Crítica: Network (Poder que Mata) (1976)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

5 atómicos: excelenteRecomendación del EditorUSA, 1976: Peter Finch (Howard Beale), Faye Dunaway (Diana Christensen), William Holden (Max Schumacher), Robert Duvall (Frank Hackett), Ned Beatty (Arthur Jensen)

Director: Sidney Lumet – Guión: Paddy Chayefsky

Trama: Howard Beale es el respetado presentador de noticias de la cadena UBS. Pero los ratings han caído en picada y tampoco ayuda el hecho de que Beale esté sumido en una profunda depresión por la reciente muerte de su esposa. Con la UBS a punto de ser adquirida por un conglomerado de empresas, los nuevos dueños han decidido despedir a Beale, aún en contra de los deseos de Max Schumacher, jefe de la sección de noticias y amigo de Beale de toda la vida. Al enterarse de la noticia Beale anuncia en pantalla que, en el plazo de siete días, se suicidará frente a cámaras. El escándalo sacude la cadena y, mientras Schumacher quiere internar a Beale para que sufra el tratamiento siquiátrico que precisa desesperadamente, la despiadada ejecutiva Diana Christensen ha visto los picos de rating generados por la declaración del periodista y está dispuesta a mantener en pantalla a Beale todo el tiempo que sea necesario mientras el share siga en ascenso. Pero el desquiciado Beale no tiene paz y, en un momento de epifanía, cree recibir un mensaje directo de Dios para que él sea el portavoz de su palabra en la Tierra. Yendo al estudio en pijamas y empapado por la lluvia, Beale se despacha ante las cámaras con un discurso encendido que inflama los corazones de los estadounidenses y lo convierten en un ídolo de la noche a la mañana. Los ejecutivos del estudio, a regañadientes, han decidido darle un espacio propio y Beale ha pasado a convertirse en el profeta loco de la televisión con una audiencia fiel de millones de espectadores que lo siguen todas las noches. Pero las epifanías de Beale han comenzado a develar los secretos sucios de la adquisición de la UBS, y ha comenzado a poner nerviosos a los inversionistas. Y ante la amenaza de que la operación sea intervenida por el gobierno, los ejecutivos de la UBS deberán encontrar la manera de callar a Beale… aunque ello implique aplicar soluciones tan extremas como amorales.

Arlequín: Crítica: Network (Poder que Mata) (1976)

No necesito decirles a ustedes que las cosas están mal. Todo el mundo sabe que las cosas están mal. Estamos en una depresión. Todo el mundo ha perdido su trabajo o está asustado con la posibilidad de perder su trabajo. El dolar no vale un centavo, los bancos siguen haciéndoles trampas a la gente, los comerciantes tienen un arma bajo el mostrador. Los vándalos hacen lo que quieren en las calles, y nadie parece saber qué hacer con eso o cómo detenerlo. Sabemos que el aire está contaminado y que la comida está contaminada, y nos sentamos frente a nuestros televisores mientras algún presentador nos cuenta que hoy hubieron quince homicidios y sesenta y tres crímenes violentos, como si eso fuera lo mas normal del mundo. Sabemos que las cosas están mal, peor que mal. Están todos locos. Es como si todos, en todos lados, se estuvieran volviendo locos… y nosotros no precisamos mas de eso. Nos sentamos en nuestra casa y el mundo en que vivimos comienza a hacer cada vez mas pequeño, y todo lo que atinamos a decir es “por favor, al menos déjenos solos en nuestras habitaciones; dejenme mi tostadora y mi TV y mis neumáticos de buena calidad y yo no diré nada”. Bueno, yo no estoy dispuesto a dejarte solo en esa situación. ¡Yo quiero que te enloquezcas!. No quiero que hagas una protesta. No quiero que hagas una marcha. No quiero que le escribas a tu congresista simplemente porque no sabría qué decirte que pongas en esa carta. No sé que hacer con la depresión económica y la inflación y la amenaza de los rusos y el crimen en las calles. Todo lo que sé es que primero tenemos que volvernos locos. Tienes que decir “soy un ser humano, maldita sea!; mi vida tiene valor!”. Entonces lo que quiero es que te levantes, quiero que todos ustedes dejen sus sillas. Quiero que te levantes y vayas a la ventana. Abrela, saca tu cabeza y grita con todas tus fuerzas “ESTOY FURIOSO COMO EL DEMONIO Y  NO ESTOY DISPUESTO A TOLERAR MAS ESTO!”. Levántate, ve a tu ventana, ábrela y grita  “estoy furioso como el demonio y no estoy dispuesto a tolerar mas esto!”. Las cosas tienen que cambiar… pero, para eso, primero tu tienes que enloquecerte!. Tienes que decir  “estoy furioso como el demonio y no estoy dispuesto a tolerar mas esto!”. Recién entonces empezaremos a descifrar qué hacer con la depresión, la inflación y la crisis del petróleo.  Pero primero sal de esa silla, abre la ventana, saca la cabeza y grita  “estoy furioso como el demonio y no estoy dispuesto a tolerar mas esto!”

Hay películas injustamente olvidadas. Hay filmes que son producto de su tiempo y que, su visión actual, les da otro significado. Hay cintas proféticas. Y está Network – Poder que Mata. Es posible que en su momento el filme de Sidney Lumet fuera una comedia negra hilarante pero, hoy en día, su comicidad – salvo algunas partes – ha sido trocada por el poder del espanto, de su visión de futuro – bizarro, amoral – sobre los contenidos de la TV y los intereses de la sociedad que han terminado por convertirse en reales.

Es un filme de poderosos discursos. Los personajes no son humanos sino alter ego discursivos del guionista, que quiere debatir el tema de la TV no como medio de comunicación sino como un poder transformador de masas, generador de opiniones y sintonizador del humor de la gente. La voraz ejecutiva que compone Faye Dunaway es la amoralidad en persona; imbuída con el expertise de los números, el marketing y el target share, ella se dedica a darle a la gente lo que la gente quiere… pero en su propia visión, la cual no conoce tabúes. Si la gente (en 1976) estaba harta de la crisis del petróleo de la OPEP, Watergate, la derrota de Vietnam, la economía doméstica en vilo y los corpúsculos revolucionarios que surgían como tumores en cada ciudad norteamericana, ella canalizaba esa ansiedad con programas furiosos, compuestos por dementes gritones y revolucionarios violentos, imaginando incluso programas mas extremos como el ver la violencia policial en las calles en tiempo real (Dios mío!; la mina estaba anticipando el mundo del reality TV con shows como Cops, Los Videos mas Violentos del Mundo, y hasta bizarreadas como Gran Hermano). Es por dicha razón que ella – gerente de programación, creadora de shows y manipuladora primordial de la grilla de la emisora UBS – termina generando un reality sobre un grupo revolucionario – el Ejército Ecuménico de Liberación -, el cual discute mediante abogados punto por punto los detalles de su contratación, pago y derechos de distribución… aunque sean un grupo de anarquistas antisistema.

Pero la Dunaway también clava sus garras sobre el noticiero, el cual – en cualquier cadena de televisión – es un programa de prestigio que suele generar pérdidas porque, frente a su limitado rating, gasta fortunas en enviar corresponsales a todas partes del mundo. El encargado del informativo es un veterano que viene de la era dorada de la TV (un excelente William Holden), el cual ve como los nuevos administradores de la cadena se empeñan en canibalizar todo y descender de nivel hasta convertir a la programación en un circo de tres pistas. En el enfrentamiento de poder con la Dunaway, a Holden se le mueve la estantería y comienza un romance otoñal con su peor enemiga, la cual destilará sensualidad pero es fría como el hielo e incapaz de sentir excitación por otra cosa que no sean los ratings, las estadísticas y el ascenso en el escalafón del poder. Después de una brillante escena en donde se separa de su esposa (una performance devastadora de Beatrice Straight que, con apenas cinco minutos de pantalla, le bastó para llevarse el Oscar a la mejor actriz secundaria ese año), el tipo – sin trabajo ni futuro, y caliente como una pava por la Dunaway – decide tirar por la borda su estabilidad familiar a causa de un enamoramiento potente, fugaz y carente de perspectiva. El tiene clarísimo que lo suyo es un disparo en la oscuridad con escasas probabilidades de hacer blanco – que pueda conmover a la Dunaway, que el amor sea mutuo – e incluso recibe la bendición de su esposa, quien le advierte que todo lo que le espera es sufrimiento.

Pero si Holden ha caído de su posición de prestigio y poder, es causa de defender a ultranza a su amigo de toda la vida, Howard Beale (Peter Finch), un veterano anchorman que ha perdido a su esposa hace poco y que se encuentra sumido en la depresión y el alcohol. Aún mantiene una conducta profesional impecable – dejando sus problemas fuera de la cadena – pero se ha convertido en un autómata que no logra conectarse con su público. Los anchorman, en Estados Unidos, cumplen la misión de ser paladines de la verdad y de la honestidad, individuos carismáticos que traducen a la audiencia el horror diario que provee el mundo con su propia autenticidad. No son meras cabezas parlantes sino espejos de la ansiedad de la gente, individuos que sintonizan las sensaciones que al público le generan las noticias mas impactantes. En mas de un sentido la verdad no se siente auténtica sin que estos presentadores la avalen como si fueran escribanos públicos, dadores de fe de que el horror diario es real. Cuando los ratings de Beale decaen por la conducción robótica de éste del informativo nocturno, el nuevo gerente de la cadena (Robert Duvall, sobreactuando como de costumbre, pero siempre un placer culpable) decide bajarle el pulgar y echarlo sin miramientos a la calle. La reacción de Beale es la de anunciar que, de acá a siete días – cuando termine su tiempo de despedida – se va a volar los sesos frente a las cámaras. El equipo técnico entra en desesperación y un desencantado Holden – que ve los manoseos hechos en la gerencia por la nueva administración – decide quebrar una vara por Beale y mantenerlo en el aire. Holden sabe que el tipo está orate y que precisa atención siquiátrica, pero le brinda la chance de despedirse en cámaras. Es en ese momento en que Peter Finch, sumiso y blandengue, un hombre derrumbado sobre sí mismo, comienza a transformarse en una furia que protesta por todo, admitiendo que ahora el público no escuchará mas basura de su boca, sea la basura de la política, las mentiras del gobierno, la basura de la economía que no tiene arreglo y toda la sanata de gramática impecable que dicen los individuos con poder. Es en ese momento en que la Dunaway entra en escena, ve los ratings, y decide retener a Beale y ampliar su espacio a costa de chocar con Holden, que ve como su amigo da un espectáculo patético en las cámaras a nivel nacional.

Pero si Beale es un desquiciado, un tipo que entró en crisis porque estaban a punto de sacarle lo que mas amaba y lo que le hacía seguir vivo – su trabajo como anchorman del noticiero -, llega un momento en donde el tipo en crisis compra su personaje y cree sintonizar a Dios, de quien recibe mensajes que debe esparcir al público en una especie de tele evangelismo. Es ahí donde Network salta del realismo a la sátira con tintes fantásticos, en donde un profeta furioso genera una corriente de pensamiento masiva y radical desde la pantalla de la TV. ¿Es Beale un auténtico profeta que trae la voz de Dios para despertar de su letargo a los norteamericanos y llevarlos a la iluminación de la verdad, o es simplemente una mente torturada que ha descubierto su yo interior y que ahora habla sin tapujos morales de algún tipo sobre las ideas que siempre tuvo pero nunca se animó a expresar?. Cuando un desorbitado Finch, empapado por la lluvia, vestido tan solo con un piloto puesto de apuro sobre su precario pijama, se presenta en cámara y comienza a gritar que el mundo es una mentira y que todos manipulan, y que no está dispuesto a seguir tragándose esa basura y que hasta acá ha llegado, la gente explota en las calles y los teléfonos se ponen al rojo vivo. El anchorman ha pasado de ser un intérprete pasivo de la realidad a convertirse en un creador de la realidad, un generador de opiniones amado por las masas. Un tipo que puede vomitar los sucios negociados del gobierno y las corporaciones con potencias extranjeras – en este caso los árabes, que estaban asfixiando a la economía norteamericana con los aumentos arbitrarios del precio del petróleo en la década del 70 -, haciendo la vista gorda en inversiones hechas en suelo americano por parte de quienes son considerados enemigos políticos o de intereses opuestos a la nación estadounidense.

El arrebato de furia convierte a Beale en un ídolo de masas y la Dunaway – ya a cargo del informativo – convierte al programa de noticias en un circo bizarro con encuestas populares, opinólogos de cuarta calidad y hasta adivinas con bolas de cristal. Y el segmento estelar es Beale, convertido en el profeta loco de la televisión. Pero cuando Beale habla de que los capitales árabes son los que están comprando la UBS a través de una trama enmarañada de corporaciones puestas como fachada, termina por tocarle el traste a Duvall y pronto el CEO del conglomerado adquiriente – Ned Beatty, apartándose por una vez de sus patéticos roles cómicos y dando otra actuación magistral en un filme plagado de performances potentes – llama directamente a Beale para darle su visión cosmológica de la política y la economía norteamericanas. Beatty se relame con un gran discurso (el cual impresiona a un asustadizo Finch) sobre el equilibrio universal del flujo del dinero, en donde las naciones no existen y las fuentes de poder son las multinacionales, las cuales digitan la política en el mundo:

Usted se ha metido con las fuerzas primarias de la naturaleza, señor Beale, y yo no estoy dispuesto a que lo haga!. Queda claro?. usted piensa que solo detuvo un trato de negocios. Ese no es el caso!. Los árabes han sacado billones de dólares de nuestro país, y ahora mismo los están devolviendo. Es acción y reacción, es la fuerza de las mareas manipulada por la gravedad!. Es el balance de la ecología!. Usted es un hombre grande que piensa en términos de naciones y pueblos. No hay naciones. No hay pueblos. No hay rusos. No hay árabes. No existe el Tercer Mundo. No existe Occidente. Solo existe un sistema holístico de sistemas, uno vasto e inconmensurable, interconectado, interactivo, multivariado, multinacional dominio de dolares. Petro dolares, electro dolares, multi dolares, marcos alemanes, rins, rublos, libras y shekels. Es el sistema internacional de monedas el que determina la totalidad de la existencia de la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas hoy en día. Ese es el sistema estructural atómico, subatómico y galáctico de las cosas hoy en día!. Y usted se entrometió con las fuerzas primarias de la naturaleza y ahora… USTED VA A ARREGLARLO!. Estoy siendo claro, señor Beale?. Usted se mete en su pantalla de veintiún pulgadas y habla a los gritos sobre América y la democracia. No existe América. No existe la democracia. Existe solo IBM, y la ITT, y la AT&T , y DuPont, Dow, Union Carbide y Exxon. Esas son las naciones del mundo de hoy. Qué piensa que hacen los rusos cuando se reúnen en consejo de estado?. Hablan de Karl Marx?. Ellos ven sus diagramas de flujo, sus estadísticas, sus modelos de decisión y simulaciones de soluciones, y computan la relación precio / costo de sus transacciones e inversiones, tal cual como lo hacemos nosotros. Ya no vivimos mas en un mundo de naciones e ideologías, señor Beale. El mundo es un conglomerado de corporaciones, inexorablemente regido por las leyes de los negocios. El mundo es un negocio, señor Beale. Lo ha sido desde que salimos del lodo. Y nuestros hijos vivirán, señor Beale, para ver… ese mundo perfecto… en donde no hay guerras ni hambrunas, opresión o brutalidad. Un enorme y ecuménico holding de empresas para el cual todos los hombres servirán por una ganancia en común, en el cual todos los hombres tendrán una porción de las acciones de la compañía. Todas las necesidades serán satisfechas, todas las ansiedades serán tranquilizadas, todo el aburrimiento sera extinguido por el entretenimiento. Y yo lo he elegido a usted, señor Beale, para que predique este evangelio.

Si hasta ese momento Beale / Finch era un profeta del pueblo, un individuo que traducía la voz de Dios para que la gente se avispara de como la estaban manipulando, Beatty viene a ser el mismísimo demonio, el tipo que corrompe a Beale con una visión que, aunque es absolutamente válida, altera por completo el pensamiento del evangelista televisivo. Un alterado Beale regresará a la pantalla para evangelizar la visión de Beatty, en donde las corporaciones norteamericanas son una causa nacional que debe ser defendida a ultranza porque sus múltiples ramificaciones a nivel global son las fuentes de poder e influencia que tiene la nación estadounidense en todo el mundo. Pero ese es un discurso que solo sintoniza con Beatty – que quiere mantener a Beale como su vocero aunque los ratings del show se estén yendo al diablo – y no con la gente, que comienza a darle la espalda. Es en ese momento en que la deshinibida Dunaway prefiere sacar a Beale del aire literalmente con una explosión en vez de ver como extingue los ratings de la cadena y la arrastra hacia el borde de la bancarrota. ¿Y qué mejor solución a mano que tener enrolado al Ejército Ecuménico de Liberación, quien puede comenzar su reality con un pico de rating si asesina a Beale frente a cámara?.

Network / Poder que Mata es un filme brillante por donde se lo mire: las perfomances, los diálogos, las ideas. Sidney Lumet y Paddy Chayefsky se adelantan a su época, prediciendo cosas ridículas que hemos convertido en realidad y animándose a desnudar la intimidad del poder desde el punto de vista de la sátira. Por supuesto la performance de Peter Finch es notable (es la mutación de un individuo soso y frágil a una bestia que devora la pantalla y cae exhausto después de cada arenga), y hubiera pagado lo que no tengo por ver la moderna versión teatral montada en Londres y Broadway con Bryan Cranston en el rol, un tipo que sabe cómo sacarse con gran altura. Pero éste es el rol de su vida de Finch y, tal como pasaba con el Joker de Heath Ledger, es un papel tan agotador que terminaría por absorberle la energía hasta el punto de matarlo. Finch ya tenía problemas serios del corazón y en cada intensa performance que daba en el rodaje estaba acortando su tiempo de vida – la icónica secuencia del “estoy harto de todo esto y no estoy dispuesto a soportarlo más!” tuvieron que rodarla en apenas dos tomas en donde el australiano caía rendido antes de terminar el speech -. Perfomances memorables que devoran a sus intérpretes, un precio muy caro para el arte que eligieron… o el fruto de una pasión interminable de quienes prefirieron sacrificar todas sus fuerzas en haras de un rol tan intenso como inolvidable.