Crítica: El Buen Pastor (The Good Shepherd) (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 4/5: muy buena Recomendación del EditorUSA, 2006: Intérpretes: Matt Damon (Edward Wilson), Angelina Jolie (Margaret ‘Clover’ Russell), Alec Baldwin (Sam Murach), Tammy Blanchard (Laura), Billy Crudup (Arch Cummings), Robert De Niro (Bill Sullivan)

Director: Robert De Niro – Guión: Eric Roth

Trama: Esta es la historia de Edward Wilson, un retraído y brillante intelectual que terminó siendo enrolado en los servicios de inteligencia norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. El formidable desempeño en la contienda – y, en especial, en el área de contrainteligencia – le valió los méritos suficientes para ser uno de los fundadores de la CIA, estableciendo una guerra informativa subterránea con los soviéticos durante los años grises de la Guerra Fría. Pero también es la crónica de un hombre obsesionado con su trabajo, y la historia de una agencia que pasó de ser un guardián de la democracia a convertirse en un factor desequilibrante de poder, capaz de amedrentar de manera salvaje a propios y extraños, y a todos aquellos que representaran una amenaza contra la omnipotencia de la institución.

El Buen PastorEl Buen Pastor es un proyecto atesorado por Robert De Niro por más de nueve años. Desde siempre De Niro ha creído que la historia de los Estados Unidos se trata realmente de la historia de la Guerra Fría, y que el conflicto subterráneo que mantuvieron con los soviéticos durante más de 50 años ha servido para marcar a fuego el carácter de la nación. Es cierto que la CIA junto con otras agencias de seguridad e inteligencia – han hecho matufias de todo tipo y color en las últimas décadas – que van desde derrocar gobiernos extranjeros hasta verse involucrados en escándalos como Watergate, eso sin mencionar el poder mafioso que (de hecho) manejó J. Edgar Hoover desde el FBI y que le sirvió para entronizarse en la agencia federal de investigaciones durante lustros -, pero sería de ilusos pensar que los norteamericanos no han hecho chanchadas en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Su enorme influencia ha servido para voltear gobiernos enteros y establecer mandatarios títeres desde mediados del siglo XIX en toda la región de Centroamérica, ya fuera por intereses comerciales – azúcar, caucho, etc -, o por usurpación directa de territorios. Al final de cuentas, ¿cómo es que los estadounidenses son dueños del Canal de Panamá, eh?.

Pero si los States han ejercido su poder de imperio – algo similar a lo que han hecho los ingleses y, en menor medida, otras potencias europeas – sobre el Tercer Mundo desde épocas coloniales, sin dudas los mecanismos se aceitaron y se volvieron más brutales con la llegada de la Guerra Fría. A De Niro le fascinaba el surgimiento de esas agencias de oscuros poderes y límites desdibujados que eran capaces de sembrar el terror con total impunidad – una fuerza cuasi mafiosa destinada a materializar los encargos más sucios de las administraciones que pasaron por la Casa Blanca, cuando no, manejándose con su propia agenda política -, y terminó paseando por todos los estudios durante casi una década con un guión bajo el brazo, siendo rechazado por la complejidad y escasa viabilidad comercial del proyecto. Incluso el mismo pasó por las manos de Francis Ford Coppola en un determinado momento, hasta que el prestigioso cineasta decidió abandonarlo, considerando que resultaba excesivamente documental – hubiera sido genial ver esa producción, amén de ser un comeback de Coppola, el cual últimamente viene generando un bodrio tras otro -. Al final De Niro se salió con la suya y Coppola quedó como productor ejecutivo, un rol que terminó siendo más nominal que otra cosa.

Considerando que éste es el segundo trabajo directorial de De Niro, debo admitir que se trata de una performance impresionante. Su estilo es muy similar a Coppola, con la diferencia de que De Niro no es tan bueno para los aspectos dramáticos del personaje. Mientras que Coppola hubiera hundido el cuchillo en el hermetismo y la frialdad de Edward Wilson, De Niro lo maneja de manera totalmente desapasionada – es tan indiferente como el mismo protagonista -. Sólo sabemos que Edward Wilson es una máquina de calcular que explota ocasionalmente en raptos de pasión con las escasas mujeres que aparecen en su vida, pero jamás tenemos una idea cabal de por qué hace lo que hace, o qué es lo que encuentra tan atractivo a su tarea – la cual, por momentos, es extremadamente desagradable -. Quizás sea un narcisista reprimido, un individuo fascinado con el producto de sus propias maquinaciones intelectuales, y el cual encuentra satisfacción al ver cómo se concretan sus planes. Pero son presunciones que uno saca, ya que De Niro nunca tira demasiadas pistas sobre todo el asunto.

Dejando de lado el subdesarrollado aspecto dramático, El Buen Pastor es un thriller apasionante. Hay una pequeña intriga de fondo – el filme comienza con el desastre de Bahía de los Cochinos (la incursión de rebeldes anticastristas montada por la CIA para voltear el gobierno de Fidel Castro en Abril de 1961), la cual fue aplastada por los comunistas, y sobre la cual se sospecha que hubo una filtración de información que sirvió para alertar a los cubanos -, la que sirve de excusa para ver, en forma de flashbacks, cómo éste operador de la CIA llegó a semejante posición del poder. Hay muchos momentos en los que El Buen Pastor se siente como si fuera una versión en clave de espionaje de El Padrino: la reconstrucción de época, las logias enquistadas en el poder, el desprecio del personaje por la vida familiar, la ocasional humanización del protagonista debido a las tragedias personales, los vínculos con la mafia, y hasta la relación cuasi civilizada que mantiene con su antagonista de la KGB, la cual es uno de los puntos más fuertes del filme. El Buen Pastor es abundante en detalles y muchos de ellos resultan fascinantes, pero a veces el filme peca de exceso documental y no deja mucho aire para entender las razones que impulsan al protagonista.

En sí, El Buen Pastor es un filme demandante: hay mucha data y uno debe tener una idea aproximada de los sucesos más importantes de la historia norteamericana (y mundial) ocurridos entre los años 40 y 60. Por otra parte, es una película lenta y tensa, con un protagonista tan frío como lacónico. Mientras que uno no siente simpatía por Edward Wilson, por otra parte el personaje resulta tan impredecible que uno termina por acompañarlo en sus intrigas para ver en qué terminan las mismas. Aquí no hay disparos ni escenas de acción; es un thriller densamente intelectual, restringido a palabras y ocasionales raptos de violencia brutal, lo cual lo hace sentir como una película de conspiraciones típica de la década del 70 (tipo Todos los Hombres del Presidente). Por otra parte, todo el aspecto personal del protagonista se siente como si fuera la versión yanqui de George Smiley el antihéroe de las novelas de John Le Carré -. Incluso diría que me gusta más el perfil de Edward Wilson que el de Smiley, el cual era expeditivo en su trabajo pero resultaba una víctima completamente desvalida en su vida personal. El Wilson que compone Matt Damon – en una performance brillante; es increíble que este mismo tipo fuera el salvaje Jason Bourne, o el simpático carterista de La Gran Estafa – es maquinador en todos los momentos de su vida, esté en la oficina o en su casa; y su rostro trasunta inteligencia y sagacidad, un detalle que sólo unos pocos intérpretes – como Morgan Freeman o Ian McKellen – pueden lograr.

El Buen Pastor es un filme formidable, pero no es para cualquiera. La puesta en escena es impecable, las performances son brillantes, y el cast está plagado de talentosos. Pero es una pelicula demandante y densa, cuyas tres horas de duración sólo resultarán tolerables a los amantes incondicionales del género. La crítica norteamericana la rebajó – quizás por cuestiones personales con De Niro, vaya uno a saber ya que son una horda de incapaces que repiten como loritos los epitetos pronunciados por un puñado de críticos líderes -, pero creo que es una calificación totalmente inmerecida. Creo que es un filme potente y fascinante que amerita paciencia y conocimiento para paladearlo como corresponde. Y, desde ya, me encantaría ver una secuela del mismo, la que figura como “pendiente” en la cartera de proyectos que maneja De Niro para sus próximos años.