Crítica: Londres Después de la Medianoche (1927)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1927: Lon Chaney (Profesor Edward Burke), Henry B. Walthall (Sir James Hamlin), Conrad Nagel (Arthur Hibbs), Marceline Day (Lucille Balfour), Polly Moran (Miss Smithson), Claude King (Roger Balfour), Edna Tichenor (Luna)

Director: Tod Browning, Guión: Waldemar Young, basado en el cuento El Hipnotizador de Tod Browning

Trama: El millonario Roger Balfour aparece muerto en su casa, y las señales indican que se ha suicidado. El profesor Edward Burke, amigo del difunto, decide investigar por su cuenta ya que no está muy convencido de la causa oficial del deceso. Ahora han pasado cinco años desde el hecho, y nuevos inquilinos han tomado la mansión Balfour. Pero los nuevos huéspedes tienen una apariencia atemorizante y el rumor que comienza a correrse es que se tratan de vampiros. A esto se suma la desaparición del cadáver de Balfour de su cripta familiar. Burke convence a Sir James Hamlin – vecino de la mansión y antiguo amigo de Balfour – para que realicen una excursión a la casa. Pero ambos terminarán por descubrir que, además de los inquietantes inquilinos, el mismo Roger Balfour parece haber regresado a la vida y deambula dentro de la mansión.

Londres Despues de la Medianoche Londres Después de la Medianoche es el filme perdido más famoso de la historia. Contiene una de las últimas actuaciones de Lon Chaney Sr. – el hombre de las mil caras -, antes de que falleciera de cáncer de garganta en 1930. Pero la verdadera fama de London After Midnight proviene de dos factores: fue la penúltima colaboración entre Chaney y el director Tod Browning; y segundo, fue la única oportunidad en que se pudo ver a Chaney interpretando a un vampiro. Todo esto viene a cuento de que, si Chaney no hubiese fallecido, le hubiera correspondido el papel principal en la clásica Dracula de 1931 que Browning terminó por dirigir; y definitivamente hubiera sido una película muy distinta a la que terminó rodando Bela Lugosi como el vampiro de marras.

La última copia conocida de Londres Después de la Medianoche se destruyó en un incendio que tuvo lugar en los archivos de la MGM en 1965. Pero en el 2002 la Turner Classic Movies le encargó al restaurador Rick Schmidlin que desarrollase una versión del filme basada en todo el material existente que pudiera recopilar. Schmidlin pudo recuperar el libreto original y unas 200 fotografías del rodaje, las que utilizó para armar un montaje de 45 minutos y que es el que pudimos ver.

Con semejante historia anecdótica de fondo, es imposible valorar el filme tal como debe haber sido presenciar el original. No se puede apreciar el manejo de cámaras de Browning ni las performances, con lo cual la crítica termina por quedar restringida al libreto. Pero quizás el mayor problema de Londres Después de la Medianoche es que se trata de un clásico perdido sobrevalorado. Cuando uno empieza a destilar las ideas del guión – una complicada trama de misterio victoriano con algunos elementos de horror como condimento -, el mismo es demasiado rebuscado y poco coherente. Pareciera que Browning hubiera querido imitar clásicos del estilo de El Mastin de los Baskervilles, reemplazando al perro del infierno por vampiros que después terminan no siéndolo, y que todo resulta ser una mascarada para que el verdadero asesino de Roger Balfour termine por delatarse. Pero el final es una mescolanza de escenas reales con alucinaciones que, para colmo, a la restauración le resulta imposible materializarlas con éxito. Demasiada charla, situaciones artificiales, saltos de coherencia y un final algo cantado – a final de cuentas toda la trama gira alrededor de 4 personajes principales, de los cuales uno es el investigador y el otro es la hija del fallecido millonario; eso no deja muchos sospechosos libres, ¿no? – atentan contra el supuesto status de clásico perdido que los pedantes críticos de turno insisten en asignarle.

Lo que persiste, aún con las limitaciones de la restauración, es la magnética presencia de Lon Chaney. Aún estando congelado en fotografías, en su papel de seudo vampiro resulta impresionante. Con armazones de alambre en las cuencas de los ojos – un recurso que ya había utilizado en El Fantasma de la Opera – y una dentadura postiza llena de colmillos, desarrolla otro personaje de pesadilla para su catálogo de interpretaciones memorables. Es una figura animal que se desenvuelve entre los humanos e irradia temor en cada una de sus apariciones. Otra razón más para lamentar de que no haya llegado vivo para tomar la capa y los colmillos en el papel de Drácula.

Londres Después de la Medianoche tendría una posterior remake con Tod Browning nuevamente en la silla del director, y ahora con Bela Lugosi como el vampiro de turno, en La Marca del Vampiro (1935).