Crítica: Erase una Vez en América (1984)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Italia, 1984: Robert De Niro (David ‘Noodles’ Aaronson), James Woods (Maximilian ‘Max’ Bercovicz), Elizabeth McGovern (Deborah Gelly), Tuesday Weld (Carol), Treat Williams (James Conway O’Donnell), James Hayden (Patrick ‘Patsy’ Goldberg), Joe Pesci (Frankie Minoldi)

Director: Sergio Leone, Guión: Leonardo Benvenuti, Sergio Leone, Piero De Bernardi, Enrico Medioli, Franco Arcalli & Franco Ferrini sobre la novela The Hood de Harry Grey, Musica – Ennio Morricone

Trama: Nueva York, principios del siglo XX. Noodles Aaronson es un pandillero callejero que junto con otros chicos del barrio judío se dedica a asaltar borrachos. Pero cuando conoce a Max Bercovicz, se forma una fuerte amistad que los convierte en una banda poderosa. En un enfrentamiento con pandillas rivales Noodles es atrapado y enviado a la prisión durante 12 años. Al salir lo recibe Max, quien han montado una lucrativa organización que se mueve bajo las órdenes de poderosos jefes mafiosos. Pero uno de los últimos golpes no ha salido como debía, y con la excepción de Noodles el resto ha sido acribilliado. Tras huir y esconderse en otras ciudades durante 35 años, Noodles ha recibido una misteriosa invitación para regresar a Nueva York. Y al volver, encontrará que los fantasmas del pasado aún están vivos y esperan para acosarlo en cada esquina de su viejo barrio.

Erase una Vez en America Erase una Vez en América es el último filme que rodara Sergio Leone, el genial director de la clásica trilogía del dolar (Por un Puñado de Dolares, Por unos Dolares más, El Bueno, el Malo y el Feo) y que hiciera célebre al spaghetti western. Es también un proyecto soñado por Leone desde hacía más de una década. El último aporte del director había sido una colaboración anónima en el western Un Genio, Due Compari, Un Pollo (1975) con Terence Hill; pero desde principios de los 70 Leone se había obsesionado con la novela biográfica The Hood de Harry Grey, un ex mafioso que contaba sus memorias de juventud. Y la fijación con la filmación del libro lo llevaría a rechazar numerosas ofertas laborales – incluso la de dirigir El Padrino – y a permanecer recluído generando numerosas versiones y expansiones del relato original. Nueve años tardaría Leone en regresar a un set de filmación.

En su momento Erase una Vez en América fue despreciada por la crítica. La razón fundamental es que hubieron dos cortes – la visión del director de 227 minutos, y la estrenada y editada por los distribuidores americanos, de tan solo 144 minutos y que masacra la continuidad de la historia -. Y como suele suceder, los críticos pardillos que en su momento la apedrearon, después la elevarían hasta el título de obra maestra.

Pero Erase una Vez en América está lejos de serlo. Posiblemente uno de los problemas fundamentales es que Leone, como Icaro, se ha acercado tanto al calor de su proyecto que ha perdido la noción de la perspectiva. Es un filme indulgente con sus tiempos, y es un relato con problemas de óptica sobre los caracteres. En cualquier filme, sea comercial o cine arte, debe haber un factor interesante para el público: un personaje, un misterio, una actitud. Pero aquí no hay ningún caracter que valga la pena, o que sirva para que el público pueda ponerse de su lado. Es una troupe de amorales y egoístas por los que resulta imposible tomar partido. La primera parte de la película – la juventud de los futuros hampones – carece de emotividad. Uno no pide que el libreto cree un personaje romántico dentro de los mafiosos, pero al menos debe haber algún elemento atrayente para que su destino nos importe realmente. En El Padrino, por ejemplo, nos fascinaba los códigos de ética del mal y la inteligencia de sus personajes. En Buenos Muchachos era la compleja trama de traiciones. Pero aquí Noodles es un individuo ambiguo y pragmático, carente de misterio (por el contrario, el Max de James Woods es mucho más interesante aunque no tenga el tiempo de escena necesario para desplegar todos sus secretos). Incluso el relato suena excesivamente estirado durante los años adolescentes de los personajes; una cosa es tomarse sus tiempos para establecer el clima y otra es saturar de atmósfera a algo que no lo merece. Si la intención era crear una especie de épica alrededor de los pandilleros jóvenes, no es una que haya logrado el éxito.

El problema siguiente es que, al dedicarle tanto tiempo a la adolescencia de los hampones, Leone le quita aire a su etapa adulta, que es donde las cosas se ponen un poco mejor. En especial le falta espacio al desarrollo de los vínculos de la mafia con los primeros sindicatos, que es algo que repercutirá en la resolución de la película. Los personajes siguen sin resultar interesantes con la excepción de James Woods y Tuesday Weld, cuyos sorpresivos comportamientos le dan mucho más carisma que el papel de Robert de Niro. No es un problema de actores sino del perfil que el guión les reserva. En especial el chatísimo romance entre de Niro y Elizabeth McGovern – otro personaje tan egoísta como Noodles -; no sirve para humanizar el personaje, tampoco hay química entre los intérpretes… al momento que Noodles viola a Deborah, la audiencia prácticamente termina por festejarlo.

Eso no significa que Erase una Vez en América sea una película terrible. Por el contrario, cada escena en sí está soberbiamente filmada; pero encastradas en el hilo de la historia final, los personajes terminan perdidos en el exceso de trama, y ni siquiera las buenas performances de los actores pueden rescatarlos. Hay momentos en Leone parece sintonizar a Fellini -como la excelente escena en la que el chico termina por ser dominado por el espíritu infantil de su edad, y prefiere comerse el pastel antes que pagar con él el servicio de una prostituta -; en las balaceras, Leone está en óptima forma tal como en sus épocas gloriosas de sus westerns a la italiana; pero al momento que intenta incurrir en el terreno dramático y hacer tridimensionales a los caracteres, simplemente fracasa. El romance no funciona; las secuencias de supuesta lealtad tampoco; cuando quiere incursionar en las aguas de la conspiración – los mafiosos y el sindicato -, por problemas del guión o de la edición tampoco llega a buen término porque no termina por darse a entender. Y cuando llega al clímax – el por qué del regreso de Noodles -, carece de impacto emocional. Los parlamentos de De Niro son buenos en esa última escena, pero serían mucho más shockeantes si Noodles, Max y el resto nos hubieran importado un comino antes. Y aún con la supuesta teoría del último fotograma – que todo esto fuera una fantasía de Noodles mientras estaba drogado en el garito chino -, no justifica los problemas del libreto (que cuando uno ve los créditos de seis guionistas, se da cuenta de la mezcla de visiones y tendencias que han afectado al script final).

Erase una Vez en América está hermosamente fotografíada. Cuando explota en ráfagas de violencia, es excelente. Pero el guión no puede humanizar o hacer interesantes a los personajes – incluso la habitualmente competente partitura de Ennio Morricone parece gritar en ciertos momentos “emociónense!” -. Y como épica de la mafia tampoco funciona. Es simplemente una serie de viñetas brillantes pero inconexas, que de a ratos es interesante, pero termina por ser demasiado indulgente consigo misma.

SERGIO LEONE

Por un Puñado de Dolares (1964) – Por unos Dolares Mas (1965) – Lo Bueno, lo Malo y lo Feo (1966) – Erase una Vez en el Oeste (1968) – Erase una vez la Revolución (1971) – Erase una Vez en America (1984). En este portal también comentamos Mi Nombre es Nadie (1973), con la participación no acreditada de Leone en la dirección del filme.