Crítica: El Capitán Nemo y la Ciudad Sumergida (1969)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1969: Chuck Connors (Senador Robert Fraser), Robert Ryan (Capitán Nemo), Lucianna Paluzzi (Marla), Nanette Newman (Helena Beckett), Bill Frazer (Barnaby), Kenneth Connor (Swallow), John Turner (Joab), Alan Cuthbertson (Lomax)

Director: James Hill, Guión: Jane Baker, Pip Baker & R. Wright Campbell, basados en los personajes creados por Julio Verne para su novela 20.000 Leguas de Viaje Submarino

Trama: Siglo XIX, alta mar. El barco donde viaja el senador norteamericano Robert Fraser queda atrapado en mitad de una violenta tormenta, y tanto él como otros pasajeros se ven obligados a evacuar. Pero cuando todo está perdido, un grupo de hombres rana logra rescatarlos y los lleva a bordo del submarino Nautilus, comandado por el capitán Nemo. El navío se dirige a la ciudad sumergida de Templemir, una fabulosa construcción creada por Nemo en donde vive una comunidad utópica compuesta por los marinos de su submarino y sus respectivas familias. Pero el senador Fraser se siente incómodo de ser el “huésped forzado” de Nemo, especialmente cuando éste le advierte que no podrá salir de la ciudad mientras viva. Asistido por un dúo de ambiciosos hermanos, Fraser planeará meticulosamente el escape de Templemir… pero no todo saldrá como lo planeado.

El Capitan Nemo y la Ciudad Sumergida El Capitán Nemo y la Ciudad Sumergida es un filme típico de matineé que me hubiese querido de todo corazón que me agradara. En serio. Tomen a un personaje apasionante de la literatura fantástica, expandan el universo steampunk donde vive – ahora se le incorpora toda una ciudad sumergida – y escriban nuevas aventuras sobre el mismo. Pero no. Los libretistas insertaron personajes idiotas, situaciones estúpidas y – lo que es peor de todo – un bizarro sentido de la moral que resulta inapropiado para una película orientada para un público… ¿cúal público?. Porque este filme es muy aburrido para adolescentes y adultos, y muy violento para los más chicos. En todo caso, El Capitán Nemo y la Ciudad Sumergida es un filme condenado para el fracaso desde el vamos, ya que los libretistas no se pudieron poner de acuerdo de a quién iba dirigido y terminaron de hacer una ensalada de tonos.

Comencemos por el casting, del cual diremos amablemente que es inapropiado. Aquí está el enigmático capitán Nemo, del cual vimos encarnaciones mejores como la de James Mason (20.000 Leguas de Viaje Submarino) o Herbert Lom (La Isla Misteriosa); pero acá le tocó en suerte a Robert Ryan, el que directamente no sirve para el papel. Ryan parece un burócrata prepotente y carece de misterio (encima lo visten como si fuera el conductor de un tren). Luego pasemos a Chuck Connors, vaquero sin caballo, que acá lo enfundaron en traje de gala y lo hacen pasar por senador. Connors será cualquier cosa menos un tipo sofisticado y, para colmo, mide como dos metros. Mal día para empardarlo con la corta Luciana Paluzzi, de 1.65 mt. Luego hay una parva de actores ingleses desconocidos, que van de lo impávido a la sobreactuación inaguantable. El dúo de codiciosos hermanos bordea lo insufrible, eso sin contar el ingeniero con claustrofobia al que le dicen que toda su vida va a permanecer encerrado en la ciudad a miles de metros bajo el agua.

Uno puede percibir la alevosía del director en la preparación de los “grandes momentos” del filme. Prácticamente la primera media hora de la película se trata de eso: música de fondo y… EL NAUTILUS. Más música de fondo y…. LA CIUDAD SUMERGIDA DE TEMPLEMIR. Otra vez música (para colmo, siempre la misma música) y vemos a … MOBULA, LA MANTARRAYA GIGANTE. Y así sigue una secuencia tras otra. Los personajes no hablan, solo presentan maquetas y títeres a escala en medio de la acalambrante música de Angela Morley – que después de la quinta repetición termina por revolver el estómago -.

Cuando el desfile de maquetas termina, aparecen los espantosos hermanos Bath, los que se babean al ver todo el oro que hay en la ciudad y que es el rezago industrial de la máquina que genera oxígeno a partir del agua de mar. Durante el 50% del filme vemos a estos patéticos hombrecitos conspirando para robar platos, cucharas y baratijas de oro, y obtener algún medio de volver a la superficie. A ellos se les suma el ingeniero claustrofóbico – que no vacila en hacer un agujero en la cúpula de la ciudad y escapar por él, aunque a) el desbalance de presión mate a los miles de personas que viven en Templemir b) nadie le haya informado que se encuentra a miles de metros bajo el agua y que ni siquiera cuenta con un tanquecito de oxígeno -, y Chuck Connors que quiere irse a toda costa para terminar con su misión diplomática. Ese sí que es un político abnegado.

Lo que sigue a esto es un bizarro esquema de traiciones, intrigas y muertes. Muere gente que no debe morir (¿cúal es la moraleja que se le da a los niños que ven esta película?); los personajes principales son uno más egoista que otro, y lo único que le interesa es el oro y la fuga, sin siquiera admirar lo que Nemo ha logrado en su comunidad utópica. Todo el diálogo del filme se reduce a “mira cuanto oro!” y “Nemo! usted no me a poder retener!”. Nada de los misterios del universo acuático ni de los avances de la ciencia. Simplemente todo se reduce a un duelo de caprichos.

Lo cual termina siendo una adaptación muy limitada y triste de la obra de Verne. Digamoslo así: lo mismo que ocurre en 20.000 Leguas de Viaje Submarino pasa aquí, sólo que el escenario pasó a ser una ciudad bajo el mar en vez de un submarino (y los decorados son más grandes). El conflicto básico de la novela de Verne se mantiene, pero se encuentra terriblemente adaptado – tal como en la versión de 1954, los náufragos viven complotando para escapar, pero en el filme de la Disney había margen para lo fascinante -. Con una mentalidad tan corta, personajes mal escritos y un casting inapropiado, El Capitán Nemo y la Ciudad Sumergida termina siendo una experiencia frustrante. Tendrá algún que otro momento, pero no termina nunca de entretener, quizás porque todos sus personajes se comportan de manera estúpida y caprichosa, y eso ya supone un problema cuando uno termina detestando a todos los caracteres que aparecen en pantalla.