Crítica: El Maquinista (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

España, 2004: Christian Bale (Trevor Reznik), Jennifer Jason Leigh (Stevie), John Sharian (Ivan), Michael Ironside (Miller), Aitana Sanchez-Gijon (Marie), Craig Stevenson (Tucker)

Director: Brad Anderson, Guión: Scott Kosar

Trama: Trevor Reznik es operario en un taller industrial, y desde hace un año padece de insomnio crónico. Sus constantes noches en vela han afectado su peso y se ha convertido en un esqueleto ambulante. Con el creciente proceso de deterioro físico, Reznik es acosado por sus jefes para que se realice chequeos médicos. Pero, durante su rutina diaria, Reznik ha provocado un accidente que le ha costado el brazo a uno de sus compañeros. Y es que Reznik, en ese momento crítico, se distrajo al ver a Ivan – un reemplazo temporal en el departamento de soldaduría -, quien le hacía gestos amenazantes. El tema es que, a medida que pasa el tiempo, no hay ninguna prueba de la existencia de Ivan que Reznik pueda alegar en su favor por motivo del accidente. Y pronto comenzará a pensar que está perdiendo la razón en vista de su débil condición física.

El Maquinista España parece haber montado en los últimos años una pequeña pero pujante industria de cine comercial al estilo de lo que hizo Luc Besson en Francia. Importando estrellas americanas y rodando con capitales y talentos locales. Este es el caso de El Maquinista, una pequeña obra que rápidamente ganó status de culto debido a la recomendación boca a boca.

Sin dudas el punto más comentado es la transformación física de Christian Bale, el apolíneo actor de Batman Begins, que aquí se ha transformado en un esqueleto viviente. Siguiendo una durísima dieta a base de sólo una lata de atún diario, Bale perdió el 30% de peso para poder encarnar a Trevor Reznik. Es un proceso parecido (pero inverso) al de Robert de Niro en El Toro Salvaje, que fue el primero que comenzó con esta moda extrema de adaptarse físicamente a los personajes más disímiles. Ver a Bale con las carnes tirantes y con todos los huesos marcados sobre la piel hace acordar a alguien escapado de algún documental de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

En sí, El Maquinista no deja de ser un tour de force de Bale. Por el resto, la historia está ok y está muy bien dirigida, pero tampoco es ultra original. El Maquinista puede emparentarse con otras películas basadas en engaños de la mente, que van desde No Mires Hacia Atrás de Nicholas Roeg, Vertigo de Alfred Hitchcock hasta incluso Blow Up de Antonioni, en donde los personajes creen percibir cosas que nadie ve, y por momentos creemos que estamos participando de las alucinaciones del protagonista. Pero quizás la influencia más fuerte sobre el argumento sea la mediocre El Hombre que se Persiguía a Sí Mismo de 1970, en donde Roger Moore llegaba a lugares en donde le notificaban que recién había estado allí. Aquí se le suma un trasfondo trágico, en donde lo que vemos no deja de ser una alegoría (o una interpretación de la mente) de lo que le ha sucedido en el pasado a Trevor Reznik.

El suspenso es creciente, aunque hay algunos saltos de lógica a medida que comienzan las revelaciones en el final – especialmente con los sucesos en el departamento de Reznik -. Esto se compensa con la sólida construcción de personajes, en donde todos resultan naturales y carismáticos. Como diría un postulado no escrito del cine, “si es simpático, va a morir o seguramente tendrá un final trágico”.

El Maquinista es sólida y más que recomendable. El guión está ok, la dirección es sobresaliente, y las performances son destacadas. Es una obra chiquita y cerebral, pero que cumple con creces sus intenciones.