Crítica: El Hombre Bestia (o Las Aventuras del Capitan Richard) (1934)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Argentina, 1934: Saverio Yaquinto (Capitán Richard / hombre bestia), Carmencita Quiroga (Esther), Raúl D´Angeli (Dr. Marchessi), Lito Bayardo (Alberto), Elvira Ratti (Enriqueta), Felipe Salzinger (profesor Robinson)

Director: Camilo Zaccaría Soprani, Guión: Camilo Zaccaría Soprani

Trama: Año 1918, Primera Guerra Mundial. El capitán Richard recibe la misión de sobrevolar el terreno para informar sobre la ubicación de las fuerzas enemigas, pero es abatido en pleno vuelo y se estrella en la selva. Ya han pasado muchos años y Richard se ha transformado en un salvaje dotado de una fuerza descomunal. Richard consigue escapar de la selva pero termina exhausto en el patio trasero del diabólico Dr. Marchessi, quien se encuentra realizando experimentos prohibidos. Decidido a todo, Marchessi le inyecta a Richard un suero experimental, que lo transforma en una bestia asesina y obsesionada con raptar doncellas. Rápidamente la criatura se le escapa de las manos a Marchessi y termina por secuestrar a la hija del científico. Ahora, completamente sin control sobre sus acciones, el hombre bestia deberá sufrir el acoso de sus perseguidores mientras que el Dr. Marchessi intenta eliminar los rastros que lo relacionen con el experimento fallido que transformó al salvaje Richard en un asesino.

El Hombre Bestia (o las Aventuras del Capitan Richard) La historia de El Hombre Bestia (o Las Aventuras del Capitán Richard) – considerada la primera película del cine fantástico argentino – es realmente muy curiosa. En los años treinta Camilo Zaccaría Soprani era columnista de espectáculos en el diario La Capital de Rosario, y había decidido probar suerte en el cine rodando filmes por su cuenta – como La Leyenda del Mojón y Mujer, tu Eres la Belleza -. Su última aventura cinematográfica fue precisamente la película que nos ocupa. Rodada en Rosario con actores amateur, muchos exteriores y un par de decorados, recibió una modesta recepción al momento de su estreno. A partir de allí, la historia del filme se diluye en el tiempo – algunos creen que la película nunca se estrenó en Buenos Aires, por lo cual muchos historiadores del cine local simplemente la omitieron de sus registros -. Fast forward en el tiempo (unos setenta años aproximadamente), y nos encontramos con un nicoleño que se encontraba rastreando películas antiguas de su familia. En esa búsqueda llegó hasta la casa del coleccionista rosarino Jorge Debiazzi, quien le mostró unos antiquísimos celuloides en mal estado. El nicoleño, en vez de encontrarse con viejos rodajes caseros, terminó por descubrir la película perdida de Zaccaría Soprani. Tras un complicado esfuerzo de transcripción a video, el filme fue presentado en el CineClub de Rosario y en el festival Buenos Aires Rojo Sangre entre el 2002 y el 2003. El resto es historia, y copias de la película comenzaron a circular por internet a través de sitios como YouTube.

Pero esta joyita arqueológica es simplemente un filme abismal y bizarro. El problema no pasa porque la producción sea extremadamente amateur, sino porque el argumento es un disparate. Resulta obvio que las fuentes de inspiración de Zaccaría Soprani van desde el Tarzan de Edgar Rice Burroughs (hombre civilizado cae en la jungla y se convierte en un salvaje) hasta toda la parafernalia del cine clásico de científicos locos (al estilo de La Isla del Doctor Moreau y El Gabinete del Dr. Caligari), con genios dementes probando fórmulas prohibidas y sometiendo personas bajo el peso de sus retorcidas ambiciones. El problema es que el director y libretista metió todo esto en una licuadora y lo filmó tal cual, sin importarle en absoluto la coherencia del asunto. Aún cuando el género fantástico estuviera en pañales, para esa época ya existía una larga lista de novelas y filmes que podían actuar como referencia, como Frankenstein, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El Fantasma de la Opera, Drácula y un extenso etc. Vale decir, Zaccaría Soprani no vivía en una isla, e incluso por ser periodista de espectáculos podría haber estado más informado (y tener una idea un poco más clara que el resto de la gente) sobre cómo hacer una historia fantástica medianamente potable. Y si no podía crear nada original, al menos podría haberse copiado de algún lado.

Pero El Hombre Bestia (o Las Aventuras del Capitán Richard) es un completo disparate. Hay tomas de stock footage de la guerra que obviamente han sido “tomadas” (por ponerle un nombre) de algún lado. El Richard de marras despega y aterriza (o se estrella) siempre en el mismo campo – ni siquiera se molestaron en correr la cámara a otra punta del aeródromo -. Al poco tiempo de caer en la jungla se transforma en un tipo con severo caso de hirsutismo y un taparrabo ridículo que le deja media nalga al aire. Cuando un aviador debe parar de emergencia en ese lugar, el salvaje lo mata y sale volando de la selva (¿¡wtf?!). Como el combustible se le agota, termina aterrizando de emergencia en la quinta del único científico loco de la zona. Y este tipo no tiene mejor idea que inyectarle un suero que lo convierte en un asesino y raptor profesional de doncellas.

Los problemas del filme no terminan allí – para esto sólo han pasado 10 minutos de proyección, así que es un ejemplo magistral de condensación narrativa -, ya que quedan 40 minutos de filme con el salvaje homicida y pedófilo suelto. La familia contrata a un investigador italiano que se la pasa hablando en cocoliche y es un inepto de aquellos; hay varios raptos del hombre bestia, que se lleva a las doncellas a un oscuro caño de desagüe con intención de satisfacer sus deseos, los más sublimes y los más perversos (diría Les Luthiers); el siniestro Dr. Marchessi teje sus planes y elimina testigos – siempre de la manera más idiota posible -; y el detective tano termina por contratar a una banda de marineros bengalíes (con una pinta extremadamente gay para la época) que caen como moscas cuando intentan atrapar al Mr. Hyde rosarino. Menos mal que hay otro científico bueno que logra hipnotizar a la bestia, éste le revela donde están las chicas, mata a Marchessi y logra regresar a la normalidad gracias a una avanzada operación a cráneo abierto. Chim, pún, este cuento se ha terminado.

El Hombre Bestia (o Las Aventuras del Capitán Richard) es un filme terrible. Para colmo está rodado en una mezcla entre cine mudo y sonoro – hay carteles sobreimpresos, pero a veces los personajes hablan -; y cuando los actores abren la boca, es para desmayarse de risa. Todos los personajes parecen haber sido doblados por un par de hombres – que hacen incluso las voces de las mujeres – y el sonido está completamente fuera de sincro. Cada vez que las mujeres gritan porque se les viene el hombre bestia encima, es realmente patético. Si todo el filme fuera mudo, hubiera quedado algo mejor.

Como filme fantástico, El Hombre Bestia (o Las Aventuras del Capitán Richard) es extremadamente bizarro. Como comedia initencional es medianamente divertida. Pero aún con escasos 50 minutos, la proyección se hace interminable. Como curiosidad y para reírse un rato sirve, especialmente para ver un rodaje extremadamente incompetente. Pero sólo si uno no tiene 50 minutos que gastar en otra cosa más útil.

CINE FANTASTICO ARGENTINO

Otros títulos del cine fantástico argentino: El Hombre Bestia (o las Aventuras del Capitán Richard) (1934); Obras Maestras del Terror (1960), Extraña Invasión (1965), Sangre de Virgenes (1967), Invasión (1969), Snuff (1976), Moebius (1996), La Sonámbula (1998), Déjala Correr (2001), Plaga Zombie: Zona Mutante (2001), Adios Querida Luna (2004), Tiempo de Valientes (2005), Zenitram (2010), Fase 7 (2011), Mamá (2013), Kryptonita (2015)