Crítica: X: El Hombre con Rayos X en los Ojos (1963)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1963: Ray Milland (Dr James Xavier), Diana van der Vlis (Dra Diane Fairfax), Don Rickles (Crane), Harold Stone (Dr Sam Brant), John Hoyt (Dr Willard Benson)

Director: Roger Corman, Guión: Robert Dillon & Ray Russell sobre una historia de Russell, Musica – Les Baxter

Recomendación del Editor

Trama: El doctor James Xavier se encuentra realizando experimentos que permitirían ampliar el espectro de la visión humana. La capacidad del ojo humano sólo permite distinguir el 10% de las cosas, y Xavier pretende llevarlo al 100%. Las primeras pruebas con simios son exitosas, pero los animales utilizados fallecen de paros cardíacos por la impresión y la incapacidad de comprensión del nuevo mundo que se les presenta. Acuciado por las presiones de la fundación que financia su proyecto, Xavier debe presentar resultados rápidamente, y decide experimentar consigo mismo. A pesar del éxito, la fundación corta los fondos para la investigación, lo cual no detiene a Xavier. Pero pronto el científico se volverá adicto a la fórmula que ha creado, y su arrogancia tiene ribetes de locura. Sus amigos y colaboradores, la Dra Fairfax y el Dr Brant, intentan detenerlo, pero accidentalmente Xavier arroja a Brant desde un edificio. Y Xavier deberá huir de la policía mientras continúa aplicándose el suero, expandiendo el poder de su visión hasta llevarlo a la demencia.

X: El Hombre con Rayos X en los Ojos Personalmente no me gusta el terror gótico. Tiene mucho de teatral y barato, además de ser redundante en explicaciones y diálogos fútiles que suelen demoran el ingreso del espectador en el tema central. Es por eso que, si bien el prestigio que alcanzara Roger Corman en el círculo crítico se basa en sus adaptaciones de Edgar Allan Poe a la pantalla grande, me resultan más disfrutable la producción no gótica de Corman.

Roger Corman es básicamente un pistolero a sueldo de la industria cinematográfica. Un formidable hombre de negocios que creó su imperio basado en producciones de bajísimo presupuesto, una gran parte de ellas terriblemente bizarras, pero con un puñado de obras memorables. Gran parte de los filmes dirigidos o producidos por Corman clonan las ideas de producciones costosas de los estudios major de Hollywood. Pero cuando Corman se ha apartado de la imitación, ha desarrollado películas más que meritorias. Y sin dudas X: The Man With X-Ray Eyes es uno de los mejores filmes de su producción – si no es el mejor -.

Y es que X: The Man With X-Ray Eyes es una película formidable. Quizás no haya nada nuevo en la arquitectura del relato, ya que esta fórmula se ha visto innumerables veces antes y después de este filme. Pero a mi parecer es el apogeo de las historias de científicos locos. Es la fórmula llevada a la perfección. Basta en examinar los ritmos que Corman le impone al relato: hay una breve y didáctica introducción al público de los temas que va a tratar el guión. No pasan más de cinco minutos antes que el espectador se encuentre junto a Ray Milland experimentando con el suero. Hay una escalada de tensión desarrollada de forma lógica y, lo más importante, no hay villanos. Sólo el papel de Don Rickles como un estafador de poca monta que presiona a Xavier – primero para que trabaje como fenómeno de feria; y después como una especie de curandero – juega las veces de amenaza en el relato, pero carece de un peso excesivo. No es necesario un villano; la inercia de la conducta del científico basta para que las cosas se salgan de madre, y simplemente la película se dedica a explorar en profundidad todas las fascinantes posibilidades que brinda la premisa hasta llevarlas hasta el final.

Es interesante notar que este es un caso invertido de la obra de H.G. Wells, El Hombre Invisible. Mientras que en la obra de Wells Griffin es un científico que se vuelve invisible y enloquece al no aceptar su nueva condición, sumándose a esto que sus afanes megalomaníacos lo hacen creer que es un Dios, aquí es el extremo opuesto: el mundo se vuelve invisible ante los ojos de Xavier, otro científico que desafía a las leyes naturales y que pretende descubrir los secretos que Dios ha guardado de la vista de los hombres. Si se quiere, entra dentro de la tendencia de la sci fi de los 50 y 60 en donde los científicos eran vistos – cinematográficamente – como temerarios exploradores que traspasaban los límites de lo que estaba permitido descubrir, abriendo cajas de Pandora de incalculables consecuencias. En el fondo no dejan de ser todas estas obras un profundo sermón religioso camuflado, en donde los hombres que desafían con su arrogancia científica los límites impuestos por Dios terminan por ser castigados. Como menciona Richard Scheib, es el síndrome de Icaro: aquella leyenda griega del hombre que construyó alas y por volar cerca del Sol terminó por derretirlas y matarse en la cáida.

Parte de la eficacia del relato reside en Ray Milland. Milland es un actor agrio y antipático, pero resulta ideal para interpretar papeles arrogantes – es el rol que Hollywood le ha dado en su industria – y es perfecto como Xavier. El científico no es un demente, sino un racional hombre de ciencia hambriento de conocimientos; el problema de Xavier reside en no reconocer los límites de hasta dónde puede llegar. Basta fijarse en el hecho de que Xavier puede en cualquier momento invertir el proceso o simplemente detenerlo: sólo debería dejar de aplicarse el suero en los ojos. Pero su hambre de conocimientos convierte al proceso en simple adicción, aplicándose dosis cada vez mayores y más seguido, hasta llegar al extremo de traspasar todo con su visión, llegando a ver los átomos. Sin dudas el clímax del film es uno de los más shockeantes y duraderos de la historia del cine: con sus retinas negras, lastimado por la luz, perseguido por la policía, Xavier termina su huída en la carpa de unos evangelistas. Sus ojos pueden ver moléculas y átomos, ya ha traspasado todos los límites. Lo que ve ahora Xavier lo interpreta como “el gran ojo de Dios que lo contempla desde el centro del Universo”; y en el diálogo entre el pastor y el científico, el evangelista le recuerda los postulados de la religión: “si tus ojos han visto el pecado, entonces el pecado está en tus ojos. Y si tus ojos te han ofendido, arráncatelos”, lo cual procede a hacer de inmediato Milland ante el sobresalto del público.(nota de interés: en una secuencia cortada de la misma escena, Milland continuaba gritando frente a cámara – con los cuencos vacíos de sus ojos – que aún podía seguir viendo (!)).

Por supuesto la eficiencia del film se basa en el desempeño de Milland. Su papel es desafiante pero conflictuado y humano: Xavier disfruta al principio de los privilegios de su visión de rayos X – cuando ve desnudos a los bailarines de una fiesta a la cual ha sido invitado – (una de las pocas ocasiones en que uno ha visto a Milland sonreír), pero de a poco comienza la escalada de mesianismo en el científico. La escena de la operación a la niña – donde Xavier conoce el diagnóstico adecuado y se vale de cualquier medio para detener la intervención quirúrgica – es perfecta para ilustrar en tal sentido. Lo único artificial puede ser la muerte del Dr. Brant, pero es el giro que precisa el relato para disparar el dramatismo de la trama. Pero el desarrollo sigue pasos coherentes – ¿qué podría hacerse si uno tuviera visión de rayos X? -, primero como mentalista, y después como jugador en los casinos de Las Vegas. Es notable ver que aquí Xavier tenía la oportunidad de corregir las cosas, obteniendo los fondos necesarios para culminar su investigación mediante las apuestas en las mesas de juego; pero es su arrogancia de conocerlo todo, la exhibición de sus poderes frente al público lo que levanta sospechas y concluye en el llamado de atención a las fuerzas de seguridad, volando su anonimato. Xavier cae simplemente por su arrogancia.

Es un filme perfecto, bien construído, bien actuado y con un ritmo envidiable. Los efectos especiales cumplen su función sin ser necesariamente espectaculares: filmaciones 3D de sitios en construcción (que representan la visión de Xavier de la ciudad, rascacielos convertidos en esqueletos gigantes de metal), algunas animaciones de esqueletos humanos, bastantes efectos sicodélicos de luz… Pero resultan de una efectividad inmejorable. Y sin duda es un verdadero clásico de culto que resulta de visión obligatoria para los amantes de la ciencia ficción y el horror.