Crítica: Moebius (1996)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorArgentina, 1996: Guillermo Angelelli (Daniel Pratt), Roberto Carnaghi (Marcos Biasi), Annabella Levy (Abril), Jorge Petraglia (Mistein), Miguel Ángel Paludi (Aguirre), Fernando Llosa (Nazar)

Director: Gustavo Mosquera R., Guión: Pedro Cristiani, Gabriel Lifschitz, Arturo Oñatavia, Natalia Urruty, María Ángeles Mira y Gustavo Mosquera R., sobre el cuento de A.J. Deutsch A Subway Named Mobius (no acreditado)

Trama: En la ciudad de Buenos Aires la red de subterráneos se ha expandido a proporciones gigantescas. Ahora, con la construcción de la línea perimetral, todos los recorridos se encuentran interlazados. Pero la mañana del 4 de marzo, el tren 86 desaparece misteriosamente de su recorrido. Todos los intentos de localizarlo son en vano. El director general de la empresa, Marcos Biasi, precisa dar explicaciones a las autoridades y por ello llama al estudio de arquitectura que diseñó la red de subterráneos. El enviado del estudio es el topólogo Daniel Pratt, quien comienza a recorrer las líneas y a estudiar los planos. Pero sus pistas lo llevan hacia quien fuera su profesor de topología en la Universidad, el Dr. Mistein, el que ha elaborado la teoría de que la red ha crecido a un grado de complejidad tal que se ha transformado en una cinta de Moebius – una cinta sin fin que se dobla sobre sí misma -, y que habría llevado al subte desaparecido a una nueva dimensión.

Moebius Gustavo Mosquera R. era un profesor de la fundación argentina Universidad del Cine al que, evidentemente, le gustaba mucho la ciencia ficción: en 1987 dirigió su primer largometraje Lo que Vendrá, un thriller futurista con Charly García ayudando a un herido Hugo Soto que venía escapando de un asesino implacable interpretado por Juan Leyrado. Tardaría 9 años más en regresar al género y rodar Moebius, su segundo largo; pero como en Argentina el cine fantástico nacional es una rareza (y no es muy popular), Mosquera R. terminaría migrando hacia Norteamérica donde actualmente está armando la pre producción de un filme basado en la vida del historietista H.G. Oesterheld – el creador de El Eternauta -.

Es interesante notar algunos aspectos del proceso de creación de Moebius. Primero, es un trabajo cooperativo entre varios estudios y fundaciones, además de ser una experiencia educativa para numerosos estudiantes de la Universidad del Cine que terminaron involucrados como equipo técnico. Segundo, es la evolución de un trabajo creativo en grupo ya que se desarrollaron 8 guiones sobre la idea que después terminaron fusionándose en el script final. Tercero, tiene la rareza de ser un thriller matemático dos años antes de que Pi de Darren Aronofsky presentara al mundo el género. Ciertamente Moebius no alcanza el misticismo ni tiene el profundo grado de desarrollo y densidad conceptual que las ideas de Pi, pero la premisa de fondo está basada en una curiosidad matemática.

Pero en sí, la idea de Moebius no deja de ser una adaptación no acreditada del cuento de A.J. Deustch Un Subterráneo Llamado Mobius, que fuera publicado en 1950 (y al que Isaac Asimov considerara uno de los relatos de sci fi mejor escritos de la historia). Los puntos sobresalientes de la trama son idénticos: la red de subterráneos se ha vuelto tan intricada que el tren 86 ha desaparecido. Un topólogo que investiga el tema no logra resolver el asunto hasta que accidentalmente toma un subte en donde ve que la gente está leyendo el diario de unos días antes. Allí cae en la cuenta que ha abordado el subte 86 (lo mismo que ocurre en el film, incluso el número del tren ha sido respetado), el que recorre una cinta sin fin que se dobla entre ésta y otra dimensión desconocida. Aquí la premisa – que bien podría dar pie a un corto – es expandida para calzar como largometraje. Es interesante ver los recursos que usa Mosquera R. para disfrazar el estiramiento de la trama – la búsqueda de los planos de la red de trenes que están perdidos en un laberinto de mapas y archivados en una gigantesca biblioteca (con las obligadas referencias de turno al imaginario de Jorge Luis Borges); las pistas que llevan hasta el profesor Mistein, que ha elaborado la teoría de que la red puede convertirse en una cinta de Moebius; y en especial las inquietantes escenas con la percepción de que el subte fantasma está pasando… pero nadie ve nada -. Esto termina por generar un excelente clima de suspenso, si bien a veces uno nota que las pausas del relato son demasiado prolongadas; pero el film termina por compensarlas con un par de secuencias excelentes, como la investigación personal de Pratt en los túneles del subterráneo hasta que se da cuenta que las luces han cambiado… y el tren 86 se le va a venir encima a una velocidad fantástica.

Las performances en general son muy buenas, y los diálogos son lo suficientemente distendidos como para sonar realistas – corrigiendo el clásico defecto del cine argentino de los parlamentos pedantes que suenan a mala traducción de un libreto de filme de serie B norteamericano o bien, a telenovela mexicana -. (alerta: spoilers) Quizás lo que se le pueda reprochar a Moebius sean dos cosas: la primera es la falta de una mayor explicación sobre su teoría. Muy al pasar se sugieren dos cosas: que si el tren toma suficiente velocidad en una curva puede saltar a la otra dimensión, y la otra es el ocurrimiento de un eclipse solar como una especie de causa metafísica. Lo otro que pudo haberse mejorado es la escena en el tren 86 mismo. Si el tren, encaramado en esa cinta fantástica sin fin, ha logrado velocidades imposibles y el tiempo se ha detenido, no queda claro cómo la gente a bordo no protesta ni consulta sobre lo que sucede (para ser fieles con el cuento original, los pasajeros están leyendo los diarios de cuatro días antes, pero bien ese aspecto se podía haber resuelto dejando al tren vacío con la excepción del conductor). También es cierto que el diálogo entre Pratt y Meistein no tiene mayor sentido que sonar a exceso intelectual. Con el tren tomando cada vez más velocidad por efecto de la misma cinta, lo que queda es la aventura de descubrir que es lo que hay más allá. Pero luego, el discurso sobre la superioridad intelectual sobre las personas comunes suena pedante. El final queda abierto, dejando traslucir que Pratt y Meistein han decidido tomar otro tren para transformarlo en una nueva máquina del tiempo y el espacio, pero antes dejándole un mensaje al descreído Biasi. Es un final inspirado en el clímax de La Maquina del Tiempo (1960) (fin de spoilers).

Aún con sus defectos menores Moebius es un ejemplo de dirección impecable que mantiene un excelente suspenso, sumerge al espectador en la historia desde el principio, y genera una fascinante experiencia de cine fantástico hecho con dos mangos. Quizás le falte ampliar el par de puntos mencionado líneas arriba, pero aún así Moebius brilla por su calidad. Y no sería arriesgado considerarla como la mejor película nacional de cine fantástico.

CINE FANTASTICO ARGENTINO

Otros títulos del cine fantástico argentino: El Hombre Bestia (o las Aventuras del Capitán Richard) (1934); Obras Maestras del Terror (1960), Extraña Invasión (1965), Sangre de Virgenes (1967), Invasión (1969), Snuff (1976), Moebius (1996), La Sonámbula (1998), Déjala Correr (2001), Plaga Zombie: Zona Mutante (2001), Adios Querida Luna (2004), Tiempo de Valientes (2005), Zenitram (2010), Fase 7 (2011), Mamá (2013), Kryptonita (2015)