Crítica: La Espia que Cayó del Cielo (Fathom) (1967)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 1/5: mala GB, 1967: Intérpretes: Raquel Welch (Fathom Harvill), Anthony Franciosa (Peter Merriwether), Ronald Fraser (coronel Douglas Campbell), Richard Briers (Timothy Webb), Greta Chi (Jo-May Soon), Clive Revill (Sergi Serapkin)

Director: Leslie H. Martinson – Guión: Lorenzo Semple Jr., sobre la novela homónima de Larry Forrester

Trama: Fathom Harvill es una bella mujer que pertenece al equipo norteamericano de salto de precisión en paracaidas, y se encuentra ahora en el sur de España participando de un torneo. Fathom es contactada por el enigmático coronel Douglas Campbell, quien dice pertenecer a una agencia de inteligencia británica, y que desea utilizar las virtudes de la chica para que aterrice en el interior de una mansión en la costa, en donde agentes enemigos ocultan un dispositivo nuclear conocido como el Dragón de Fuego. Pero al ingresar a la casa Fathom es seducida por Peter Merriwether, quien le informa que el Dragón de Fuego que ella busca en realidad se trata de una valiosísima obra de arte china. Y, ni bien logra escapar de Merriwether, Fathom cae en las garras del maníaco magnate ruso Sergi Serapkin, el que planea utilizar todo tipo de métodos para obtener información sobre el paradero del dispositivo. Ahora Fathom se encuentra en medio del fuego cruzado entre numerosas facciones, las cuales se pelean por el objeto y ninguna de las cuales resulta ser lo que aparenta.

La Espia que Cayo del Cielo (Fathom) (1967)A veces uno pasa años buscando un filme del cual vio unos segundos cuando era niño, y que le dejó la impresión que era una cosa alucinante que merecía ser redescubierta. Luego, tras mucho esfuerzo, logra dar con la película en cuestión y termina por descubrir que es un bodrio mayúsculo. Por mi casa rodaba un mazo de naipes muy monono, hecho con imágenes de La Espía que Cayó del Cielo (bautizada en España como Bella, Intrepida y Espia) y que eran parte del merchandising de la época, demostrando que la Fox le tenía una enorme confianza al filme. Lamentablemente es un plomazo de aquellos, y no lo salva nadie, ni siquiera Raquel Welch enfundada en un bikini infartante.

He aquí otra dupla siniestra que, no contentos con hundir la versión para la pantalla grande de la legendaria serie Batman (1966), decidieron arruinar esta seudo comedia con toques bondianos. Está visto que Leslie H. Martinson filma siempre igual, usa la misma paleta de colores, y es un absoluto inepto para la comedia. A él se suma el criminal más buscado de la galaxia, Lorenzo Semple Jr., que luego de crear Batman lo único que hizo fueron macanas (recordemos que en su prontuario figuran cosas tales como la versión 1976 de King Kong y Flash Gordon, amén de engendrar Nunca Digas Nunca Jamás … aunque ésta última es bastante pasable) y obtuvo trabajo durante el resto de su vida gracias a gente que recordaba con cariño la serie de Adam West. Autotitulado el gran maestro del humor camp, aquí lo subieron a bordo para intentar hacer una comedia de espías, ya que era la euforia del momento. Raquel Welch es la espía de turno, aunque se trata de una improvisada amateur reclutada al vuelo simplemente porque posee talentos deportivos útiles para la misión que le encomiendan, argumento que queda deshecho a los 5 minutos de comenzado el filme ya que cualquier individuo bípedo podría haber entrado a la mansión de Anthony Franciosa usando la puerta de entrada y sin necesidad de aterrizar con paracaidas en el techo.

Todo el filme es un desperdicio de talento y dinero. Contrataron a Maurice Binder – el mismo que armaba los títulos de presentación de los filmes de 007 – para que inventara los créditos de inicio…, y el tipo se limitó a filmar a la Welch estirando y planchando un paracaidas durante 5 minutos interminables. Los escenarios españoles son bellisimos, pero el filme insiste en rodar todo en interiores, y con unos larguísimos parlamentos idiotas que no le interesan a nadie. Hay algunas persecuciones, las que aparecen cuando el espectador está a punto de entrar en coma por el aburrimiento, y las que deben figurar como las escenas de acción más idiotas de la historia del cine. Por ejemplo: dos lanchas a toda velocidad intentando chocarse entre sí (¿nadie les dijo que ambos podían estallar en pedazos?); una lanchita a todo gas, persiguiendo a la Welch en el mar mientras el piloto recarga a mano y dispara arpones a mansalva (como si tuviera 500 en el barquito); dos aviones que se entrecruzan, mientras los pilotos se disparan por las ventanillas de las cabinas (wtf!); y, la peor de todas, es ver a Raquel Welch vestida de rojo y siendo perseguida por un toro en una plaza de corridas.

Quizás la intención del autor original de la novela fuera la de hacer un thriller con ribetes cómicos, mezcla de Intriga Internacional y Charadaotro inocente mezclado en un estofado de espionaje, perseguido todo el tiempo, y sin nadie en quien confiar -. El problema es que la puesta en escena es un bodrio. Los chistes son esporádicos y sin gracia, la trama se enrieda tanto que apenas se entiende, y la Welch es incapaz de llevar adelante la película ella sola. Colin Revill es el único que intenta inyectarle algo de vida a este muerto cinematográfico, pero ni el acento raro ni sus manías sexuales logran dar en el blanco. Todo es pesado, largo, absurdo, sin gracia.

En lo personal, habría sido mejor que La Espia que Cayó del Cielo hubiera seguido perdida. Al menos mi memoria podría darse el lujo de traicionarme, ilusionándome de que se trataba de una gran película. Lamentablemente la realidad termina por sepultar la fantasía, y la falta de talento queda en evidencia. Y eso no lo puede redimir ni siquiera un desnudo total de la Welch.

1 CONNERYS: Una seudo comedia de espias, con inocente involucrada en una intriga internacional. Lorenzo Semple Jr. se las apaña para arruinar cualquier posibilidad de generar algo interesante o medianamente cómico. Dinero quemado en una producción que desperdicia la hermosa costa española como escenario de fondo.