Crítica: La Carrera del Siglo (The Great Race) (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1965: Jack Lemmon (Profesor Fate / Principe Hapnik), Tony Curtis (el Gran Leslie), Natalie Wood (Maggie DuBois), Peter Falk (Max), Keenan Wynn (Hezekiah), Arthur O’Connell (Henry Goodbody), Vivian Vance (Hester Goodbody), Dorothy Provine (Lily Olay), Larry Storch (Texas Jack), Ross Martin (Baron Rolfe von Stuppe)

Director: Blake Edwards, Guión: Blake Edwards & Arthur A. Ross, Música – Henry Mancini

Recomendación del Editor

Trama: La fábrica automotriz Webber es contactada por el Gran Leslie, un prestigioso acróbata de principios del siglo XX, y le propone demostrar la superioridad de sus autos a través de una enorme carrera entre Nueva York y París. Preparado para sabotear sus planes está el Profesor Fate, que le tiene una enorme envidia por sus logros deportivos, y decide anotarse en la carrera. Mientras tanto, la feminista y aspirante a reportera Maggie DuBois se encuentra presionando a los editores del diario El Centinela para que le den trabajo y la anoten en la carrera; pero hasta que la esposa del dueño del periódico no se una a la causa y desplace a su marido no tendrá éxito. Una vez lanzada la contienda, el Profesor Fate y su ayudante Max le tenderán numerosas trampas al Gran Leslie para provocar su abandono; pero las cosas se complicarán en extremo cuando lleguen al reino de Potsdorf, donde Hapnik, el príncipe aspirante a la corona, resulta ser idéntico al Profesor Fate, y éste se vea envuelto involuntariamente en la conspiración de sustituirlo para dar un golpe de estado a favor del Barón von Stuppe. Sólo Leslie, Max y la joven DuBois podrán impedirlo.

La Carrera del Siglo Blake Edwards es una leyenda de Hollywood. En los años 60 se encontraba en la cúspide de su carrera, desempeñándose con gran éxito tanto en cine como en TV (la serie Peter Gunn; la saga de La Pantera Rosa; Desayuno en Tiffany, etc); y si bien es un director muy bueno para el drama, pronto encontraría que la vena que le daría mayores réditos comerciales y críticos sería la comedia.

Después de Desayuno en Tiffany, sin duda el hit por el que siempre será recordado es La Pantera Rosa. Pero, si bien es una comedia fina, es también un film algo sobrevaluado – muy superior es Un Disparo en la Oscuridad (1964), que es la que crea la mitología del Inspector Clouseau tal como la conocemos hoy -. Hallándose en el tope de su carrera y con plenos poderes creativos otorgados por los estudios, se embarcaría en la película que reseñamos en esta página.

Pero La Gran Carrera (o La Carrera del Siglo) sería un estrepitoso fracaso comercial. Las tibias recaudaciones no alcanzaron a superar los enormes costos de producción del film. La Warner casi se funde por el hundimiento de la película en la taquilla; también marcaría el principio del fin de la carrera de Tony Curtis (haría algunos experimentos actorales en lo dramático como El Estrangulador de Boston, pero ya en los 70 terminaría en la TV con la serie Dos Tipos Audaces); y sumiría a Blake Edwards en una profunda depresión y crisis creativa, de la cual empezaría a salir en 1969 al casarse con Julie Andrews (otra figura que venía de varios fracasos de taquilla), hasta llegar a su renacimiento en 1975 con El Regreso de la Pantera Rosa.

Hay algunas razones obvias para que La Carrera del Siglo se estrellara: la primera es que es un film muy largo. Aún con la mejor voluntad es difícil mantener el ritmo (y más para una comedia) en dos horas y media de duración. La otra ya mencionada es la de los costos: los autos de la carrera son totalmente originales (construidos desde cero para el film); la reconstrucción de época es impecable; los exteriores son fabulosos y uno supone lo que habrá costado armar un París lleno de autos antiguos (y gente ataviada a la época) para una fracción de segundos de una toma. Si bien hay momentos en que el film tiene lugar en estudios, no deja de ser una producción inmensa.

¿Y cómo es como film?. Sin duda tiene sus momentos, pero hay escenas que parecen demasiado largas. El problema principal es una cuestión de balance: los minutos iniciales son tan intensos que resultan incomparables con el resto del film. Los sketches en donde el Profesor Fate inventa fabulosos planes absurdos para liquidar al Gran Leslie (y fracasan una y otra vez) son geniales: es ver un comic de la Looney Tunes filmado. Los cuadros son los de un verdadero dibujo animado – y Blake Edwards ya había mostrado algo parecido en Un Disparo en la Oscuridad -; y el único film que apenas se acerca a ese estilo es Cactus Jack, el Villano (1979) con Kirk Douglas y Arnold Schwarzenegger que imitaba al Coyote y el Correcaminos con bastante fidelidad. No en balde los personajes de La Carrera del Siglo serían reciclados en Los Autos Locos, la tira de Hanna – Barbera donde Pierre Nodoyuna y Patán serán los sucesores del Profesor Fate y Max, e incluso Penélope Glamour está inspirada en el personaje de Natalie Wood de este film.

El problema es que pasada la introducción, la trama no es tan interesante. Tony Curtis es un gran comediante pero no tiene demasiado espacio para lucirse; Natalie Wood rebosa simpatía pero sus escenas con Curtis parecen deslucidas y estiradas. Por contra, Jack Lemmon y Peter Falk se roban todas las escenas con una facilidad pasmosa – a veces da la impresión que el personaje de Lemmon estuviera escrito para Peter Sellers, pero Edwards ya estaba peleado con el inglés para esa época -. Como espectador uno pide a gritos que vuelvan Fate y Max antes de ver las líneas sosas que Curtis y Wood tienen para recitar.

Y no podría dejar de mencionarse la música de Henry Mancini. La partitura del filme es uno de los clásicos olvidados del gran maestro. Tiene un protagonismo total, imponiendo el tono de las escenas. Tan solo escuchar las primeras notas del tema del Profesor Fate a uno lo hace sonreír.

El film bien puede dividirse en dos partes: la primera es la de escenas misceláneas, donde Edwards quiere parodiar a los filmes del oeste, y es una road movie. La segunda es una parodia de El Prisionero de Zenda, que está pensada para el lucimiento de Curtis, pero es donde el filme termina de bajar aún más su ritmo. Hay también homenajes a filmes clásicos de la era muda (como la guerra de pasteles)… pero uno extraña que el Profesor Fate no invente más planes idiotas para destruir al Gran Leslie. Quizás el filme hubiera funcionado mucho mejor como una serie de gags al estilo de los dibujos animados antes que intentar desarrollar una historia que no resulta tan interesante. No está pensada para darle tridimensionalidad a los personajes – a fin de cuentas son caricaturas: el héroe impoluto y siempre de blanco, y el malo muy malo vestido de negro y con risa ridícula -; por ello es que el romance Curtis – Wood fracasa.

Pero cuando el filme funciona, lo hace en gran forma: el espionaje submarino al campamento del Gran Leslie, los atentados contra el héroe, la secuencia en el iceberg, las pruebas del Hannibal 8 en la mansión de Fate, los sabotajes a los competidores de la carrera… Lamentablemente el filme precisaba una mayor poda en la sala de edición, y un guión más pulido en las escenas de Tony Curtis. Así como está es una serie de grandes momentos débilmente conectados por un guión que no puede mantener el ritmo.