Crítica: Mensajero de la Oscuridad (The Mothman Prophecies) (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2002: Richard Gere (John Klein), Laura Linney (Connie Parker), Will Patton (Gordon Smallwood), Alan Bates (Alexander Leek), Lucinda Jenny (Denise Smallwood), Debra Messing (Mary Klein)

Director: Mark Pellington, Guión: Richard Hatem, basado en el libro homónimo de John A. Keel

Trama: El periodista John Klein ha perdido a su esposa en un accidente de tránsito y se encuentra emocionalmente inestable. Viajando hacia la capital del estado – en donde deberá entrevistar al gobernador -, termina accidentalmente en el pueblo de Point Pleasant, West Virginia… y a más de 600 kilómetros del que fuera su destino original. Aturdido por el descubrimiento, mayor será su sorpresa al encontrar que varios de los pobladores de Point Pleasant vienen teniendo visiones de un “hombre polilla”, una criatura que los acosa por las noches y cuya estampa es similar a los dibujos que hiciera la esposa de Klein poco antes de su muerte. Convencido que su llegada al pueblo no es casualidad, Klein se alía con la alguacil local Connie Parker, armando el rompecabezas de los distintos testimonios de los lugareños, hasta deducir que las alucinaciones forman parte de un presagio colectivo sobre la inminencia de un desastre que afectará a toda la zona. Pero espeluznante será su sorpresa cuando descubra que la entidad ha comenzado a seguirlo y ha adoptado la apariencia de su esposa muerta… un hecho que ha comenzado a hacer dudar al periodista sobre su propia cordura.

Mensajero de la Oscuridad El Hombre Polilla es una leyenda urbana norteamericana. La figura surge de un trabajo de investigación publicado en 1975 por John A. Keel, el cual comenzó a recabar testimonios sobre un incidente ocurrido en el pueblo de Point Pleasant, West Virginia, 8 años antes. En Diciembre de 1967 el puente que servía de acceso al pueblo se derrumbó, accidente en el cual perecieron 46 personas. El dato curioso es que, desde un año antes a la catástrofe, la gente venía teniendo sueños premonitorios sobre el accidente, lo cual coincidió con una serie de avistamientos nocturnos de una figura oscura y alada, y la que terminó por transformarse en la criatura del título. Aún cuando el bicho de marras jamás volvió a ser avistado – y ni siquiera el tema del hombre polilla volvió a ser mencionado por otros que no sean el mismo Keel -, lo cierto es que su libro llamó la atención de Hollywood y terminó siendo adquirido para transformarse en el filme que ahora nos ocupa.

Hablando de los investigadores de lo paranormal, resulta difícil ser objetivo y creíble en un mundo de fabuladores empedernidos. La gente comenzó a ver OVNIs en los años 50, y pronto el interés por lo desconocido reavivó la imaginación de las mentes más febriles. A los platos voladores le siguieron los Yetis, la Atlántida, Pie Grande, los Hombres de Negro (término que curiosamente terminó creando el mismo Keel), los dioses – astronautas y una sarta interminable de teorías tendenciosas y leyendas urbanas. Es complicado hacerse el escéptico cuando uno está en medio de lo que es una industria basada en leyendas urbanas; si usted logra probar que determinado suceso ha sido un engaño o una malinterpretación, nunca vendería un maldito libro; por otra parte, hay individuos que terminan por comerse su propio personaje y se transforman en fanatizados investigadores recibidos vaya a saber en qué universidad, especializados en un montón de temas extremadamente vagos, y explicando con una desmesurada verborragia teorías disparatadas que se le han ocurrido para explicar lo que sería un evento anormal. Uno no pone en duda que existen fenómenos inexplicables; lo que uno pone en duda son las teorías generadas por gente no calificada, los cuales se han auto-titulado especialistas del tema. Uno nunca va a encontrar a un Carl Sagan o a un Stephen Hawkins investigando un avistamiento OVNI; por el contrario se va a topar con charlatanes, desquiciados, estafadores y fabuladores de todo tipo y color, los que van desde Erich Von Daniken – un tipo que tiene antecedentes penales por robo y estafa, y que se volvió un éxito comercial en los 70 gracias a Recuerdos del Futuro y obras sucesivas – hasta el mismo John Keel, un tipo que escribía libretos para Hollywood – para tiras como El Superagente 86 y Perdidos en el Espacio -, y que súbitamente se convirtió en un especialista de lo oculto. Todo esto sin mencionar al padre de todos, L. Ron Hubbard, el cual vió que el negocio estaba más allá de vender un puñado de libros – no era mas que un autor comunacho de ciencia ficción – y decidió volver en reales sus propias fabulaciones, fundando toda una disciplina seudo científica / religiosa que explica que los seres humanos poseen raíces extraterrestres, las cuales permanecen durmientes en nuestros genes. Drenando la imaginación de miles de incautos, Hubbard construyó un imperio tan poderoso como millonario, el cual subsiste hasta el día de hoy.

El dato curioso aquí es que, en vez de tomar textualmente el libro de investigación de Keel, los productores del filme han decidido reformularlo como una ficción sobrenatural. Por ejemplo, los eventos de la película tienen lugar en el 2000, no en 1967; el Hombre Polilla del título no sólo se avista sino que tiene una participación activa en la trama, siendo una especie de entidad fantasmal que logra comunicarse con el personaje de Richard Gere y adopta las más variadas apariencias; y todo el escenario tiene características anormales propias de un capítulo de La Dimensión Desconocida o Los Expedientes Secretos X: sueños premonitorios colectivos, alteraciones del tiempo y el espacio – como si el pueblo estuviera súbitamente en un dimensión distorsionada; ¿cómo se explica entonces que Richard Gere haya viajado 650 kilómetros en poco menos de dos horas? -, y manipulación selectiva de los recuerdos, con lo cual la entidad logra disfrazarse bajo la apariencia de conocidos y seres queridos. Toda esa caterva de elementos bizarros y traídos de los pelos podría haber dado a luz a un filme realmente idiota, pero aquí están manejados con mano experta por parte del director Mark Pellington. No hay explicación real de lo que pasa; hay teorías, hechas por individuos con muchísimo sentido común – como es el caso del personaje de Alan Bates, el cual triunfa en su intento de cohesionar los elementos disparatados del filme bajo un baño de impecable racionalidad – que sirven para entender un poco el comportamiento pero no las causas ni los orígenes de semejante entidad. ¿Cuál es la utilidad de las advertencias?. ¿Son fenómenos que la entidad provoca, o es un simple observador que anticipa el futuro?. Si dedica tanto tiempo a dicha tarea, ¿es acaso la misión de su vida pregonar las desgracias que vendrán?. ¿Es un fantasma, un alien o un angel?.

Si uno analiza la trama con detenimiento verá que todo es un disparate. Lo que hace al disparate más que digerible es la mano diestra de un gran cineasta, y éste es el caso. Yo no sé si estoy dispuesto a aceptar como verdadera la premisa; sí la tomaría como un trabajo de ficción y, en ese caso, las condiciones de suspensión de la credibilidad están dadas de manera sobresaliente. El comportamiento del Hombre Polilla es tan errático como inquietante, ya sus camuflajes y su personalidad cuasi humana dan lugar a algunas escenas incómodas, como los llamados que recibe Richard Gere o los encuentros casuales con alguien similar a su esposa muerta. Eso no quita que haya momentos en que la trama fuerza demasiado la credibilidad – como cuando la entidad asume un nombre mortal y empieza a llamar por teléfono – pero, el resto del tiempo, resulta efectiva en la tarea de shockear al espectador y, sobre todo, dejarlo desubicado.

Mensajero de la Oscuridad es un thriller muy efectivo. Quizás la historia no está tan buena si uno la pasa debajo de la lupa, y quizás Richard Gere es demasiado estoico para protagonizarla; pero posee un gran clima de suspense, el cual triunfa por encima de las limitaciones de una premisa algo traída de los pelos.