Crítica: Nacido para Matar (Full Metal Jacket) (1987)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA / GB, 1987: Matthew Modine (Guasón), Adam Baldwin (Animal), Vincent D’Onofrio (Gomer Pyle), R. Lee Ermey (sargento Hartman), Dorian Harewood (Bola Ocho), Kevyn Major Howard (Rafterman), Arliss Howard (Cowboy)

Director: Stanley Kubrick, Guión: Stanley Kubrick, Michael Herr y Gustav Hasford, basados en la novela The Short-Timers de Hasford

Trama: Dos historias sobre la Guerra de Vietnam. En la primera vemos el durísimo entrenamiento al que son sometido los reclutas para convertirse en marines y en auténticas máquinas de matar. En la segunda, asistimos a la llegada de los nuevos soldados al infierno de la guerra, en donde deberán lidiar con un enemigo implacable.

Nacido para Matar (Full Metal Jacket) En loas años ochenta Stanley Kubrick se encontraba abocado a la construcción de su proyecto sobre el Holocausto, pero el mismo ya llevaba demasiados años en proceso y se había convertido en una tarea deprimente. En ese momento el libretista Michael Herr le propuso que leyera el libro de Gustav Hasford The Short-Timers acerca de la experiencia del autor en la Guerra de Vietnam, el cual terminó por fascinar a Kubrick. Y como los procesos creativos del cineasta eran largos y meticulosos, le llevaría siete años concretar el proyecto de llevar la novela a la pantalla, rebautizada como La Chaqueta Metalica (en referencia a la funda de metal que utilizan los casquillos de las balas utilizadas por los Marines).

A decir verdad, es una entrada tardía en el subgénero de la Guerra de Vietnam. Ya para esa altura, una enorme cantidad de filmes habían tratado el tema, comenzando con Apocalipsis Now (1979) y siguiendo por Pelotón (1986). Considerando que usualmente Kubrick era un innovador, es una entrega opacada por la proliferación de películas que habían abordado escenas similares con anterioridad. Eso no quita que sea un trabajo plagado de momentos brillantes, pero en la suma final el resultado es algo dispar.

El problema pasa por la estructura del relato, dividido en dos capítulos. Mientras que la primera mitad – el entrenamiento de los Marines – es una obra maestra, fascinante y absorbente, la llegada de los reclutas a Vietnam no tiene ni por asomo el nivel de impacto del capítulo inicial. ¿Que la información oficial era dibujada por las autoridades?. No es material nuevo. ¿Los soldados cometiendo crímenes de guerra contra los civiles?. Pelotón lo hizo mejor. ¿La locura de la guerra?. Vean Apocalipsis Now. Para colmo, el segundo capítulo descansa integramente en la performance de Matthew Modine, actor blando e inexpresivo si los hay. Es un segmento anónimo y hasta se lo podría calificar de relleno.

Pero el entrenamiento de los reclutas en la isla Parris es sin dudas el plato fuerte del filme. Es la crónica del proceso de anulación de sus personalidades para convertirlos en autómatas de la muerte, y todo ello a través de una degradación progresiva. Es tan formidable la performance de R. Lee Ermey que es prácticamente un show del actor – curiosamente, Ermey estaba atachado sólo como consultor técnico (era un sargento real y retirado del ejército), hasta que le mandó un cassette a Kubrick en donde insultaba durante 15 minutos seguidos a un cuerpo de reclutas, sin repetirse y sin vacilar; el espectáculo le encantó a tal punto al director que durante el rodaje dejó que el actor improvisara el 90% de sus diálogos y lo filmara en dos o tres tomas, algo inusual para Kubrick -. Ermey es un devorador compulsivo de escenas; y el único que contrarresta su presencia es un jovencísimo Vincent D´Onofrio como el trágico recluta “Gomer Pyle”. Su interpretación aniñada y progresivamente degradada hasta el extremo de la locura es la única que puede equilibrar al arrollador Ermey.

Uno podría interpretar que el proceso de formación de los Marines no es más que la fábricación de un cuerpo de asesinos. En la escena en que Ermey comienza a darle muestras bizarras de los logros de eficiencia que ha logrado el cuerpo – comenzando por la mención a la impecable (?) puntería de Lee Harvey Oswald, que era un ex-marine -, queda patente lo alterado que se encuentran los valores morales en semejante proceso. La formación de luchadores de la libertad, seudo elegidos por Dios y soldados de la muerte dispuestos a llevar el mensaje norteamericano a donde el gobierno los designe. Tal como se menciona en otro momento del filme: “nosotros venimos a evangelizar a Vietnam, porque dentro de cada amarillo hay un norteamericano que desea salir”. Es una visión completamente prepotente del mundo y de su propia causa. Y en el medio, este cuerpo de verdugos se dedica a erradicar infieles a toda costa; el tema es que el proceso de formación no es perfecto y, por lo tanto, Vincent D´Onofrio se ha transformado en un robot fallado. Es una máquina de matar disfuncional que termina de darse vuelta contra su propio inventor.

Si uno la considera como dos filmes independientes, el primer segmento merece 5 atómicos mientras que el segundo llega apenas a 3. Faltaban más personajes como Ermey en el segundo capítulo (algún clon del coronel Kilgore de Apocalipsis Now) para ilustrar mejor la demencia de la guerra. Nacido para Matar no es la entrega más brillante de Kubrick, pero no deja de ser una notable.

STANLEY KUBRICK

Algunos de sus filmes reseñados en este portal son: Dr. Strangelove (1964), 2001: Odisea del Espacio (1968), La Naranja Mecánica (1971), El Resplandor (1980), Nacido Para Matar (1987)