Crítica: Nekromantik (1987) de Jorg Buttgereit

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Alemania, 1987: Daktari Lorenz (Robert), Beatrice M. (Betty), Harald Lundt (Bruno), Collosseo (Joe), J.S.A. (Henri Boeck)

Director: Jorg Buttgereit, Guión: Jorg Buttgereit y Franz Rodenkirchen

Trama: Robert trabaja en una agencia funeraria que se encarga de recoger los cadáveres de accidentes y homicidios. Pero en su vida particular Robert y su concubina Betty tienen un inusual fetichismo con la muerte. Su casa está llena de órganos y fragmentos de cadaveres que Robert ha ido tomando de su trabajo. Un día debe deshacerse de un cuerpo hallado en un bañado, pero Robert decide robárselo y llevarlo a su casa. Pronto él y Betty comenzarán una relación necrofílica con el cadaver, pero las cosas empiezan a salirse de madre cuando pierde su puesto en la funeraria y Betty lo abandona, llevándose el cuerpo consigo. Lo que sigue es una espiral descendente de destrucción, donde Robert sólo encuentra placer con los muertos.

Nekromantik En los años 70 hacer cine extremo era rentable. Los primeros pasos datan de la época del seudo documental Salvaje Mondo Cane, donde aparecían falsas muertes y accidentes; después llegaría toda la oleada del hiper sangriento cine de horror italiano, con Zombie y Holocausto Canibal entre otros títulos. Una mala prensa, la prohibición en varios países o una poda salvaje de la censura aseguraban un status de culto automático y la circulación clandestina de dichas películas de mano en mano. Y donde se podían estrenar, la gente acudía en masa a ver la curiosidad (el por qué habían sido prohibidas).

No hay mejor mecanismo publicitario que la censura. En una gran cantidad de países que, en aquella época, vivían bajo el dominio de las dictaduras de turno, la existencia de una lista negra de filmes terminaba por ser una inversión a largo plazo. Caídos los régimenes de facto, los estrenos en masa de filmes prohibidos aseguraban enormes recaudaciones de taquilla. La época del destape – algo que comenzó con la caída de los regímenes militares sudamericanos o la muerte de Franco en España y el regreso a la democracia – generó una industria de corto plazo enormemente lucrativa. La gente acudía en masa a ver películas que, si no hubieran estado prohibidas, jamás las hubieran visto. Algunas muestras gruesas del terror italiano, el cine político y por supuesto la pornografía.

Nekromantik es una entrada tarde a la larga lista de filmes prohibidos, del cuales todo el mundo habla y se moviliza por verlo (o saber de qué trata). Es bastante difícil calificar a Nekromantik, aunque una definición bastante acertada sería la de ser cine exploitation con ideas. Existen momentos en que pareciera un film de David Cronenberg con un guión escrito por el John Waters de los inicios. Algunas ideas del film son bastante inteligentes pero la mayor parte del tiempo está filmado con extremo mal gusto. Si bien el tema central de la película – la necrofilia – es tabu (ahora y siempre), creo que el mismo guión podría haberse filmado con trazos mas finos y menos explícitos. Existen momentos en que la película muestra tener algunos vuelos artísticos – sin ir más lejos, el clímax parece un paralelo a El Imperio de los Sentidos de Nagisa Oshima, otro film prohibido por la censura -, pero la gran mayoría de las escenas parece ser pornografía extrema.

Obviamente la calidad del film es extremadamente amateur. La fotografía es oscura, las actuaciones blandas, y el presupuesto cero se nota. Los efectos especiales de accidentes y cadaveres lucen terriblemente falsos y exagerados, aunque para su época debieron resultar impresionantes. La mayor parte del tiempo la dirección es correcta, aunque haya un par de secuencias en las que a Buttgereit se le dispara el delirio.

Robert y Betty son una pareja de individuos enfermos, obsesionados con coleccionar partes humanas de los cadaveres que él recoge en su trabajo diario. Como figura en el documental que Robert ve en la TV, cuando uno se acerca demasiado a algo que le produce fobia, la mente humana puede reaccionar de modo totalmente opuesto y terminar de abrazarla hasta convertirse en obsesión. En este caso la repulsión de Robert hacia los muertos se transforma en fetichismo. El paso siguiente es la comunión carnal con los cadáveres. Robert roba uno de ellos, le fabrican un miembro de madera y pronto se encuentran teniendo un menage a trois con Betty.

La escena en que los tres hacen el amor está bastante bien filmada, con imagenes ralentizadas y un buen juego de sombras. Hay momentos de trazo realmente grueso, como Robert chupeteando el ojo del cadáver, que no eran necesarios. Después en la escena siguiente ellos comen plácidamente un grueso bife (de carne común, aclaremos) mientras desangran al cadáver en la pared de la pieza – esta escena me resulta más chocante que cuando hacen el amor -. Aclaremos que el cuerpo está en un avanzado estado de putrefacción.

Donde comienza el espiral dramático descendente es con la pérdida del trabajo de Robert. Betty se va y se lleva el cadaver (debía ser parte de sus bienes gananciales!), y Robert comienza un declive autodestructivo. La secuencia en que agarra al gato de Betty, lo mete en una bolsa y lo destroza contra la pared como venganza no sólo es gratuita sino patética. Mucho mejor desarrollada está la escena siguiente, donde Robert va a ver un film de terror slasher (que para él, sería el equivalente de ver una película pornográfica). Ese es un momento realmente inteligente del film, en donde el necrofílico se aburre a todas luces con el patetismo de las muertes que muestran en la pantalla, mientras que en la platea la gente lo disfruta o se pone cachonda (en el caso de las parejas). Como en Crash de Cronenberg, el punto es que la muerte termina siendo afrodisíaca. Para Robert es el contacto directo – la necrofilia -; para el resto de los humanos normales, su rechazo y el horror que provoca nos hace buscar lo inmediatamente opuesto – el contacto fisico con humanos … vivos -. Quizás sea un clisé pero ¿cuantas parejas adolescentes han ido a ver filmes de terror y han terminado más ocupados en sus butacas que atendiendo el desarrollo de la película?.

Lo que sigue es bastante obvio. Robert sale a buscar una prostituta y sólo puede mantener relaciones con ella cuando la mata. Y en la búsqueda del mayor placer termina por matarse con un cuchillo mientras tiene su último y máximo orgasmo – aquí viene la referencia a Oshima -. La idea de la escena está bien, pero está filmada del modo más grueso posible, con un pene obviamente falso y toneladas de jugo de tomate salpicando las paredes. El minuto final, en que Betty llega al cementerio para robarse el cadáver de Robert redondea el concepto del film de modo brillante.

No es un film para estómagos sensibles. Tampoco es una película que volvería a ver. Algunas ideas del guión redimen al film de ser una basura completa, y la mayor parte del tiempo me sentí encontrando mensajes que el director transmitía con la película. Sorprendentemente he sentido que, como espectador, Buttgereit me manejaba los tiempos y las sensaciones: aquí un momento de comedia, otro allá para pensar, acá un momento para horrorizarse y asquearse. No es cine arte del mal gusto pero por momentos se le aproxima.