Crítica: La Naranja Mecánica (1971)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorGB, 1971: Malcolm McDowell (Alex DeLarge), Patrick Magee (Frank Alexander), Warren Clarke (Dim), James Marks (Georgie), Michael Bates (jefe de los guardias), Godfrey Quigley (Chaplain)

Director: Stanley Kubrick, Guión: Stanley Kubrick, basado en la novela homónima de Anthony Burgess

Trama: Gran Bretaña, en el futuro. Alex DeLarge es el líder de una banda de inadaptados, quienes viven cometiendo todo tipo de actos de violencia. Pero tras una disputa interna, Alex es traicionado por los miembros de su pandilla y resulta atrapado por la policía. Tras ser condenado a 14 años de prisión, el único medio de escapar rápido de la cárcel es sometiéndose voluntariamente al tratamiento Ludovico, un método experimental de lavado de cerebro que reprime sus deseos criminales. Pero tras salir de la prisión, el reformado Alex encontrará que el mundo no está preparado para aceptarlo.

La Naranja Mecanica La Naranja Mecánica fue la última obra maestra de Kubrick antes de caer en una diletante creativa que lo arrastraría durante las décadas de los 70 y los 80, con fracasos de taquilla como Barry Lyndon, un progresivo ostracismo, experimentos comerciales no tan logrados como El Resplandor y una etapa de numerosas inseguridades que terminarían por opacar al genial director. Con el tiempo todo su obsesivo perfeccionismo terminaría por jugarle en contra, y la producción cinematográfica de Kubrick se haría cada vez más espaciada. En los casi 30 años siguientes sólo generaría cuatro filmes, y ninguno de ellos llegaría a la altura de su impecable producción creativa de la década del 60.

A Clockwork Orange está basada en la novela de 1962 de Anthony Burgess, escrita originalmente como una reflexión acerca de temas de la moralidad cristiana en un mundo futuro completamente amoral. Lo que explora Burgess es la idea del perdón y de “poner la otra mejilla”, cuando una persona ha cometido actos tan despiadados que resultan inolvidables e imperdonables. Un criminal es rehabilitado, sometido a la persecución por sus antiguas víctimas, y la presión de esos castigos deshace el efecto del tratamiento de control de sus impulsos violentos al cual fue sometido. En el acto final, cuando el personaje parece regresar a las andadas, reflexiona sobre el sentido de su vida y decide rehabilitarse voluntariamente – formando un hogar, ingresando a un trabajo estable -, sabiendo de antemano que sus hijos heredarán sus impulsos violentos ya que se trata de su propia naturaleza.

La novela ya había sido llevada al cine por Andy Warhol en forma de filme experimental en 1965, con el título de Vinyl – cuyas copias se creen hoy perdidas -. Pero no sería sino hasta principios de los setenta, cuando Kubrick – que venía deprimido del hundimiento de su proyecto de rodar la vida de Napoleón – tomó los derechos del libro y decidió crear su propia versión. Hasta ese entonces, además de Warhol, Mick Jagger había estado interesado en el libro, planeando generar su propia puesta en escena con los Rolling Stones como la banda de drugos que lidera Alex DeLarge.

Pero la visión de Kubrick es diametralmente opuesta a la de Burgess en su libro. Comenzando por la omisión del capítulo final – la rehabilitación voluntaria de Alex después del fracaso del tratamiento Ludovico -, es obvio que lo que quiere hacer Kubrick es tomar el argumento como pretexto para lanzar dardos a medio mundo. En sí La Naranja Mecánica de Kubrick no deja de ser una gran sátira – ironiza sobre la juventud descarriada, sobre la burocracia inglesa, sobre los manejos políticos sucios, y sobre el futuro en general de toda la sociedad británica -. Para Kubrick el mal es inherente a la naturaleza de cada individuo, y los villanos nunca dejarán de serlo. No existe una salida moralmente aceptable para Alex, tal como había escrito Burgess.

En sí, La Naranja Mecánica no está muy lejos de Lolita, otro de los hits del director. Son comedias sobre temas sexual y moralmente escabrosos. Uno no puede dejar de sonreir con el humor negro de Kubrick cuando decide coreografiar golpizas y violaciones con la música de Beethoven. Es la unión de los polos opuestos – el arte y el buen gusto con todo lo repulsivo -, lo que lo hace impensable y sorprendente. Además en toda la narración de Malcolm McDowell hay tanta ironía y amoralidad que sólo se lo puede concebir en términos de farsa. La idea de estos precursores de los skinheads, amantes de la música clásica y destruyendo todo a su paso es claramente anarquista; pero a su vez no es el único concepto en tal sentido que tira el filme. Otras visiones como la de la pornografía como arte culturalmente aceptado – presente en los cuadros de las casas, los objetos de arte, incluso las mesas del “bar lácteo” que frecuenta Alex y su pandilla -, los condominios de clase media devastados como si fueran una zona de guerra, los padres indiferentes a las actividades de sus hijos, incluso la utilización de la leche (algo que uno concibe como símbolo de pureza) como bebida para ingerir drogas son claros ataques de guerrilla contra la formalidad de la supuesta sociedad moderna equilibrada. En términos de hoy en día, uno piensa que lo formal y lo pulcro denota conducta y equilibrio moral; en el mundo creado por Kubrick todo está sucio y revuelto, tal como los individuos que pululan en él. Esta visión de futuro es sumamente gélida – como lo denotan los planos tridimensionales que usa el filme (se ven techos, paredes y piso) -, amoral y culturalmente caótica (como el uso del Nadstat, el lenguaje creado por Burgess, que concibe a Rusia como influencia cultural en el idioma – curiosamente hoy somos nosotros lo que estamos perdiendo el castellano a costa de la proliferación del uso de teminología inglesa en el lenguaje cotidiano -). Lo más triste del caso es que su visión anárquica del futuro en 1971 se ha convertido en gran parte de nuestra realidad actual.

El otro punto del filme es la perversión. No hay un personaje moralmente sano en toda la película. Desde el vamos con los decorados pornográficos, hasta las escenas de las violaciones, es un filme empapado en sexualidad retorcida. Hay varias escenas en las cuales uno puede percibirlo: la visita del abogado de Alex a su casa (con McDowell tirado en la cama con él, solo con calzoncillos), la relación de Alex con el cura, e incluso el regreso a la casa del escritor – cuya esposa ha muerto y ha sido reemplazada por un fisico culturista en paños menores (David Prowse, el futuro impersonador de Darth Vader en La Guerra de las Galaxias) -. Por otro lado la corrupción presente en todos los personajes que poseen autoridad, como políticos o guardia cárceles. Al final el villano se gana un cargo político, un sueldo enorme y se libera de sus limitaciones legales a cambio de su silencio y en espera de dar rienda suelta a sus instintos violentos nuevamente recreados.

Quizás el tema de Alex pase por un vacío personal, en donde sólo encuentra emociones y adrenalina lastimando a los otros y compensando su carencia de afectos – reemplazándolos con el dolor ajeno -. Al ser atrapado, castigado y reprogramado, se convierte en un ser nulo (que puede ser útil a la sociedad, vaya la ironía). Como dice el sacerdote, le han quitado la opción de elegir entre el bien y el mal, sustituyendo a la persona por un perro de Pavlov que sólo tiene asco cuando se encuentra a punto de cometer un acto violento. Pero a su vez le han quitado las defensas contra las agresiones de este mundo, y por ello termina transformándose en la víctima de sus pares de la sociedad. No lo aceptan en su nuevo estado, su pasado lo persigue, y la sucesión de agresiones terminan por desprogramar su conducta inducida. En definitiva, somos nosotros lo que terminamos por empujar a Alex a delinquir – el punto sobre el cual Kubrick se aparta del original de Burgess, sosteniendo que un individuo así carece de redención posible, ya sea por su naturaleza o por el entorno, tarde o temprano regresará a ser el mismo -. El punto de La Naranja Mecanica es que tu destino está escrito, y no hay manera voluntaria de corregirlo, ya que lo que debes ser figura en tus genes. El balance entre el bien y el mal es lo que hace humanos a las personas; y en todo caso deberían reprogramar a toda la sociedad, ya que es el entorno el que genera el caldo de cultivo para que se desarrollen semejantes monstruos.

STANLEY KUBRICK

Algunos de sus filmes reseñados en este portal son: Dr. Strangelove (1964), 2001: Odisea del Espacio (1968), La Naranja Mecánica (1971), El Resplandor (1980), Nacido Para Matar (1987)