanto a nivel literario como en cuanto a derechos fílmicos.

Pasan otros años. Saltzman y Bróccoli deciden llevar a la pantalla grande a James Bond, ya que está obteniendo notables sucesos en ventas. El primer proyecto es filmar Thunderball, pero son tantos los inconvenientes de derechos, que deben optar por otra novela también muy popular. Es así como filman Dr. No (1962). Personalmente difiero de esta versión, ya que el presupuesto de Doctor No fue muy magro y dudo de la capacidad – en ese momento – de que Salztman y Bróccoli pudieran montar Thunderball con algo más de que un millón de dólares de presupuesto (que fué el de Dr. No).

Pasan otros años, y llegamos a 1964. Goldfinger ya es un éxito a nivel planetario, con cines exhibiendo el film las 24 horas, y colas interminables para adquirir entradas. Debido a la magnitud del film, Saltzman y Broccoli entienden que lo único que puede equiparar en términos de escala es llevar al celuloide Thunderball. Y deciden negociar con Mc Clory y Whittingham, resultando estos en productores asociados del film.

Muere Fleming en 1964. Pasan unos pocos años antes que Kevin Mc Clory, en solitario, empezara una increíble cruzada judicial de más de treinta años contra Eon. Primero, para reconocerse como co-autor del personaje de James Bond. Segundo, para darle derecho de crear su propia serie de films. En semejante batalla judicial obtiene el reconocimiento de su autoría sobre Spectre y Blofeld (entre otros personajes literarios), pero no el reconocimiento total.

Llegamos a los 70. Connery deja la serie con Diamonds Are Forever, y comienza a deambular por varias producciones, con mayor y menor resultado. Lo cierto es que, aparte de uno o dos filmes, la carrera del escocés viene a los tumbos. Es precisamente en el set de uno de los films más reconocidos (The Man Who Would be King – 1975), que Mc Clory se acerca a Connery para ofrecerle volver como 007 en una película no producida por Eon sino por él mismo. Su respuesta sería: nunca jamás (de lo cual, saldría el título del film como broma privada de Mc Clory).

Pero sin exagerar, seamos sinceros: cerca de los 80, la carrera de Connery tenía más fracasos que éxitos. Y si bien renegaba del personaje, ningún film posterior le dió el estrellato que esperaba – al menos, mientras no hiciera de 007. Ni hablar del impresionante bienestar económico que tenía antes de los 70. Y aunque no resulte muy extendido el comentario, lo cierto es que Connery se asoció secretamente con Mc Clory para volver a explotar al personaje. Aunque no figure en los créditos, Connery es también productor de Never Say Never Again. Y si bien nunca apoyó públicamente las demandas de Mc Clory, a la hora de que éste imaginara proyectos (como Never Say Never Again y otros), Connery siempre le ofreció, no sólo re-interpretar el personaje sino también apoyo financiero. Resultaba extraño que en los 90 se estuviera hablado de una nueva remake de Thunderball, con Connery como protagonista (un proyecto llamado Warhead 2000). E incluso, cerca del año 2000, Connery hablaba loas de Timothy Dalton (ya retirado de 007), y se barajaba un nuevo proyecto de remake con Dalton como Bond.

Porque es así: después de Never Say Never Again (ya que le fue reconocido su derecho a filmarla), Mc Clory volvió a la carga con todo. Sea para filmar enésimas remakes de Thunderball, y también porque quien lo respaldaba en el área judicial – primero Columbia, después la Sony – venía afilándose los dientes con la posibilidad de generar su propia serie Bond. En los últimos años las grescas judiciales eran cada vez más seguidas y violentas… hasta que en un momento Sony intercambió derechos (James Bond por los de Spiderman), y le sacó el apoyo a Mc Clory, que quedó peleando solo. Y el colmo resultó ser la adquisición por parte de Sony en el 2004 de la MGM / United Artists, dueña de los derechos de filmación de 007, con lo cual quedaron bajo un mismo paraguas no sólo los derechos de Eon, de Thunderball sino también los del otro Bond renegado – Casino Royale -. Y Mc Clory gritando al vacío.

Imagino el dolor de cabeza que debe haber sido todos estos años Kevin Mc Clory.

Sin embargo, a la hora de materializar Never Say Never Again, resultó ser un productor confiable. Primero, porque mantuvo (aggiornado) el espíritu de los films Bond de los 60, comparado con la serie oficial que – a esa altura – ya parecía una caricatura filmada (en 1983, este film competiría con el oficial Octopussy; y si bien el film de Moore le ganó por lejos en taquilla, Never Say Never Again obtuvo mejores críticas). Segundo, porque logró lo imposible: que Connery regresara al personaje. Y tercero, porque su remake superaba ampliamente como producto de entretenimiento al original Thunderball, aún a pesar de un guión no muy pulido de Lorenzo Semple Jr (guionista de atrocidades varias y films camp como el King Kong de 1976, Flash Gordon y el film de Batman de 1966), y de una dirección no muy florida de Irvin Kershner. Por su parte, Connery saldría muy beneficiado: llamaría de nuevo la atención internacional, obtendría el papel de The Name of The Rose y Highlander (1986) con excelentes críticas sobre sus maduras capacidades actorales, y se re-lanzaría a full al estrellato en The Untouchables (1987), con una carrera exitosa que continúa hasta nuestros días.

Así, pues, llegamos por fin a la película.

Primero, Mc Clory supo entender los problemas que tuvo Thunderball. Estos eran, entre otros, un dirección muy morosa de Terence Young, interminables tomas submarinas e incoherencias en la relación Bond / Dominó / Largo. Segundo, contaba con un presupuesto mucho más acotado que las superproducciones de Eon, por lo que perfiló el film hacia un guión con diálogos y personajes más floridos. La trama de Thunderball es excesivamente conversada (sin interés) y lenta, y por momentos parece que 007 y el resto de los investigadores padecen de cierto autismo ante las evidencias mayúsculas que el villano (Largo) es quien posee las bombas atómicas robadas. El villano en sí no contaba con demasiadas escenas de interés, si bien era un esquema bastante similar a Goldfinger – genio criminal omnipresente durante todo el film en duelo de ingenio con Bond -.

Para hacer potable el proyecto, eligió lo que suele considerarse como el “dream team” de los repartos de films Bond. Además de Connery, estaba la belleza animal de Kim Basinger, que le daba vulnerabilidad a su personaje de Dominó (la hermana del comandante traidor de la OTAN, y por quien empieza a investigar Bond el paradero de las bombas); Klaus Maria Brandauer, que se aleja de la interpretación refinada de Adolfo Celi en la original, y compone a un Largo sicótico y despiadado; y Barbara Carrera como la secuaz Fatima Blush, robando prácticamente cada escena en la que aparece en el film, y superando por varios cuerpos a la que ya era una muy buena interpretación de Luciana Paluzzi en el film de 1965. Cada uno, en su rol, superaba a los originales de Thunderball en cuanto a calidad de diálogos e interpretaciones.

Pero, además, centraba el film en los personajes y no tanto en las escenas de acción. Mientras que en Thunderball eran esporádicas y desiguales, en Never Say Never Again eran … aún más esporádicas y dirigidas sin demasiado virtuosismo. Parte era el citado tema de la limitación presupuestaria, pero también Kirschner demostraba limitaciones a nivel creatividad. Comparando la persecución más fallida de cualquier film de Roger Moore con, por ejemplo, la cacería de la moto que maneja Connery a mitad de la película, la gente de Eon mostraba mucha más adrenalina que el film de Kirschner. Y también – y que encuentro como peor defecto del film – estaba el hecho que, si bien John Barry fue llamado para componer la música, por una cuestión de ética (y legal) no pudo acudir, llamando en su lugar al peor compositor que pudieron haber elegido, y que demuestra un gusto espantoso a la hora de generar música para este tipo de espectáculos. Michel Legrand termina por lastrar todo el film desde el vamos, con la peor partitura Bond jamás conocida.

Y es que hay ciertos hechos / escenas en los cuales uno puede perdonar determinadas carencias debidas a cuestiones legales. La falta del “gunbarrel” (la clásica secuencia pre-creditos con Bond disparando a la cámara), la ausencia de la partitura original de Monty Norman o bien algo por el estilo según John Barry; la falta de los M, Q y Moneypenny originales (interpretados excelentemente por Edward Fox, Alec Mc Cowen y Pamela Salem) que hace parecer un film Bond tomado por impostores… hay rutinas y actores que Eon nos acostumbró a ver en todos estos años, y cuya ausencia pesa, pero ninguna resulta peor que la falta de una banda sonora Bondesca (si Barry hubiera compuesto, y sin tocar al tema original, bien podría haber hecho algo similar a OHMSS) reemplazada por un cosa entre popera y jazzistica que es el abominable trabajo de Legrand.

Pero mas allá de cuestiones técnicas o estéticas, es un film más que destacable. Por un lado, es muy entretenido y muy bien actuado. Ciertamente tampoco es el Bond de los 60, despiadado, sino que Connery se toma mucho más en solfa el personaje. Hay cierta nostalgia pegajosa en todo el film ( Algernon – el reemplazante de Q – le dice a Bond: “ahora que está de regreso, esperemos volver a ver la dosis habitual gratuita de sexo y violencia a la que nos tiene acostumbrados”y Connery asiente con la cabeza -, o cuando Largo lo encierra en el castillo: “podré darme el lujo de eliminar al agente secreto más grande de todos los tiempos”), y muchas líneas salen del guión como guiños a los fans. Y si bien Connery es tres años menor que Moore, se veía muy viejo. Los primeros planos no le hacen gracia, y esto se remarca en el guión, con notas sobre la madurez de Bond.

En general, el tono es ciertamente de homenaje. Hay bastante comedia que, a veces, suele quedar algo fuera de lugar. La pelea con el matón en la clínica roza lo ridículo, aunque es entretenida. Pero Connery se burla de Bond; no es una pelea despiadada, es caricaturesca. Impensable comparádola con las que escenificaba en los 60. Es más: pareciera haber una actitud no violenta de 007 en todo el film (véala y lleve la cuenta: ¿cuántas veces se ven puñetazos de Bond? ¿y disparos?. salvo el entrenamiento fallido del inicio, yo no vi a Connery apretar del gatillo en ninguna otra escena del film). ¿Acaso fue una exigencia de Connery al guión para alejarse del Bond asesino de los 60?

En su tono festivo ciertamente el film muchas veces parece irse de madre (el tango que baila Bond y Dominó, la muerte de Fatima Blush, etc), y es la impronta camp de Lorenzo Semple Jr. Pero, en contraste, hay otras escenas que son más violentas y que chocan con el tono de las mencionadas. Realmente Largo y Blush son sicóticos, y la interpretación de Brandauer y Carrera ciertamente traspasa el celuloide. Cuando aparecen en escena, hay sensación de peligro, de no saber qué actitud inesperada pueden tomar.

Pero salvando errores – de estilo, como la simplista confrontación en video game y no en una mesa de chemin de fer entre Largo y 007 – y de presupuesto (el final, sin ser mal educados, es interruptus y precoz; ciertamente el final de Thunderball era excesivamente largo y pesado, pero podía haberse filmado algo intermedio; hay desparejos efectos visuales; las tomas del casino se ven demasiado pobres), el film supera con creces a su fuente original. Es un film raro, extraño, a veces contradictorio, especialmente para los fans de la serie. Pero es sólido y entretiene, y eso es más que suficiente para hacer un buen film Bond.

4 CONNERYS: Segundo (y ultimo) regreso de Connery. Mucha nostalgia y guiños a los fans, pero mucha comedia y desacartonamiento del personaje. Obviamente Connery quiere hacer un Bond menos violento. Excelentes actuaciones y una trama más pulida que supera en mucho a la original. Pero se nota el presupuesto acotado y, especialmente, la banda sonora de Michel Legrand lastra profundamente a una película que merecería mayor reconocimiento.

LOS FILMES NO OFICIALES DE JAMES BOND

Casino Royale 1954Casino Royale 1967Nunca Digas Nunca Jamas

Canción del film

Canta Lani Hall; musica de Michel Legrand, letra de Marilyn y Alan Bergman. Posiblemente una de las más olvidables partituras de toda la serie Bond

You walk in a room,
A woman can feel the heat.
One look is a guarantee
Nights could be long and sweet.
The message is clear
Like nothing I’ve ever known.
But the more that I hear,
Forget about long-range plans
‘Cause this man’s got his own.

To get mixed up with a man who says never
May be big trouble, but then
I just could be the woman to take you
And make you never say never again.

Never, never say never again.
Never, never say never again.
Never, never say never again.
Never, never say never again.

You’ve got all the moves.
Ah, but baby I’ve got them too.
No matter your attitude or your mood
I’ll come through.
The touch of your voice.
The feel of your eyes on me.
You leave me no choice.
Though I know there’s danger there
I don’t care, let it be.

To get it bad with a man who says never
May have no future, but then
I just could be the woman to reach you
And teach you to never say never again.

I’ll beg you.
I’ll get you.
I’ll reach you.
I’ll teach you.
I’ll take you.
I’ll make you.