Crítica: El Joven Frankenstein (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1974: Gene Wilder (Frederick Frankenstein), Peter Boyle (criatura), Teri Garr (Inga), Marty Feldman (Igor), Madeleine Kahn (Elizabeth), Cloris Leachman (Frau Blucher), Kenneth Mars (Inspector Kemp), Gene Hackman (ermitaño ciego)

Director: Mel Brooks, Guión: Mel Brooks & Gene Wilder, Musica – John Morris

Trama: Frederick Frankenstein es un afamado especialista en el sistema nervioso que se encuentra dando clases en la universidad. Pero su abuelo ha fallecido y él debe presentarse a reclamar la herencia en su castillo de Transilvania. Frederick siempre ha renegado de la leyenda negra acerca de los experimentos de su abuelo, pero una vez que se encuentra en el castillo, descubre y comienza a obsesionarse con los papeles de trabajo acerca del proceso de dar vida a los cuerpos muertos. Junto con su ayudante Igor, roban un cadaver y le transplantan un cerebro. La criatura es revivida gracias a la electricidad, pero el cerebro del transplante resulta ser la de un humano anormal, y el monstruo se vuelve incontrolable. Fuera de sí, la criatura escapa y varios habitantes de la zona tienen aterradores encuentros con él. Entonces Frederick deduce que lo que precisa la criatura es una transferencia de inteligencia de su propio cerebro. Pero el pueblo se ha levantado en horda y se dirige hacia el castillo, justo en el momento exacto en que Frederick se encuentra transfiriendo parte de su mente al monstruo.

El Joven Frankenstein “Oh, dulce misterio de la vidaaa…”

Los 70 fue una década brillante para Mel Brooks. Después de algunas comedias medianas o del éxito televisivo de Get Smart, obtendría toda la gloria en el celuloide con un puñado de filmes que pueden catalogarse como obras maestras de la comedia: Blazzing Saddles (1974), Young Frankenstein (1974), Silent Movie (1976) y High Anxiety (1977). Pero después su carrera entraría en una picada indetenible, y nunca volvería al nivel de chispa y originalidad que había obtenido en sus trabajos recién mencionados.

Lo que parece más probable es que Brooks solo fuera un buen escritor de comedias y que su talento se potenciara al estar rodeado de comediantes de calidad. Si uno examina su filmografía en los 70, Brooks había armado un troupe de genios de la talla de Gene Wilder, Marty Feldman, Cloris Leachman, Madeleine Kahn, Harvey Korman, Dom DeLuise o Sid Caesar. En los 80, fuera por desavenencias, ambiciones personales, fallecimientos, etc., ese grupo se desbandaría y los filmes de Brooks estarían poblados con elencos televisivos de dudosa comicidad. Steve Weber (de Dracula, Vivito y Coleando) no tiene ni el 10% de talento de un Gene Wilder o un Marty Feldman. Además estos dos últimos comediantes comenzaron a desarrollar sus carreras en solitario, con tibios resultados (lo más parecido a la chispa de Brooks fue la excelente y menospreciada comedia de Marty Feldman Las Locas Aventuras de Beau Geste).

Pero cuando el grupo estaba reunido, filmaban cosas geniales. Y El Joven Frankenstein es una de esas obras maestras. Sin dudas Mel Brooks es un amante del cine – toda su carrera está basada en parodias a filmes y géneros populares -. Y aquí lo que hace es realizar un afectuoso homenaje a la saga de Frankenstein que los estudios Universal filmaran en los años 30 – por ejemplo, Frankenstein, La Novia de Frankenstein y El Hijo de Frankenstein -. Incluso Brooks se toma la molestia de obtener las maquinarias originales del film de James Whale, reconstruyendo el laboratorio del Barón a la perfección y siguiendo plano a plano las tomas de aquél clásico.

Es interesante comparar a Young Frankenstein con otro experimento de Brooks sobre clásicos de la Universal, como lo es Dracula: Dead and Loving It. Aquí Brooks muestra un grado de audacia increíble, eligiendo filmar el guión en un atmosférico blanco y negro que resulta brillante. En cambio, en Dracula: Dead and Loving It pareciera que Brooks hubiera perdido la misma valentía, elige el color, y lo que es peor – posiblemente presionado por toda la generación post Airplane – inunda la trama de chistes malos y sin gracia. En El Joven Frankenstein existe realmente una historia y un desarrollo paulatino de la misma, con ocasionales e inesperados chistes lo que potencia su gracia. Es preferible el humor esporádico pero de calidad a inundar todo el tiempo la pantalla con mala comedia.

Mucho del film funciona gracias a las continuas improvisaciones que los actores realizan delante de cámaras. En especial Wilder, que suele ser un actor irritante, pero su sobreactuación a niveles siderales da el punto justo para crear un científico loco memorable. La película se toma sus tiempos para darle profundidad a la historia – el discurso de Wilder en el momento de darle vida a la criatura es brillante -, y quizás donde la película patine un poco sea cerca del final, con la mentada transferencia de cerebros. Pero al menos sirve de excusa para brindar un final optimista.

Donde la película descolla es en el nivel de las actuaciones. Marty Feldman es un ladrón constante de escenas, Wilder brilla y, en especial, está Peter Boyle que hace maravillas con su monstruo tan sólo con el lenguaje corporal y sus tiernas miradas. Es una criatura humana y querible. En el momento que se descontrola y sale de ronda, sus escenas son memorables – como el encuentro con el ciego (cameo de Gene Hackman) que es una de las escenas más comicas de la historia del cine, o los contrapuntos amorosos con la insoportable Madeleine Kahn -.

Después de 30 años es un film que sigue haciendo reír. Su comicidad es fresca, y su timing es perfecto. Es un clásico perenne que sólo mejora con el paso del tiempo.