Crítica: El Grinch (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA / Japón / China / Francia, 2018: Benedict Cumberbatch (Grinch), Cameron Seely (Cindy-Lou Quién), Rashida Jones (Donna Quién), Pharrell Williams (Narrador)

Director: Yarrow Cheney & Scott Mosier – Guión: Michael LeSieur & Tommy Swerdlow, basados en el cuento del Dr. Seuss

Trama: El Grinch es un misántropo ermitaño que vive en una montaña cercana a Villa Quién. Ahora los pobladores se aprestan a celebrar una nueva Navidad y el Grinch odia el clima de optimismo y buena voluntad que inunda esos días, ya que le recuerda su infancia en un orfanato y la ausencia de una familia propia con quien celebrar. Decidido a arruinarles la fiesta, el Grinch decide robarles los regalos a todos los habitantes de Villa Quién mientras duermen durante Nochebuena. Pero nada saldrá como lo esperado y, lo que es peor, los habitantes de Villa Quién terminarán dándole una lección de amor y humildad al amargo gruñón de pelaje verde.

Arlequín: Crítica: El Grinch (2018)

El Grinch es la versión 2018 (hecha por Illumination, los mismos de Mi Villano Favorito y Minions) del cuento clásico del Dr. Seuss Cómo el Grinch Robó la Navidad, el cual data de 1957. Antes de esto hubo dos versiones: el corto de Chuck Jones de 1966, el cual es considerado todo un clásico y el ícono a batir; y la de Ron Howard con Jim Carrey tapado bajo una tonelada de maquillaje, que data del año 2000. Esta tercera adaptación regresa al mundo de la animación, adornada hasta el paroxismo por el lujo de detalles que permite la animación digital, siendo la mas suntuosa e impresionante de todas.

Pero como ocurría con la reciente El Cascanueces y los Cuatro Reinos, una avalancha de magníficos escenarios digitales no hacen necesariamente a un gran filme, y El Grinch 2018 queda como algo medio blandengue, intermedio entre las versiones anteriores, en donde una anécdota corta es demasiado estirada. Admito no haber visto las versiones anteriores – es posible que haya visto la de Chuck Jones cuando era chico, pero no la recuerdo -, y la versión de Illumination pareciera carecer de filo. Suponiendo que el Grinch es el misántropo supremo, el personaje tiene demasiados momentos de compasión en su conducta malvada (y hasta el momento de su inevitable redención), lo que lo hace un villano mas torpe que amargo. En la escena en donde comparte la cama con su perrito Max y el alce gordo que ha recogido en la llanura helada (en su malévolo plan de hacerse pasar por Santa Claus y robar todos los regalos de navidad a los habitantes de Whoville), se nota que el bicho no es una criatura execrable sino un gruñón que aún tiene algo de compasión en su pequeño corazón. Desconozco las versiones anteriores, pero acá el libreto intenta justificar el cmportamiento del Grinch diciendo que era huerfano, y que siempre odió que los otros compartieran una mesa en familia en Navidad mientras que el vivía solo, sin amigos ni juguetes. Es una explicación de manual sobre su enfermiza obsesión, la cual es curada de manera no muy creíble sobre el clímax, aunque eso era lo que figurara en el texto original del Dr. Seuss.

Lo mas bizarro de esta producción es que contrataron al británico Benedict Cumberbatch para el rol titular… y el inglés decide hacer una tonada americanizada light que suena como Bill Hader, cuando todo el mundo esperaba que la criatura hablara con el vozarrón y la pedantería propia de Cumberbatch (o como una versión malvada de Alan Rickman). Eso le saca bastante de veneno al rol, haciéndolo mas digerible y familiar, pero no era lo que yo esperaba (mas considerando que la versión latina está vocalizada por Eugenio Derbez, la antítesis en sofisticación y snobismo de Cumberbatch, y aún mucho mas inofensivo). Nada de esto impidió que El Grinch 2018 fuera un taquillazo y resulte una película potable para toda la familia, pero te da la impresión que el subtexto venenoso del cuento – la misantropía del Grinch como una especie de Ebenezer Scrooge verde; la critica de Seuss al consumismo indiscriminado de la Navidad, alterando la esencia de la fiesta – ha sido sanitizado hasta dejarlo irreconocible, dando a luz una versión tibia y tan light que, salvo un par de momentos inspirados, tiene poco y nada para conmoverte.