Crítica: Los Hombres Detrás del Sol (1988)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorHong Kong, 1988: con las performances de Hsu Gou, Gang Wang, Andrew Yu, Tie Long Jin, Zhaohua Mei, Zhe Quan

Director: Tun Fei Mou, Guión: Wen Yuan Mou & Mei Liu

Trama: Principios de 1945. El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial es desfavorable para el Japón, y el ejército imperial ha derivado al general Shiro Ishii para presione y obtenga resultados en la unidad 731, situada en el noreste de la China ocupada. La Unidad 731 se dedica a la experimentación y desarrollo de armas químicas y biológicas, las cuales testean con prisioneros chinos. Pero a partir de ahora las atrocidades se multiplicarán, ya que la derrota se cierne sobre el imperio japonés y la milicia busca desesperadamente el arma definitiva que pueda dar vuelta la suerte de la guerra.

Los Hombres Detras del Sol Hijos de puta. Esa es la reacción que me ha quedado impregnada desde que terminé de ver Los Hombres Detrás del Sol. Las imágenes siguen golpeando fuerte en mi cerebro, y la sensación de injusticia me ahoga. Condenados hijos de puta.

Permítanme hablar de maldad absoluta, Segunda Guerra Mundial y campañas de marketing. Todos conocemos a Hitler, los nazis, los campos de concentración. Hemos escuchado alguna vez de los experimentos de Josef Mengele. Crueles, sin duda alguna, pero una pálida sombra de lo que ocurría en la unidad experimental número 731 residente en el noreste de China y que estuvo a cargo de los japoneses desde 1937 hasta 1945. Es que en realidad la guerra del Pacífico nunca recibió el mismo grado de cobertura de los medios que la guerra en Europa. Claro, Europa es más fashion. Los tanques ruedan por los Campos Eliseos con París hecha ruinas (y la torre Eiffel de fondo); los nazis visten de manera impecable, tienen un genio criminal al mando, y poseen fascinantes armas futuristas con diseño art decó. Todo muy hollywoodense. No niego que la guerra en Europa fue dura y cruel, pero la guerra en el Pacífico fue mucho más terrible y sucia. Temibles enfermedades en la jungla, climas agobiadores; japoneses que no se rendían, se atrincheraban y se los tenía que incendiar vivos. Los nipones hicieron tantas o más atrocidades que los nazis. Quizás el tema pasa porque uno lo ve mayormente como una guerra entre asiáticos (Japón invadió China y luego el resto de los paises continentales, hasta que americanos e ingleses comenzaron a empujarlos hacia sus fronteras), y al no ser caucásicos uno pone distancia. Pero todos los involucrados eran gente, personas. Y aún así cometieron los actos más aberrantes imposibles de imaginar.

Ya he dicho en más de una oportunidad que lo de la Alemania Nazi no fue maldad o locura, sino un acto de amoralidad generalizada. Gente sin conciencia que operaba de acuerdo a sus retorcidos intereses o, si se quiere, una cúpula de sociópatas con poder. En el caso de Japón ocurre algo similar, pero se le suma un factor más: soberbia. Los Nazis inventaron la teoría de la raza aria en los años 20, pero toda la nación japonesa han transpirado soberbia (y sentimientos de superioridad racial) durante siglos, y la historia lo demuestra. Después del establecimiento del imperio, el Japón tuvo a mal traer a todas las naciones asiáticas vecinas a partir de finales del siglo XIX. Entró en guerra con China y Rusia e invadió Corea… y todo esto antes de 1920!. Y todo con el fin de apoderarse del sector oriental de Asia al que consideraban ocupado por razas inferiores, amén de nutrir al Imperio japonés que era rico en industrias pero escaso en recursos. Si Hitler mamó de algún lado sus ideas expansionistas, sin duda fue de la agresiva política imperial nipona.

Pero eso no importa. Para nosotros todos los asiáticos son iguales. Recordamos la Batalla de las Ardenas o el Dia D en Europa, pero nadie sabe el nombre de una batalla en la guerra del Pacífico, a excepción del lanzamiento de la bomba atómica y un par de islas que tomaron los americanos con mucha sangre, sudor y lágrimas.

Y precisamente de esa sucia y olvidada guerra en Asia es de donde surgen capítulos como el de la unidad 731. Anónimos, escondidos. Aquí no hubo un juicio de Nuremberg; acá hubo una secreta amnistía generalizada y un enrolamiento al por mayor de numerosos criminales de guerra japoneses que terminaron trabajando para los Estados Unidos, transmitiéndole sus conocimientos sobre guerra química y bacteriológica. Un tratamiento en bandeja de plata para aquellos que cometieron las atrocidades más aberrantes que uno podría imaginar.

Aquí el director chino Tun Fei Mou quiso plasmar un retrato de semejante infamia en el celuloide. Primero fue a por material original, ya que quería hacer un documental: pero tanto japoneses como americanos (los encubridores oficiales) le negaron las filmaciones (o la existencia de las mismas), y tampoco quisieron aparecer en cámaras. Entonces Fei Mou se despachó con este docu drama, que toma como excusa la llegada de un escuadrón de novatos a la unidad 731 y los utiliza para hacer un tour por las instalaciones del horror.

En sí Los Hombres Detrás del Sol funciona de una manera visceral similar a La Pasión de Cristo. Es decir, hay una anécdota que sirve de fondo pero lo que importan son los shocks, que son los que terminan por expresar mejor la idea. Uno sigue la rutina del escuadron de adolescentes llegados a la unidad, pero ninguno de ellos posee demasiada personalidad como para distinguirlos individualmente. La cámara se posa en ellos, y los utiliza como guías de recorrido por las instalaciones y los personajes de la unidad 731. Los militares son rígidos, duros, expeditivos; están convencidos de estar cumpliendo con una misión superlativa – la de salvar al Japón del desastre -, y mantienen hacinados a los cautivos chinos, a los que retiran diariamente para usar como conejillos de indias en los experimentos más aberrantes.

Una de las cosas más interesantes de Los Hombres Detrás del Sol es que no funciona como un filme exploitation típico. Aquí hay bastante exposición y detalle de personajes hasta que empezamos a ver el horror. En 105 minutos de filme habrá unos 20 minutos de shock; pero cuando el director decide asomarse a las atrocidades, lo hace de la manera más cruda posible. (alerta: el detalle que sigue es realmente fuerte) Tenemos una chica a la cual le congelan las extremidades para sumergirlas más adelante en agua templada, y le sacan la piel y la carne como si fueran capas de cebolla; hay un hombre sujeto a descompresión cuyos órganos se licúan y le salen por el ano; hay una autopsia con un sujeto aún vivo (para la cual el director se tomó la molestia de conseguir el cadáver real de un muchacho para destazarlo frente a cámaras); y hay una famosa escena en la cual el general Shiro Ishii lanza un gato (real, no un muñeco – en Hong Kong no corre eso de la Asociacion Protectora de Animales -) a un cuarto lleno de ratas enfurecidas, que terminan por devorarlo en frente de cámara. Todo ello para dar la moraleja de que el Japón – la multitud de ratas – puede destrozar a su depredador si está lo suficientemente motivado. Y aún con todo ello, lo que refleja la película no es sino un puñado de las atrocidades reales que se cometieron en la unidad 731, como transplantes de miembros sin anestesia, experimentos con orina de animales inyectados en sangre y órganos de los prisioneros, fusión / remoción de organos, test de resistencia del dolor frente a explosiones y lanzallamas, y un largo etcétera sin mencionar las aberraciones que sufrieron niños y mujeres embarazadas (fin de la alerta). Y aún cuando la secuencia haya terminado, el impacto sigue en el espectador por unos cuantos minutos más.

Pero además del horror, el director Fei Mou explora ideas. Los adolescentes japoneses de la unidad 731 aún no están tan adoctrinados y reaccionan frente al show del horror que contemplan. Aún son niños – como el soldadito que juega a la pelota con el chico chino sordo, el que tendrá un destino terrible -, mientras que para los adultos los prisioneros no dejan de ser objetos. No hay el menor atisbo de piedad en ninguno de ellos – salvo en un cabo, que se refugia en el alcohol y es el único que dice que los prisioneros son humanos -, y se mueven exclusivamente bajo la excusa del patriotismo. Y Fei Mou se encarga de aniquilar todo tipo de esperanza posible, incluso en el final en donde uno de los refugiados logra escapar con el detalle de los experimentos secretos con la intención de exponerlo al mundo. Entre el clímax y las leyendas de los créditos finales – en donde detalla que todos los criminales involucrados se murieron de viejos, protegidos por Estados Unidos y sin haber sufrido el más mínimo castigo -, Los Hombres Detrás del Sol se transforma en una experiencia amarga y cínica. Simplemente es un mundo en donde no hay justicia.

En lo personal la recomiendo. El problema es, ¿a quién?. No es un filme de horror tradicional, pero es espeluznante porque el detalle del filme es real. Tampoco es una película standard de guerra. Hay gore muy fuerte pero muy espaciado para los amantes de sangre y tripas. Yo diría que, para aquel que le interesa la historia y tiene estómago para resistir el tema, le va a impactar en más de un sentido. Lo más curioso de Los Hombres Detrás del Sol es que fue censurada o prohibida en una enorme cantidad de países; y en Japón se exhibió poco y nada. Curioso, ¿no?. Porque en Europa los alemanes se cansaron de perdir disculpas sobre las atrocidades de los campos de concentración, y la exhibición de material sobre el Holocausto es poco menos que materia obligatoria en la educación. Pero cuando los japoneses han debido enterarse y hacer frente a un pasado cargado de atrocidades, han decidido voltear la mirada. Y, cuando no hay condena, el silencio termina por convertirse en complicidad.