Artículos: la historia de Forrest J Ackerman: el primer fan

Volver al Indice – artículos sobre Cine Fantástico / un artículo de Alejandro Franco

Era un excéntrico y simpático personaje; pero, por sobre todo, era un pionero en muchas áreas. Forest James Ackerman era un tremendo fanático del cine fantástico y de la ciencia ficción, e hizo de su pasión su forma de vida. He aquí la historia de un hombre cuyo amor por lo imposible y lo irreal se convirtió en un mensaje que inspiró a generaciones enteras de autores, directores y artistas que hoy nos deleitan con sus obras.

Forrest J Ackerman posa con un ejemplar de Famous Monster en su mano, al lado del director Peter Jackson

Forrest J Ackerman posa con un ejemplar de Famous Monster en su mano, al lado del director Peter Jackson

Nació como Forest James Ackerman, pero él mismo decidió rebautizarse con el nombre artístico de Forrest J Ackerman (sí; sin el punto en la abreviatura de su nombre medio). Era un tipo alto y con apariencia de nerd, un look que mantendría incluso hasta bien entrados los 90 años y que retrataba con fidelidad su modo de vida – a final de cuentas era un fanático empedernido de la ciencia ficción y el género fantástico desde los diez años, cuando compró su primer ejemplar de la legendaria revista Amazing Stories -. Su pasión lo llevó a crear uno de los primeros clubes de fanáticos – el The Boys’ Scientifiction Club en 1930 (!) – cuando apenas tenía 16 años, y no pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en un heraldo del movimiento. Comenzó a escribir, a conocer autores y artistas, se transformó en un emprendedor y pronto fue una figura de peso en el género; y no sólo por su contribución artística sino por el entusiasmo que contagiaba. A su alrededor se reunieron talentosos e inspiró a generaciones enteras de talentosos. He allí la mayor valía de su legado.

Visto en retrospectiva, resulta sorprendente ver los caminos que Ackerman surcó en una época (los años 30) en donde la ciencia ficción estaba restringida a un gueto. Ciertamente la depresión producida por el Crack financiero de 1929 había afectado a todo el mundo, y la gente quería evadirse de los dramas de la vida cotidiana – inflación, falta de empleo, pobreza generalizada -, con lo cual se abocaba a medios de entretenimiento baratos. Si la entrada de cine era costosa, la otra alternativa eran las novelas – y más tarde las revistaspulp, esas que se imprimían en papel barato de color amarillento y que valían apenas unos centavos. Los pulps se volvieron realmente populares y pronto se convirtieron en el medio de supervivencia de una generación entera de dibujantes y escritores, artistas abocados a los más variados géneros y de los cuales se formó un frondoso semillero de talentos: de toda esa camada surgieron tipos como Raymond Chandler y Dashiell Hammett (en el género policial), hasta Robert A. Heinlein y A. E. van Vogt (en el rubro de la ciencia ficción). La mayoría de ellos poseían empleos estables antes del Crack del 29 y luego terminaron convirtiéndose en escritores que vivían gracias a los centavos que cobraban por cada palabra escrita, magros ingresos que venían a partir de la venta de sus historias a revistas de compilados de relatos como Amazing Stories y Astounding Science-Fiction. Más que entretenimiento o pasión, lo suyo era la única manera de sobrevivir a la enorme depresión económica en que Norteamérica estaba inmersa, fenómeno que duraría hasta finales de la década del 30.

Resulta increíble pensar que, en semejante contexto deprimente, la gente quisiera reunirse para hablar de algo relativamente trivial como era la ciencia ficción. Mientras que hoy en día la sci-fi (un término precisamente acuñado por Ackerman) es popular y respetable, en la década del 30 era considerado un género cuasi infantil, y era menospreciado por autores de los restantes géneros, quienes consideraban como únicos escritores respetables a los clásicos de la talla de Julio Verne y H.G. Wells. Ciertamente Ackerman no fue el fundador del movimiento fandom, pero estuvo involucrado en sus inicios. Como ávido participante comenzó a escribir artículos para revistas especializadas y éstas pronto se convirtieron en nodos de conexión entre personas de intereses similares, quienes comenzaron a mandar opiniones, criticas y relatos, y les pidieron a los editores que publicaran sus datos para que otros fans se comunicaran con ellos. Así se formaron grupos de fanáticos y, en poco tiempo, surgió todo un movimiento, el cual comenzó a retroalimentarse – los fans comenzaron a fundar sus propias revistas y, cuando no, empezaron a escribir sus propias historias -. Entre toda esa marea de aficionados comenzaron a surgir autores de real valía, una nutrida camada de brillantes escritores de ciencia ficción que encontrarían su apogeo en los años 40 y 50.

el primer número de Famous Monsters of Filmland, la revista de Ackerman que popularizaría el cine fantástico a nivel mundial

el primer número de Famous Monsters of Filmland, la revista de Ackerman que popularizaría el cine fantástico a nivel mundial

Mientras Ackerman contribuía en diversos medios – y comenzaba a codearse con los autores más notables del género -, empezaba a asistir a las primeras convenciones de fans como la 1st World Science Fiction Convention de 1939, la cual tuvo la particularidad de ser la primera en permitir la entrada de publico disfrazado a la sala – he allí el primer antecedente histórico del cosplay y el origen de las ferias al estilo de Comic Con -. Entre clubes y convenciones se hizo gran amigo de Ray Bradbury y Ray Harryhausen (con los cuales formó un trío casi inseparable, amistad que mantuvo hasta el último de sus días), y comenzó a trabajar como agente literario. A lo largo de su extensa carrera representó (o influenció de manera directa) las carreras de Ray Bradbury, Ray Harryhausen, Charles Beaumont, Marion Zimmer Bradley y L. Ron Hubbard (sí; el creador de la cientología), entre tantos otros artistas.

Pero si Ackerman era una especie de imán que servía para nuclear famosos y talentosos alrededor de su persona, su mayor contribución al género llegaría en 1958 con la fundación de la revista Famous Monsters of Filmland. A final de cuentas, si no fuera por dicho magazine no existiría publicaciones como Fangoria o La Cosa (entre cientos de publicaciones similares), ni artesanos como Steven Spielberg y George Lucas… ni sitios como éste, el cual desarrollamos con el mayor de los cariños hacia los géneros que tanto nos gustan.

Famous Monsters of Filmland

Corrian los años 50. El final de la Segunda Guerra Mundial trajo una época de esplendor y, con la ausencia de racionamientos, la producción cinematográfica se volvió abundante en cantidad y calidad. El destino natural fueron los autocines – surgidos en la década del 30 pero redescubiertos y popularizados en los años 50 -, quienes se convirtieron en el centro de esparcimiento favorito de los adolescentes. Numerosos factores confluyeron en el éxito del fenómeno: una generación de chicos y chicas nacidos tras el regreso de las tropas norteamericanas al final de la Segunda Guerra Mundial, y los cuales clamaban espacios de libertad y expresión; la popularización del automóvil, el cual se hizo barato y masivo y permitió que el grueso de adolescentes dispusiera de uno (o pudiera hacer uso del de sus padres); los primeros años de la Guerra Fría, lo que impuso un estado de paranoia inicial con lo cual la gente precisaba un escapismo barato… a la vez que las producciones de Hollywood aprovecharon para interpretar el signo de los tiempos bajo la forma de alegorías (más o menos inspiradas) traducidas en el lenguaje de la ciencia ficción, caso de invasores del espacio o el surgimiento de los monstruos atómicos; y el surgimiento de una poblada camada de artistas y cineastas, deseosos de alcanzar fama y fortuna rápidamente, y los cuales se volcaron a crear producciones independientes de bajo presupuesto, dando a luz a una serie B fantástica abundante en filmes, los cuales encontraron su lugar natural en los drive-in-theaters; y la necesidad natural de expresión de un movimiento intelectual subterráneo, surgido en los años 30, los cuales vieron en el cine su medio natural. Si en los años 30 y 40 estaban los seriales de Superman, Flash Gordon y Buck Rogers, en los 50 llegarían George Pal, Roger Corman, la gente de American International Pictures e, incluso, Ed Wood Jr., individuos variopintos que vendrían a renovar el género. Los especialistas, los fans, los emprendedores y hasta los chapuceros tendrían sus 5 minutos de gloria al materializar filmes fantásticos de las más diversas calidades.

Mientras la serie B florecía – y trazaban un trayecto natural, pasando del autocine a la exhibición televisiva en cuestión de escasos años, lo cual popularizaba aún más el género -, el movimiento editorial se intensificaba. Era la época de la E.C. Comics y Tales From The Crypt, The Haunt of Fear y The Vault of Horror, tiras de terror que terminarían por ganarle una seria reprimenda a su editor por parte de los rígidos comités de moralidad de la época.

En esa explosión del genero fantástico es que Forrest J Ackerman decidió volcar al papel toda su pasión y popularizarla, imaginando lo que sería una publicación especial. Famous Monsters of Filmland apareció en febrero de 1958 y, lo que sería una edición única, pronto se transformaría en una publicación periódica debido al enorme éxito de ventas que impulsó una nueva tirada de manera inmediata. Había un público ávido de material fantástico y Famous Monsters of Filmland era el combustible que incentivaba su imaginación. La revista era abundante en fotografías, y rescataba historias y anécdotas de filmación de películas harto conocidas – como Frankenstein, Dracula, o El Fantasma de la Opera -, pero se sumergía también de lleno en la producción barata y masiva de títulos serie B. Era fácil entusiasmarse con las ilustraciones de deformes monstruos espaciales, naves extraterrestres de los diseños más variopintos, o demonios surgidos de los lugares más recónditos del averno – en mi caso en particular, yo tuve la oportunidad de adquirir ejemplares usados en revistas de canje en los años 70 (durante mi infancia) y ver fotos del bebé mutante de It´s Alive, o leer los más coloridos artículos sobre filmes fantásticos japoneses, fuera de la talla de Godzilla o los invasores espaciales de Ishiro Honda, los cuales quemaban mi imaginación durante semanas (si no, durante décadas!) hasta que tuve la oportunidad de ver dichas películas -. E imagino que, así como fue mi caso, numerosos fanáticos en distintas partes del mundo deben haber quedado intrigados con la data que Famous Monsters of Filmland volcaba, estimulando la búsqueda de dichos filmes… y, en algunos casos, incentivando a los fans a involucrarse en un proceso artístico para tratar de crear algo similar.

Vampirella, el comic de culto creado por Forrest Ackerman

Vampirella, el comic de culto creado por Forrest Ackerman

El primer número de Famous Monsters of Filmland fue prácticamente artesanal. Fue un proceso de noches de insomnio y café, en donde Ackerman redactó el grueso de la revista en su máquina de escribir ya que carecía de fondos para montar una publicación propia (y contratar columnistas independientes)y, honestamente, no esperaba pasar de ser una producción limitada. A partir del segundo número se transformó en una publicación mensual y James Warren – su editor – pronto comenzó a crear publicaciones similares, orientadas a un público netamente adolescente. Fue a través de Warren Publishing que Ackerman “inspiró” la tira de culto Vampirella (1969). El mismo Ackerman ha reconocido que lo suyo fue más una influencia que una creación real – inventó el nombre y dió algunas pautas sobre lo que iba a ser su historia de origen -, y que el grueso del mérito debían tenerlo los guionistas y dibujantes del comic. Mientras que como comic Vampirella no era más que una trillada historieta exploitation, el personaje pronto se convirtió en una favorita del público gracias a su impactante estética. No era más que la versión playboyizada del concepto habitual de una vampira, condimentada por sus escasas ropas de cuero rojo y sus estilizadas curvas.

Famous Monsters of Filmland no solo sirvió para convertir a ateos en conversos del género, sino también sirvió para rescatar del olvido y revalorar a clásicos de la era dorada de Hollywood, sean las apariciones de Lon Chaney Sr. en Después de Medianoche o El Fantasma de la Opera (y trayendo a la luz las especulaciones sobre haber sido el primer candidato a ponerse las vestiduras de Drácula, antes que Bela Lugosi), o cultivando la imagen del panteón de monstruos de la UniversalDracula, Frankenstein, la Momia, el Monstruo de la Laguna Negra, el Hombre Invisible -. Ackerman – un ávido colector de memorabilia – puso a disposición de la revista todo el material que encontraba en depósitos y subastas, fueran fotos o metraje perdido de la clásica King Kong (1933) (como la secuencia del pozo de las arañas), o popularizando la bizarra ciencia ficción japonesa de la época, convirtiéndola en un gusto adquirido. A partir de la difusión y éxito obtenido por la revista Ackerman comenzó a organizar convenciones, invitando a figuras de culto de la talla de James Darren (El Túnel del Tiempo) o Adam West (Batman).

El legado de Forry

Ackerman falleció en el 2008 a los 92 años de edad; y, aunque no está, su legado sigue vivo. El estímulo que brindó a la difusión y popularización del género fantástico es incalculable. Sus publicaciones inspiraron a generaciones enteras de artistas; difundió obras de culto poco conocidas en el continente americano – durante años se encargó de la publicación de las novelas traducidas de la saga de Perry Rhodan -, y escribió docenas de análisis y ensayos que contribuyeron a enriquecer el género. Su casa se transformó en un gigantesco museo inundado de memorabilia, plagado de rarezas únicas, y un centro de visita obigado para fans de todo el mundo; y, sobre todo, fue un faro que iluminó a millones de fanáticos en todo el mundo, contagiándoles su amor por el género que tanto nos apasiona e inspirándonos para crear nuestros propios emprendimientos.