Crítica: La Invasión a Inglaterra (It Happened Here) (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1965: Pauline Murray (enfermera Pauline Murray), Sebastian Shaw (Dr Richard Fletcher), Fiona Leland (Helen Fletcher), Honor Fearson (Honor), Coronel Percy Binns (comandante de Accion Inmediata), Bill Thomas (lider de Accion Inmediata)

Director: Kevin Brownlow & Andrew Mollo, Guión: Kevin Brownlow & Andrew Mollo

Trama: Inglaterra, en un 1940 alternativo. Alemania ha invadido Gran Bretaña después de la derrota inglesa en Dunkirk, y ahora toda la isla ha sido sometida a la ocupación nazi. Los norteamericanos abastecen a la resistencia británica, pero los focos de insurgentes son cada vez más pequeños. La enfermera Pauline Murray se encuentra sin trabajo y los únicos empleos disponibles son los ofrecidos por Acción Inmediata, una organización pro nazi liderada por simpatizantes de los invasores. Y aunque Pauline es apolítica, al poco tiempo de ser enrolada comienza a asimilar las ideas del nazismo, volviéndose una activa colaboradora del partido… hasta que la feroz realidad del totalitarismo la obliga a enfrentarse con sus propios límites morales.

La Invasion a Inglaterra (It Happened Here) La filmación de It Happened Here (Esto Sucedió Aquí, traducción literal del original aunque en latinoamérica se la ha renombrado como La Invasión a Inglaterra) es anecdótica. En 1956 un par de adolescentes – de menos de 18 años, y apasionados por la historia – empezaron a jugar con el escenario ficticio de una Inglaterra invadida por los nazis a principios de la Segunda Guerra Mundial, y terminaron por convertirlo en un proyecto que le llevaría los siguientes 9 años en concretar. Como se trataba de una producción de guerrilla, los chicos comenzaron a pedir ayuda a amigos y conocidos para que en sus ratos libres hicieran papelitos en la película, cosieran uniformes o armaran utilería. Y, como las libras escaseaban, llegaron al punto de pedirle ayuda al partido neo nazi británico (wtf!), los que se prestaron a desfilar orgullosamente con el uniforme de la SS por las calles de Londres (un detalle que después le traería más de un dolor de cabeza al dúo de directores). Los años pasaban y fragmentos del filme comenzaron a exhibirse en convenciones de fans de ciencia ficción (en donde también surgían voluntarios para participar en la producción), hasta que el rumor del proyecto comenzó a llegar a oídos de gente importante de la industria. Primero, del director británico Tony Richardson – el mismo de Tom Jones (1963) -, quien accedió a poner dinero para que los directores pulieran algunas escenas y le dieran un acabado profesional a toda la película; y, luego, del mismo Stanley Kubrick, el que aportaría ideas y donaría celuloide virgen que le había sobrado del rodaje de Dr. Strangelove.

Lamentablemente la película comenzó a levantar polvareda – en el mal sentido de la palabra – al momento del estreno, y terminó siendo retirada de cartel al poco tiempo. La crítica pacata de entonces se retiraba de la sala antes del final del filme, y terminaba por asimilarla como un pastiche de propaganda pro nazi. Y, los pocos que se quedaban hasta el final, terminaban por atacarla con dureza debido a la manera en que exhibía al pueblo inglés como una muchedumbre pasiva y colaboradora de la ocupación nazi, terminado de tomar al filme como una especie de insulto nacional frente a la gloriosa y valiente nación británica que resistió con firmeza el azote de los bombardeos alemanes durante la Gran Guerra (exclamar este epíteto a todo pulmón y con Dios Salve la Reina de fondo!). El filme tendría que esperar hasta los años 90 para ser redescubierto – como para que la mentalidad británica se abriera un poco – y terminara de ser aclamado como se merece durante su salida a video.

Si uno no supiera la historia de origen, no habría manera de darse cuenta de que La Invasión a Inglaterra es un proyecto amateur e independiente. Se notan diferencias de calidad en la fotografía – lo cual es lógico en un proyecto que llevó casi diez años filmar y que debe haber pasado por infinidad de cambios en la producción – pero el resto es impecable. Esto no es fruto de dos pibes que estaban aburridos y empezaron a jugar con un libro de historia, sino que es un trabajo hecho a conciencia y desarrollado por gente que conoce profundamente del tema. La recreación del lenguaje cinematográfico de los filmes de propaganda es perfecta – con el detalle bizarro de que proviene del nazismo inglés -. El manejo de los mecanismos dialécticos de propaganda – utilizando argumentos históricos, pervirtiendo su significado y reciclándolos a beneficio de su mensaje político – es impecable. Aquí toman un incidente de la Primera Guerra Mundial, en donde ingleses y alemanes hicieron un parate durante navidad y se pusieron a jugar al fútbol… y a partir de allí el narrador deforma la anécdota para llevar agua a su molino, diciendo que británicos y germanos son pueblos hermanos, y que los nazis invadieron Inglaterra para voltear a un gobierno corrupto que los separaba. A esto se suma la visión surrealista de ver tropas nazis desfilando por Londres, soldados alemanes colaborando con bobby ingleses en imponer el orden, o Jagdpanthers estacionados en Picadilly Circus, todo esto con una absoluta normalidad.

Debo admitir que el filme está muy bien, pero le lleva una eternidad llegar al punto que quiere demostrar. Durante el 70% de su duración La Invasión a Inglaterra funciona prácticamente como una típica película de propaganda camuflada de drama, propia de las que rodaban en Alemania a fines de los años 30. La protagonista es apática, desconfiada, y no quiere involucrarse en la política, pero el único trabajo que le ofrecen es dentro del partido. Cuando acepta enrolarse le cambia todo – hasta se ve más bonita, además de estar enfundada en los suntuosos uniformes negros de los nazis (la belleza fashion del mal, que yo siempre digo) -, y termina abrazando las ideas del partido. Esto no es un disparate, ya que el filme lo presenta con una sorprendente naturalidad – es lógico que el ser humano desee orden y estabilidad después del caos, aunque ello signifique que uno asimile las ideas de su opresor; y de hecho es algo que ocurrió con muchos países ocupados por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial -. Lo que ocurre es que hay conceptos cada vez más radicales y siniestros que la protagonista va descubriendo con el tiempo, y que terminan por chocar con sus propios límites morales. La protagonista puede tener una charla de café sobre la necesidad de combatir a los judíos y bolcheviques, deportar a los diferentes y exterminar a los débiles con absoluta normalidad; pero, por otro lado, cuando ella debe ensuciarse las manos con sangre, lo teórico se convierte en shockeante realidad y le provoca repulsión.

Es recién en el último tercio en donde La Invasión a Inglaterra arriba a la hipótesis que pretende demostrar. Aquí el punto es que, con las condiciones ambientales correctas, todos podemos ser fascistas. Pauline Murray lo abraza por necesidad – precisa trabajo, comida, techo -, luego disfruta los lujos que obtiene y por último asimila la ideología por persistencia de la propaganda y el confort que le brinda el régimen. Pero a su vez uno termina por incorporar una doctrina basada en el odio y la prepotencia, y todo eso suena teórico y lejano hasta que uno los sufre en carne propia (y se espanta del resultado). Por contra, quienes combaten a esa maldad encarnizada terminan convirtiéndose en algo peor que su propio enemigo. El odio genera más odio, y la gente de la resistencia es tanto o más brutal que los propios nazis. El climax de La Invasión a Inglaterra es deprimente y trágico, mostrando que si el mal persiste por demasiado tiempo termina por corromper a quienes lo combaten, convirtiendo a la guerra en un duelo de crueldades mutuas entre facciones enemistadas a muerte.

It Happened Here es una película notable y sólida. El espectáculo de ver una Inglaterra nazi es apasionante. La discusión sobre la corrupción del alma humana frente al fascismo es muy inteligente. Lamentablemente el género de historia alternativa (escenarios ¿qué hubiera pasado si…? o que algunos llaman paradoja Newton) es más popular en la literatura que en el cine. Harry Turtledove ha construido su larga carrera de novelista exclusivamente sobre el tema, visionando escenarios como la victoria de Hitler en Europa, o incluso imaginando una improbable alianza entre nazis y aliados para combatir una invasión alienígena a la Tierra (wtf!!) en las sagas Worldwar y Colonization. Pero cinematográficamente sólo hay un puñado de filmes que se han aventurado a fantasear con estos temas, como Fatherland o la película que nos ocupa. Lo cual es una lástima, ya que es un género que – si está desarrollado por las personas correctas – puede resultar apasionante.