Crítica: Invasion (Argentina, 1969)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Argentina, 1969: Olga Zubarry (Irene), Lautaro Murúa (Julián Herrera), Juan Carlos Paz (Don Porfirio), Martín Adjemián (Irala), Daniel Fernández (Lebendiger), Roberto Villanueva (Silva), Lito Cruz (miembro de la resistencia)

Director: Hugo Santiago, Guión: Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares

Trama: Aquilea, 1957. Julián Herrera pertenece a un grupo clandestino conocido como la resistencia, compuesto de hombres de clase media que salen por las noches a realizar operativos comando contra las fuerzas conocidas como los invasores. Aquilea es una ciudad fortificada, con lo cual los invasores deben operar desde adentro para abrirle camino a la enorme cantidad de fuerzas que se encuentra aguardando en los límites de la metrópoli. Don Porfirio es quien planifica los movimientos de la resistencia, aunque cree que la invasión es cuestión de días, y los operativos de Herrera solo sirven para ganar un poco más de tiempo. Pero lo que Herrera desconoce es que su propia mujer, Irene, también se encuentra involucrada en operativos clandestinos. Y resulta inevitable que, tarde o temprano, los caminos de Irene y Julián se crucen y descubran sus respectivas vidas secretas.

Invasion (Argentina, 1969) Invasión (que no debe confundirse con Extraña Invasión de 1965, considerada la primera película argentina de ciencia ficción, dirigida por Emilio Vieyra y protagonizada por Richard Conte) es un raro experimento de cine fantástico de finales de los años 60. Dirige Hugo Santiago, quien posteriormente migraría a Europa para rodar otros filmes basados en guiones de sus amigotes, los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Por si alguien en el planeta lo desconoce, la producción literaria de Borges y Casares (por separado o en conjunto) figura entre lo máximo de la literatura argentina.

Aquí Borges y Casares parecen haber mezclado un grupo de influencias notables, que van desde La Iliada de Homero hasta El Eternauta, el comic de culto de H.G. Oesterheld. La ciudad del título no deja de ser la Buenos Aires típica y bien porteña de los años 60, que aquí se ha llamado Aquilea por obvias referencias homerescas (por Aquiles, y por el plan invasor que involucra una quinta columna al estilo del caballo de Troya). En cuanto a El Eternauta, la acción está situada en 1957 (precisamente el año de publicación de la primera temporada de la tira de Oesterheld), y hay algunas referencias perimetrales a ideas que figuraban en el comic; por ejemplo, parte de los operativos invasores consiste en instalar un transmisor en un estadio de futbol, e incluso los estadios son utilizados como centros de entrenamiento y tortura. En sí, no hay ninguna situación excepcional en la historia que la catalogue como ciencia ficción – a lo sumo se escuchan unos extraños aullidos o sirenas en algunos momentos del filme -, pero sí entra con toda justicia en el terreno de lo fantástico. Vemos a un grupo de gente común – empleados de comercio, farmacéuticos, tipos de clase media – reuniéndose por las noches con Don Porfirio, un viejo solterón y amante de los gatos, que los envía a realizar operativos secretos basándose en informes de inteligencia obtenidos quién sabe de dónde, y para detener una invasión de quién sabe quién.

Lo primero que resulta obvio es que se trata de una situación completamente fuera de lo normal. Aún en un contexto semejante, uno se pregunta cómo no existe policía ni ejército dedicado a la defensa, y por el contrario son los mismos ciudadanos los que deben organizarse al estilo de los partisanos de la Segunda Guerra Mundial. En un momento, uno de los personajes se pregunta qué sentido tiene defender a la gente de la ciudad, a la que no le interesa defenderse ni está enterada de lo que ocurre. El otro aspecto completamente irreal es que los invasores aguardan en las afueras de la ciudad – una flota enorme de autos, aviones, gente a caballo, barcos, etc – esperando la señal para avanzar … cuando en realidad la única defensa de la ciudad es un puñado de tipos comunes, fuera de estado, sin mayor entrenamiento y armados con coraje y revólveres. En cualquier contexto común, sería una fuerza opositora sumamente fácil de aplastar.

Todo esto sirve de excusa para generar un filme con partes de acción y thriller por igual. Los operativos son complicados, no siempre salen bien, y siempre se pierden miembros de la resistencia en el camino. Aún con semejante premisa complicada, los personajes realizan acciones que no siempre son lógicas – Lautaro Murúa se roba un camión con equipo de los invasores, y en vez de destruirlo de una, realiza una compleja maniobra para ir al acantilado de la ciudad y lanzarlo desde allí -. Quizás el motivo sea que no queden pruebas y que el resto de la gente no se entere de lo que está pasando. El otro componente de suspenso es la conducta de Olga Zubarry, que está involucrada en acciones clandestinas similares a la de su esposo, aunque uno piensa de que pertenece a un grupo de invasores infiltrados. Lo que sí es obvio es que no se sabe nunca quienes son los invasores – salvo que es un grupo numeroso de gente vestida con trajes claros, que tampoco cuentan con armamento militar sofisticado – y ni por qué desean conquistar Aquilea.

Es posible citar paralelismos con la situación política de Argentina de aquel momento – otro punto de contacto con El Eternauta -. Hay referencias a la tortura propia de los procesos militares; y de allí en más, uno podría comparar a la resistencia con la guerrilla – sobre el final del filme nos enteramos de que están organizados en células autónomas que desconocen tanto la identidad de sus integrantes como la existencia de otras células -, y a los invasores con los militares; y ambos están enfrascados en una guerra silenciosa que a nadie de la población le importa (sería interesante debatir cual sería la postura política de los guionistas sobre este caos paralelo a la situación argentina de aquel entonces – incluso considerando si la resistencia no es la fuerza conservadora y los invasores los revolucionarios -; posiblemente por pertenecer a una élite intelectual lo verían con indiferencia y como señal de una lucha completamente inútil). Pero hasta allí llegan las referencias.

Si uno considera que el filme fue rodado en la época de la dictadura de Onganía, podría justificarse el hecho de que Invasión no puede expresar abiertamente sus intenciones de alegoría política. En todo caso, ése es el mayor problema del filme: al menos El Eternauta tenía una agenda política explícita, pero Invasión no se da el lujo de permitírsela. Los motivos de la lucha son realmente vagos, y uno asiste a una premisa fascinante que no se anima a profundizar sus temas. Está brillantemente ejecutada, pero termina por reducirse a cuestiones existenciales – el hombre debe resistir, aunque la lucha sea eterna -, cuando semejante contexto daba para una cantidad mayor de lecturas simplemente añadiendo unos pocos textos más a los diálogos.

CINE FANTASTICO ARGENTINO

Otros títulos del cine fantástico argentino: El Hombre Bestia (o las Aventuras del Capitán Richard) (1934); Obras Maestras del Terror (1960), Extraña Invasión (1965), Sangre de Virgenes (1967), Invasión (1969), Snuff (1976), Moebius (1996), La Sonámbula (1998), Déjala Correr (2001), Plaga Zombie: Zona Mutante (2001), Adios Querida Luna (2004), Tiempo de Valientes (2005), Zenitram (2010), Fase 7 (2011), Mamá (2013), Kryptonita (2015)