Crítica: La Isla del Terror (SOS, el Mundo en Peligro) (Island of Terror) (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1966: Peter Cushing (Dr Brian Stanley), Edward Judd (Dr David West), Carole Gray (Toni Merrill), Eddie Byrne (Dr Reginald Landers), Sam Kydd (John Harris), Niall MacGinnis (Roger Campbell)

Director: Terence Fisher, Guión: Edward Andrew Mann & Alan Ramsen

Trama: En una remota isla escocesa, la policía comienza a encontrar cadaveres de lugareños, cuya particularidad es la desaparición total de los huesos sus cuerpos. El Dr. Landers – el médico local – viaja a Londres para solicitar ayuda a dos especialistas, el Dr. Brian Stanley y el Dr. David West, para que estudien los casos y descubran si se trata de una epidemia de alguna enfermedad desconocida. Al llegar a la isla, Stanley y West se dirigen hacia las instalaciones del Dr. Phillips – un científico colega residente en el lugar y que posee un laboratorio de última tecnología que podría asistirlos en la investigación -. Pero el científico y su plantel de ayudantes son hallados muertos en las mismas circunstancias que el resto de los cadáveres. Chequeando los papeles de Phillips, descubren que – mientras se hallaba investigando una cura contra el Cancer – el científico ha creado accidentalmente una nueva forma de vida que es la causante de las muertes. Ahora estas criaturas – las siliconatas – realizan divisiones celulares cada seis horas, duplicando su número; y con la isla totalmente aislada del resto del mundo, la población de siliconatas llegará a cientos en cuestión de horas, desbordando la capacidad de defensa de los pobladores locales, a menos que Stanley y West descubran cómo exterminarlas.

La Isla del Terror Esta es una película de la Planet Film Productions, una productora y distribuidora inglesa que naciera a principios de los 60 y que no llegaría a ver el comienzo de la siguiente década. No existen muchos datos sobre el estudio, pero lo particular es que tres de los cuatro filmes que rodó contaron con prácticamente el todo el staff habitual de la Hammer – la legendaria productora inglesa de cine de terror -. Considerando las líneas del tiempo, uno podría conjeturar si la Planet Film no fue un emprendimiento de la Hammer abocado al género de la ciencia ficción (es difícil creer que la Hammer dejara libre a sus principales estrellas). Como fuera, lo cierto es que ninguna de esas producciones fueron particularmente memorables y para 1968 Planet Film Productions estaba tocando el arpa.

Acá está el renombrado director Terence Fisher detrás de cámaras. Existe abundante bibliografía sobre este cineasta que lo tilda de artesano y auteur, simplemente porque dirigió las versiones Hammer de Dracula y Frankenstein; pero en lo personal siempre me pareció un director demasiado chato y cuyas obras han envejecido realmente muy mal. Tal como recientemente dijimos en la reseña de Dr. Mabuse, el Jugador, un clásico es atemporal y provoca las mismas sensaciones ayer, hoy, y dentro de 500 años; en cambio, debería crearse una categoría de “mojones históricos” – filmes que innovaron en su momento, pero que hoy se encuentran completamente caducos -. La inmensa mayoría de la filmografía de Fisher entra perfectamente en esta categoría.

Aquí Fisher se escapa del aburrido seteo gótico de sus aventuras de terror en la Hammer, y se despacha con una aventura de sci fi en tiempos actuales. Y el resultado es mucho mejor que lo esperado. Es un guión muy bien escrito, con personajes que si bien no son tridimensionales, al menos son sagaces. Peter Cushing aporta su cuota de dignidad como el científico especialista en huesos, y Edward Judd (de The Day The Earth Caught Fire y Los Primeros Hombres en la Luna) hace lo que mejor le sale – con su aspecto de mujeriego bonachón que derrocha simpatía -. Ciertamente el libreto hace algunas piruetas no muy creíbles para establecer el escenario de aislamiento total que requiere la historia – no hay comunicaciones externas, la única lancha de la isla ha quedado en Londres con el viaje del Dr. Landers, el helicóptero que lleva a los científicos sólo volverá en dos días -, pero son perdonables. Al menos la trama tiene ritmo y no aburre. Además todo el setup de pobladores aislados vs la amenaza mutante bien podría considerarse como la antecesora de la reciente La Niebla de Stephen King. El ataque de las siliconatas al centro comunal no difiere mucho del asedio de las criaturas en el supermercado en el film antes mencionado.

Lo que atenta contra la efectividad de La Isla del Terror es la pobreza de los efectos especiales. Las siliconatas son una especie de matarrayas rastreras con un largo tentáculo, pero no dejan de verse como mamotretos montados en un carrito y tirados por cables. Tampoco los cadáveres deshuesados se ven muy convincentes. Pero el desarrollo del relato, la investigación de las causas de las criaturas y la búsqueda de un método para combatirlas son interesantes. Incluso el desesperante climax – en donde Edward Judd debe decidir si debe o no inyectarle veneno a su novia para evitarle la terrible muerte que provocan las siliconatas – está bien montado. Con unos pesos más en FX, La Isla del Terror podría haber resultado memorable, pero así como está es un producto muy entretenido hasta que aparecen las siliconatas, momento en donde uno debe contenerse para no morirse de risa.