Crítica: Hard Candy (2005)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2005: Patrick Wilson (Jeff Kohlver), Ellen Page (Hayley Stark), Sandra Oh (Judy Tokuda), Jennifer Holmes (Janelle Rogers)

Director: David Slade, Guión: Brian Nelson

Trama: El treintañero fotógrafo Jeff Kohlver se encuentra en una cafetería con Hayley Stark, una chica de 14 años con la cual ha estado flirteando por chat durante tres semanas. La atracción sexual es intensa pero latente, aún conociendo de que se trata de algo ilegal, pero la química entre ambos es tan fuerte que Hayley accede a acompañar a Jeff a su casa para que le tome fotos. Pero al llegar al lugar y comenzar a tomar unos tragos, Jeff comienza a sentirse mareado y se desvanece. Al recuperar el conocimiento se encuentra fuertemente maniatado a una silla, donde descubre – para su horror – que Hayley sospecha que él es el asesino pedófilo que recientemente matara a una chica en la zona. Y Hayley parece estar dispuesta a llegar hasta el límite del dolor de Jeff para que confiese sus crímenes.

Arlequín: Crítica: Hard Candy (2005)

Hard Candy (que en algunos casos se ha traducido como Caramelo Amargo) fue la sensación del festival Sundance del 2005, y terminaría por lanzar a la fama a todos los involucrados. David Slade – director de videoclips – rodaría 30 Días de Oscuridad, y el mismo guionista Brian Nelson proveería el script; Patrick Wilson terminaría en varios papeles importantes, el más esperado es el de Nite Owl II en la inminente adaptación a la pantalla grande de Watchmen; y sin dudas el talento más conocido y popular sería Ellen Page, con una carrera impresionante que la llevaría a la nominación al Oscar en Juno.

Pero el suceso de Hard Candy se debe fundamentalmente a su tema central, que es el de una chica de 14 años que se encuentra con un pedófilo, y decide dar vuelta la partida, transformándose en un ángel de venganza. Uno puede encontrar en obras previas de la cinematografía, posibles influencias en el film: por ejemplo, como Sleuth (1972 y su remake del 2007), Audition o La Muerte y La Doncella. Mientras que Sleuth era un duelo de ingenios donde los protagonistas (Lawrence Olivier y Michael Caine) alternaban sus roles entre victima y victimario, no dejaba de ser un juego intelectual; en La Muerte y La Doncella, la víctima de un torturador decidía desquitarse de su verdugo a la vez que había un choque de mentalidades; y en Audition, una chica termina por destrozar de la peor manera posible a un hombre veinte años mayor y que se encuentra enamorado de ella. Todas ellas son construcciones intelectuales de los guionistas, en algún caso con mayor pie en la realidad que otro; son duelos violentos de personajes, tanto en lo físico como en lo mental; y en todos los casos, quien creemos que es más débil termina por ser el sometedor del restante. Lo aquí sorprende es que, quien lleva la batuta, es una chica tímida de 14 años que termina siendo una mente brillante (y siniestra) que maneja la simulación a la perfección para terminar por hacer caer a su despreciable víctima: un pedófilo sospechado de asesinato.

Aquí las cosas no funcionan de manera tan extrema como Audition, aunque Slade no precisa mostrar sangre para que el espectador se encuentre al borde de la butaca. La larga escena de la castración es sugerida por planos indirectos; no existe ninguna mutilación en primer plano y, de hecho, la sangre casi no existe en todo el film. Pero lo que ocurre es que, para cuando llegamos a esa parte de la película, el espectador ha entrado en una situación de incomodidad creciente y a esa altura ya es extrema. Ciertamente el libreto ha puesto un enorme empeño en hacer a estos personajes creíbles y agradables. Los diálogos de seducción en la cafetería y en la casa del fotógrafo son propios de un par de adultos con buena química sexual, con un par de salvedades: la enorme diferencia de edades, y el hecho de que Hayley es la que acelera la marcha de a ratos. Uno sabe que Jeff es un pedófilo desde el vamos, pero no puede anticipar cuál es su grado de violencia. Por el momento es sólo un tipo agradable intentando seducir a una chica de 14 años que tiene aires de ser madura para su edad. Es un aceitado mecanismo de engatusamiento que Hayley lo acelera cada tanto – mostrándole su busto, invitándose a ir a su casa, preparando tragos -. Cuando el juego se da vuelta, resulta ser una mente brillante. En realidad, diríamos que es una sicópata brillante.

Como en algunos de los filmes antes mencionados, aquí entramos en un plano estrictamente intelectual. Es un punto de presión sicológica, con el choque entre las cuestiones y las verdades / mentiras que salen de la boca de Jeff. Pero es un juego completamente dominado por Ellen Page – no sólo en performance, sino en peso del personaje -, que prácticamente anticipa todos los movimientos de Jeff. Los diálogos están brillantemente escritos, y es una disección de la vida y obra de un pedófilo. Cómo escoge a sus víctimas, los recuerdos que toma, el placer que obtiene. El tema es que Hayley es una construcción intelectual del guionista para confrontar al pedófilo, y allí es donde pierde la posibilidad de ser real; el otro punto es que tampoco termina por ser de nuestra simpatía porque – por más de que su causa sea justa – resulta mucho más border de lo esperado. Todo ello pasa por la cuestión de que no hemos visto el crimen de Jeff. En los filmes de venganza – como El Vengador Anónimo – el castigo sangriento es vitoreado por el público porque hemos visto el crímen deleznable que ha impulsado la tragedia. Aquí Jeff es dejado en una zona gris, y la verdad sólo se revelará al final. Pero mientras tanto, tenemos la duda de si es culpable o no, o si Hayley es una sicópata que cree que el fotógrafo es el pedófilo asesino que está buscando.

El filme funciona prácticamente como una aceitada obra de teatro (no sería difícil adaptarla a tal medio). Pero, mientras que la primera mitad es brillante, la segunda presenta ocasionales fallas. Como debería pasar en un escenario así, resulta obligatorio que empiece a jugar la Ley de Murphy – algo no sale como lo esperado -, y es cuando el libreto flaquea un poco, ya que mete un par de coincidencias poco creíbles. Así mismo la revelación final sobre Jeff – y la réplica de Hayley – tiene algo que termina por desacreditar un poco todo lo visto anteriormente. El filme intenta compensarlo con la explicación de Hayley como gran sorpresa, pero a uno le queda cierta duda de si el fotógrafo es merecedor de todo el castigo.

Pero aún con esos detalles, Hard Candy no deja de ser brillante y compensa sus errores. Es una experiencia cinematográfica sólida, un thriller sicológico de alto nivel. Y la visión de Ellen Page, envuelta en una capa roja como una Caperucita transformada en una exterminadora de lobos, es digna del aplauso.